Senderos posibles para imaginar la ciudad

Aline Marie Rodríguez
16/11/2017

La ciudad ha sido motivo de inspiración para los artistas desde el momento mismo de su fundación. Las representaciones sobre la urbe reflejan su desarrollo urbanístico y, a la vez, los cambios sociales que ha experimentado a lo largo del tiempo.
 

En el lente de Arien Chang
 

En ese archivo visual habanero han quedado también registradas las múltiples y diversas formas en que la ciudad es construida simbólicamente por sus habitantes. No solo el desarrollo arquitectónico queda atrapado en esas instantáneas, sino también su gente, así como los ritos, costumbres, rutinas, tradiciones y mitos de la urbe.

En los albores de un nuevo siglo y milenio la fotografía cubana se convierte en un extenso mapa difícil de dilucidar. Si en décadas previas, de una manera u otra, habían coexistido dos tendencias fundamentales —una más documental y otra más artística y conceptual—, en la contemporaneidad se entremezclan estilos y géneros con la manipulación y la subversión de símbolos e íconos.

En estas casi dos décadas que han trascurrido del nuevo milenio, los acercamientos fotográficos a la urbe habanera no solo han abarcado disímiles temas, sino que también han experimentado cambios en la proyección del discurso.

El cambio técnico esencial ha sido el paso hacia lo digital y la revolución que ello ha provocado a nivel de acceso, distribución y consumo de la imagen. Además, en los últimos años, ha ido in crescendo la mixtura entre géneros y estilos con otras manifestaciones artísticas, como el performance y el videoarte.

La Habana de inicios de un nuevo siglo y milenio, mientras comienza a salir del Período Especial, acentúa un rostro vetusto, grisáceo, fruto de la ausencia de mantenimiento, del abandono y la destrucción. Edificaciones que se mantienen en pie casi por azar milagroso.

La reflexión sobre la ciudad como espacio simbólico y la ruina como huella resulta medular en la obra de Carlos Garaicoa [1]. Desde su primera expo sobre el tema bajo el título de Las metáforas del templo (1993), con el artista de la plástica Esterio Segura, Garaicoa se vale no solo del discurso fotográfico, sino también del dibujo, las instalaciones y el videoarte.

En la obra de este artista la urbe queda deconstruida arqueológicamente desde la mirada del ciudadano. La serie Acerca de esos incansables atlantes que sostienen día por día nuestro presente (1994-1995) se hace eco de los andamios en edificios habaneros, como intento por mantener en pie la vida.

Las muestras Foto-topografías (2011) y Fin del silencio (2012) desde distintos enfoques se acercan a la ciudad como objeto pretérito. La primera, mediante instalaciones con polietileno y fotografías, defiende la tesis de la ruina como documento, y en la segunda el artista interviene fotografías de rótulos de suelos de La Habana, enfocando aquello que pasa inadvertido y que forma parte de los recorridos de cientos de habitantes diariamente.

El mar que rodea la Isla continúa siendo, en estos años, motivo recurrente en las artes visuales. Los fotógrafos Liudmila Velasco y Nelson Ramírez de Arellano (Liudmila & Nelson) recrean en su obra —mezcla de fotografía documental y manipulación digital— el agua, esa que Virgilio sentenció como la maldita circunstancia.

El mar es el gran protagonista de los espacios citadinos. Un mar que inunda símbolos de la urbe, como la Plaza de la Revolución, espacio protagonista de Absolut Revolution (2002-2011), serie más reconocida de toda su obra. Propuesta que juega con el espacio de la icónica plaza habanera para proponernos un discurso en torno a la realidad cubana, sus logros y utopías.

Ambos creadores también recrean el mar al que llegan todas las calles de la urbe, esencia de la serie Todos los caminos conducen al mar (1997-2003). Fotos que documentan edificios de la ciudad y su comunicación hacia el Malecón. Instantáneas que evidencian el daño del salitre marino y la belleza de esa zona casi en ruinas del litoral.

Liudmila & Nelson, con gran influencia del arte pop, revisitan calles de la ciudad con carteles publicitarios y anuncios lumínicos de épocas pretéritas. Hotel Habana (2012) es una serie en la que proponen nuevas visiones a sitios de la urbe. Obras como Reina y Galeano, Águila y Dragones y Monserrate y Neptuno están inundadas de carteles de Coca Cola, Shell, Samsung o simplemente Revolution. Piezas ante las que el espectador solo logra reconocerse en parte del escenario propuesto, pero que ni aun así resultan extrañas.

