En un sitio visible y privilegiado de la vivienda donde reside el director teatral y actor Huberto Llamas, se aprecia el más reciente reconocimiento que le fue otorgado, y en el cual puede leerse: “Por su valiosa contribución a proyectos artísticos comunitarios en su amada patria”. Lo firma el Héroe de la República de Cuba y coordinador nacional de los Comités de Defensa de la Revolución, Gerardo Hernández Nordelo. Tras este merecido reconocimiento, entregado el pasado 24 de noviembre, hay un abultado y brillante expediente que atesora el constante accionar artístico, durante más de medio siglo, de quien también posee el Premio Nacional de Cultura Comunitaria desde el año 2003.

Huberto Llamas, uno de los precursores del trabajo comunitario en Cuba, considerado entre sus máximos exponentes. Foto: Tomada de La Jiribilla

Considerado Maestro de América por su destacada labor en comunidades venezolanas, panameñas, mexicanas, costarricenses y colombianas, Huberto Llamas era, a los 12 años de edad, un vendedor de caramelos en la puerta del antiguo cine Martha, donde compartía no precisamente roles protagónicos de una puesta en escena, sino los espacios más concurridos de aquella instalación, con quien después se convertiría en un prestigioso cineasta, Pastor Vega, el cual vendía cigarrillos. “Poco tiempo después Pastor se vinculó a Vicente Revuelta, fundador y director de Teatro Estudio. Un día casualmente nos encontramos y él me propuso que visitara los ensayos de esta agrupación. Fue ahí donde decidí que quería ser actor. Mientras me mantenía en Teatro Estudio matriculé en la escuela Florencio de la Colina. Al cerrarse ese centro, dos años más tarde, los que resultaron seleccionados comenzamos a estudiar actuación en la Escuela Nacional de Arte”, rememora Huberto Llamas.

Aunque tiene la convicción de que nació siendo artista, los conocimientos adquiridos en ambas escuelas le sirvieron a Huberto Llamas para “irme a trabajar en las comunidades, en los barrios. Desarrollé toda mi niñez y adolescencia en un barrio muy pobre, y en él, como en los que trabajé después, obtuve todo el aprendizaje que ninguna universidad podría darme. Es en esas comunidades, especialmente en aquellas que tienen un índice de pobreza elevado, donde suelen encontrarse los mejores talentos, las mejores familias”.

En la década del 70 integró el equipo de trabajo del Grupo de Desarrollo de Comunidades en el Plan Genético del Este de La Habana, dirigido por Ramón Castro. Con anterioridad, y formando parte “del Ejército Juvenil del Centenario, no como instructor de teatro, sino como el actor que se había formado a la sombra de grandes teatristas como Gilda Hernández, Sergio Corrieri, Liliam Llerena, Humberto Arenal y Orietta Medina, por solo citar algunos, tuve una participación muy activa en la creación de varios grupos de teatro. No me gusta emplear mucho la palabra aficionados, prefiero decir más bien integrantes no profesionales o integrantes voluntarios de una agrupación”. Acerca de este período recuerda:

Tanto en la Columna Juvenil del Centenario como en el Plan de Desarrollo Genético, viví las mejores experiencias desde el punto de vista personal y profesional. Puse en práctica proyectos comunitarios en zonas tan intricadas como Flor de Itabo, Jibacoa, Canasí, Loma del Tanque, Santa Cruz del Norte, Madruga, a las que, entre otras muchas, junto con las profundas transformaciones que realizaba el gobierno revolucionario en beneficio de sus moradores, llegó también el arte con la presencia de un aguerrido grupo de actores.

Logramos incorporar a nuestras actividades a más de 5000 campesinos, quienes antes de nuestra llegada no tenían la menor idea de lo que era un grupo de teatro, y mucho menos un espectáculo artístico en el que sus propias vidas y su quehacer cotidiano estaban representados.

En esas comunidades desarrollamos un trabajo cultural que se extendió por varios años. En ellas, por ejemplo, el grupo de teatro Escambray, que ya cosechaba sus primeros éxitos, realizó memorables puestas en escena.

Esa maravillosa experiencia, como escalones que fui ascendiendo en el transcurso de mi vida, la llevé a otras regiones de nuestro territorio nacional, y durante 32 años la he sostenido en las comunidades más humildes y marginadas de algunos países de Latinoamérica.

“Tuve una participación muy activa en la creación de varios grupos de teatro”.

Décadas antes de que Huberto Llamas pusiera sus vivencias y su gran talento a disposición de más de cinco países de la región, había creado en La Habana lo que este consagrado maestro de las tablas considera uno de los mayores logros de su carrera: el grupo de teatro Plaza Vieja, fundado con la colaboración del Fondo Cubano de Bienes Culturales y la valiosa ayuda del Historiador de La Habana, Eusebio Leal.

