Se baila aquí: aventura salsera en La Habana (1)

Emir García Meralla
12/3/2019

Los años setenta se estaban acercando a su fin. Musicalmente era un momento interesante el que vivían los cubanos: de una parte se consolidaba el trabajo que había emprendido Juan Formell en el año 1969 al fundar su orquesta los Van Van; la Nueva Trova se establecía como el acontecimiento musical que definiría estética y musicalmente a la Revolución cubana a los ojos de parte importante del mundo; el grupo Irakere —dirigido por Chucho Valdés— trazaba la ruta futura en el tema de la reinterpretación de la música popular bailable cubana, las tradiciones afrocubanas y el jazz creando una legión de seguidores.

Grupo Irakere. Foto: Radio Cadena Habana
 

Pero había más. Y entre los acontecimientos interesantes que se vivían estaba el interés que por la música salsa se había desatado en todos los rincones de la Isla. No solo era un asunto que involucraba a los músicos; nadie olvide los detractores del movimiento que organizaron algunos cenáculos para condenar y estigmatizar el trabajo de los músicos latinos involucrados en este asunto; también estaban quienes entendieron lo que estaba ocurriendo y decidieron acercarse y trabajar en esa misma dirección sin olvidar sus raíces sonoras; y en este importante grupo sobresalieron el pianista Joseíto González y el compositor y fagotista Adalberto Álvarez; aunque sería poco ético ignorar el trabajo que ya desarrollaban un grupo de músicos en la zona oriental.

Sin embargo; más importante que el parecer de quienes alzaron barricadas contra la salsa era la reacción del bailador cubano, que se identificó totalmente con esta forma de hacer y decir la música; una música a la que mostró respeto y devoción por la calidad de sus textos y su forma de sonar. A fin de cuentas había música cubana involucrada en el asunto y eso era más que suficiente.

La salsa tenía en el programa La Discoteca Popular, de Radio Progreso, su tribuna natural, y en la voz de Eduardo Rosillo su principal promotor. Al menos cada semana se estrenaba o se radiaba un disco de las figuras involucradas en este asunto; solo eran excluidas aquellas que ideológicamente no eran afines con la Revolución cubana y sus postulados éticos, políticos y sociales; y en honor a la verdad estos eran minoría. En una de aquellas emisiones en que se estrenaban nuevas propuestas, Rosillo puso a disposición de sus oyentes el disco Siembra e hizo hincapié en la difusión de tres temas: “Plástico”, “Buscando guayabas” y “Pedro Navaja”; y no se equivocó en su selección; una selección que fue la misma que hicieron la gran mayoría de las emisoras de radio y los seguidores de la salsa en aquel entonces.

Para nadie es un secreto que el disco Siembra, que vería la luz en febrero del año 1978, es el disco más vendido de todos los tiempos de la música salsa y latina en general, pero lo más trascedente es que este disco unificó a un continente más allá de los conflictos ideológicos que existían en el mismo.

Carátula del disco Siembra. Foto: Radio Nacional de Colombia
 

El caso cubano con estos tres temas fue bastante particular. De la programación radial se excluyó “Pedro Navaja”, que era el tema más escuchado entre los jóvenes de aquellos años. No había una fiesta de barrio, una actividad sindical, una actividad recreativa en las becas (ESBEC o IPUEC) o en las escuelas al campo en la que todos no corearan a una voz aquello de “…por la esquina del viejo barrio lo vi pasar…”. Y es que el personaje que encarnaba el tema creado por Rubén Blades podía estar sentado a nuestro lado en cualquier lugar de la ciudad; solo que el “malandro” cubano de esos tiempos no usaba ni gabán, ni pistola.

La explicación, muy vaga por cierto, que alguien se atrevió a dar era que “…el tema era una apología a la delincuencia…”; ignorando que todo el cuerpo del tema y sus estribillos no eran más que una denuncia social, lo que sin el matiz que daba la nueva canción latina o la canción protesta.

Sin embargo, “Pedro Navaja” se convirtió en el himno de la juventud del continente. La misma juventud que ese mismo año 1978 se reuniría en La Habana para celebrar el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Sin proponérselo, serán esta cita y esta ciudad uno de los puntos de difusión de la música salsa hacia otras latitudes.

A fin de cuentas ya el movimiento había llegado a África y se preparaba para entrar en Europa; mientras que por la parte cubana el fenómeno Irakere arrasaba en parte de los escenarios de Estados Unidos y Europa.

Lamentablemente, aún no habíamos reparado en el peso que la impronta cubana había aportado a la salsa toda, y mucho menos en el nivel de gratitud que mostraban sus principales figuras, tanto músicos como cantantes. La oportunidad para entender, disfrutar y comprender este suceso musical y sus consecuencias llegaría en noviembre del año 79. La historia de esta década en la música cubana y del continente dará un giro inesperado.