En una vertiente esencialmente documental sobre la urbe se encuentra la serie La Ciudad de las Columnas (2005), de Lissette Solórzano; su exhibición mereció ese mismo año el Premio Nacional de Curaduría. Suerte de revisitación contemporánea y también, por qué no, de homenaje a la famosa serie homónima de Paolo Gasparini.

De la serie Metaforas del silencio 2012-2016, Lissette Solorzano
 

Yuxtapuesta a la serie de Solórzano, pero coincidente con su enfoque documental, está Habana a color (2012), de Pedro Abascal, quien sorprende con obras repletas de tonalidades, en contraposición con los grises de sus piezas más relevantes durante los 90. En sus fotos quedan capturados fragmentos de cotidianidad que conforman el mosaico visual de la Isla.

Sobre las miradas a la ciudad a todo color, en la segunda mitad de los 2000, destaca la obra documental de Arien Chang Castán. Para este joven artista, considerado uno de los mejores exponentes del documentalismo cubano contemporáneo, las calles de la ciudad han sido su mejor escuela.

Sus instantáneas reflejan, entre otros motivos, los almendrones, los vendedores ambulantes, los niños jugando en las calles, el ambiente en avenidas populosas como Monte, la vida en el Malecón. Labor documental que el propio artista ha confesado está matizada también por cierta soledad. El interés por el hombre y su circunstancia es un tema que prevalece en toda la obra de Chang, logrado en series como El Bleco [2], donde nos acerca a historias del muro del Malecón.

Como parte de la fotografía que contribuye a construir la imagen no solo habanera, sino también de la Isla, en el contexto del nuevo milenio, resulta imprescindible la visualidad de Alejandro González. Joven de formación autodidacta cuya obra abarca desde el espacio personal y físico hasta la disección de contextos y sujetos.

En esa búsqueda del entorno que nos rodea y las huellas que dejan los seres humanos, González realizó las series Quién (1999), Memorias del subsuelo I y II (2001) y Futuro (2005). Propuestas en las que el gran protagonista es el espacio y las marcas dejadas en él por el hombre.

El acercamiento a los sujetos, como protagonistas de la vida habanera, es la otra vertiente que define el quehacer de este artista. Series como AM-PM (2005) y Cuba, año cero (2009-2010) constituyen un referente para conocer a los cubanos del nuevo milenio, sobre todo a los más jóvenes.

Con un marcado matiz antropológico González retrató en la serie AM-PM a los protagonistas de la vida nocturna habanera en las calles 23 y el Malecón y en los municipios de Playa y el Vedado. Sujetos que toman por asalto la urbe cada noche quedaron atrapados por el lente del artista, quien documenta desde retratos hasta escenas cotidianas.

Los jóvenes nacidos en/después del Período Especial son los protagonistas de Cuba, año cero. Su identificación con las denominadas tribus urbanas —como emos, mikis, frikis y repas— convierte a esta propuesta en un muestrario de la juventud de la Isla.

González junto a Chang pertenecen a una generación que ha sido definida por la crítica especializada como novísima fotografía cubana. Movimiento que cobra mayor auge a partir del 2010 y cuya formación no es puramente autodidacta —como sucedía en décadas precedentes.

La ciudad que representan todos estos artistas, esa que aman, sueñan y, en ocasiones, también odian, es, a pesar de todas las mediaciones, la urbe en la que cada día construyen un trozo de lo que son. Las instantáneas, que los han sorprendido en ese pedazo de ciudad que recorren, permiten descubrir no solo un paisaje visual de La Habana, sino también los sentimientos, temores y añoranzas que ellos mismos sienten. Obras, series, autores y miradas que componen un variopinto abanico visual de la ciudad habanera y su gente en pleno siglo XXI.

 

Notas
 
[1] Aunque generacionalmente varios críticos lo ubican en la generación de los 90 se ha incluido en esta etapa por la manera en que su obra se acerca a la ciudad.
[2] Así le llamaban de niños Chang y sus amigos al Malecón.