Los integrantes de esta agrupación eran los propios vecinos de la Habana Vieja, que, en estrecho vínculo con reconocidos actores —estrellas del teatro cubano, para decirlo mejor—, lograron conformar un amplio repertorio en el que figuraban obras tan relevantes como Santa Camila de la Habana Vieja, Andoba, El premio flaco y Contigo pan y cebolla. Estas puestas en escena tuvieron muy buena acogida no solo en las comunidades donde se presentaron, sino también en grandes escenarios como el Mella y el Teatro Nacional.

La labor conjunta con el Fondo de Bienes Culturales, dirigido entonces por la inolvidable Nisia Agüero, nos permitió crear una escuela, desarrollar una docencia de la técnica específica que debía emplearse en el trabajo en otras comunidades y que se puso en práctica en barrios periféricos de la capital como La Güinera y Romerillo.

Visiblemente emocionado, Huberto Llamas asegura que “cada agrupación creada, cada obra montada y cada barrio donde he trabajado —que suman más de 80— son algo así como hijos, los cuales he visto nacer y he criado. Por tanto, permanecen en mi memoria de manera imperecedera.

El Héroe de la República Gerardo Hernández Nordelo entrega reconocimiento a Huberto Llamas por su incansable labor artística al servicio de las comunidades. Fotos: Tomadas del perfil de Facebook de Gerardo Hernández Nordelo

Precisamente después de 32 años de ausencia, volvió a uno de esos hijos: La Güinera. En esta comunidad, perteneciente al reparto capitalino de Arroyo Naranjo, organizó en menos de un mes un hermoso y emotivo espectáculo que tituló Cantata por los barrios, y que tuvo como eje central la figura de Fidel.

Mientras en la Colina Universitaria, uno de los sitios más céntricos y populosos de La Habana, centenares de jóvenes liderados por nuestro Presidente rendían homenaje al Líder Histórico de la Revolución, allá en La Güinera, en las periferias de la capital, sus vecinos también le tributaban honores a través de representaciones artísticas y solemnes cánticos.

En esa cantata, una deuda que tenía con La Güinera, junto a los jóvenes que representan la continuidad, participaron varios fundadores del primer grupo de teatro que tuve el privilegio de crear en esa localidad. Ellos protagonizaron, hace aproximadamente cuatro décadas, la primera cantata que organicé y en la que tuve el placer inmenso de contar con la presencia de Fidel. En aquellos años las nombraba Cantatas por la paz.

Todos los textos utilizados en ese espectáculo pertenecían a José Martí y Nicolás Guillén, debido a lo que estos dos grandes escritores representan para nuestra cultura e identidad. Ante la enorme cantidad de personas que se dieron cita en el centro cultural recreativo El Triángulo, la noche del pasado 24 de noviembre, en vísperas del quinto aniversario de la desaparición física de Fidel, pude comprobar que efectivamente Cuba vive y renace en cada uno de sus habitantes. No estamos en guerra, como se pretende hacer creer fuera de las fronteras de esta Isla. Y lo más importante, ningún cubano está dispuesto a ceder una sola de las tantas conquistas alcanzadas.

La cantata en el centro cultural El Triángulo estuvo protagonizada por una parte de los vecinos de La Güinera.

Huberto Llamas se considera un eterno admirador de los Cinco Héroes de la República de Cuba y de Fidel. Acerca de este último, como resultado de una acuciosa investigación relacionada con la locución y el lenguaje que ha sido promocionada en conferencias, seminarios y talleres internacionales, afirma que “nuestro invicto Comandante es el mejor orador de todos los tiempos en Cuba y el mundo. El único líder político que ha logrado, por tres o cuatro horas, mantener atentos a sus palabras a más de un millón de personas y a otros cuatro o cinco millones a través de la radio y la televisión. Eso solo lo consiguió Fidel por su gran conocimiento de la palabra, del lenguaje corporal y de la comunicación”.

Resulta prácticamente imposible dar a conocer en pocas líneas la vida de uno de los precursores del trabajo comunitario en Cuba y uno de sus máximos exponentes, incluso en otras naciones; así como la trayectoria artística de un director teatral galardonado con 40 premios aproximadamente, por la fructífera labor desarrollada en su tierra natal y en otras regiones de Latinoamérica. A modo de resumen preguntamos a este genuino actor cómo le gustaría ser recordado, a lo que respondió:

“Ni por mi desempeño artístico ni por mis premios. Simplemente como el cubano que le hubiera gustado vivir cientos de años para servir todavía más a su patria y a su pueblo, el cual, justamente por su entereza, merece el mayor respeto. Como uno de los cubanos que más amó a su patria”.

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