Sosabravo en papel: ojos que escuchan los colores

Elaine Caballero Sabugueiro
28/10/2019

Ni el mismo Alfredo Sosabravo imaginó que en la presentación de su catálogo Sosabravo sobre papel, realizada este 25 de octubre en el Museo Nacional de Bellas Artes, al entrar en la sala los presentes se pondrían de pie y a viva voz festejaran su cumpleaños 89. Una sorpresa que el artista no esperaba justo el día de su onomástico.

Alfredo Sosabravo, Premio Nacional de Artes Plásticas (1997). Fotos: De la autora
 

La jornada académica tuvo dos actividades: la presentación del libro bajo el sello Collage Ediciones y la proyección del documental Sosabravo, su cuarta dimensión. Ambos materiales revelan las luces creativas del polifacético artista, y al mismo tiempo, nos acercan a su personalidad, a sus pasiones a la hora de situarse frente al lienzo en blanco o el formato que demanden las musas.

El ensayista y escritor Rafael Acosta de Arriba estuvo a cargo de dar a conocer el contenido literario y pictórico de la publicación con 350 páginas y más de 200 ilustraciones. En sí, el catálogo comprende solo las obras del artista hechas en papel, o sea, acuarelas, pinturas, serigrafías, collage, tintas y otros formatos.

De igual forma, contiene cuatro textos de los conocedores de la obra del maestro, René Palenzuela, Aldo Menéndez, Israel Castellano y el propio Acosta de Arriba. Más adelante, según este último, se prevé publicar libros dedicados a las diferentes estaciones creativas del Premio Nacional de Artes Plásticas (1997).

Sosabravo en papel contiene cuatro textos de conocedores de la obra del maestro,
así como más de 200 ilustraciones.

 

“De la mano de Alfredo Sosabravo la infancia se transmuta y se convierte en la vida entera. Él está más cerca que ningún artista cubano de todo lo que olvidamos al hacernos mayores o adultos. Su obra viaja al centro de la llamada edad de oro, esa zona ignota en la que crecimos alguna vez y que cuando pensábamos que ya era un lugar cómodo para residir, nos vimos arrastrados inexorablemente al vértigo de la juventud”, sostiene Acosta de Arriba en su texto “Alfredo Sosabravo, pastor de imágenes”.

De acuerdo con el también profesor existen tres rasgos fundamentales en las creaciones del pintor, ceramista y dibujante. Se trata de su condición “babélica”, así como la exuberancia de su colorido y su naturaleza onírica, “muy vinculada con la cosmovisión infantil”, afirmó.

En cuanto a la tercera condición, recordó los inicios del pintor, quien temió ser considerado como un artista naif, inquietud natural para quienes comienzan. Precisamente, cuando han pasado siete décadas, esa sensación de ingenuidad resulta su firma más verídica, absoluta.

Sus piezas en papel, al decir de Acosta de Arriba, poseen “altos valores antropológicos, donde es capaz de plasmar lo trascendente de la belleza, la alegría de la vida, lo carnavalesco en su estado más natural”.

 “De la mano de Alfredo Sosabravo, la infancia se transmuta y se convierte en la vida entera”,
afirmó Rafael Acosta de Arriba en la presentación del libro.

 

Nadie duda de la fuerza del color para implementar cánones permanentes, ya que permite instaurar memorias inalterables. Aunque se dejen de ver las pinturas del maestro en algún momento, cuando regresan a tus ojos, la sensación de empatía es innegable. Es como asistir a un encuentro con un viejo amigo, donde emisor y receptor quedan en silencio, a gusto con los personajes del lienzo, las tonalidades, los dobleces e intenciones de cada obra, en una comunión que el arte establece de manera exclusiva en el ethos emotivo.

La luz también define el quehacer de Sosabravo, ya sea de forma evidente o no, al igual que la capacidad de transmutar los sentidos y cambiar la lógica de pensamiento. En palabras de Acosta de Arriba: “el tacto mira, la mirada palpa y los ojos oyen los colores. Mundo de los sentidos. Las cosas son las mismas y son otras. La mente no piensa ideas sino formas”.

En la presentación, su compañera de generación Lesbia Vent Dumois compartió vivencias con el público presente, en especial de la época en que los dos trabajaban en un taller. De aquellos años recuerda la mirada atenta de Sosabravo ante la técnica del grabado en color, conocida por la Vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

“Yo no lo enseñé, compartimos ideas”, precisó Vent Dumois, quien se refirió además a la precisión con la que el Hijo Ilustre de Sagua la Grande, su tierra natal, domina la cuchilla, “casi cincelando las piezas; su obra la concibe desde la literatura, se hace asimismo un cuento”, expresa.

Sosabravo, por su parte, aseguró su permanencia en el arte mientras tenga firmeza en el trazo. A lo largo de su carrera profesional comenta que siempre le ha interesado pensar en terceros cuando pinta, nunca en modo singular. Así nos ha hecho protagonistas de sus aventuras con un boleto directo a una de las épocas más felices de la vida, la niñez. Si no existiera Alfredo Sosabravo en Cuba, habría que inventarlo, hacerlo nuestro. La regularidad con la que regresamos a su arte, es sinónimo de que necesitamos sus colores e historias para volver a ser felices sin tantas exigencias.

Asistieron a la presentación de Sosabravo en papel la Viceministra de Cultura, Kenelma Carvajal; Arturo Valdés, director del Fondo Cubano de Bienes Culturales; Norma Rodríguez Derivet, presidenta del Consejo Nacional de las Artes Plásticas; Nereyda López Labrada, Secretaria General del Sindicato de Trabajadores de la Cultura y Jorge Fernández, director del Museo Nacional de Bellas Artes, entre otras personalidades.