Quiérase que el tiempo precipite esos modos retardados de entender que es la escena el espacio donde el histrión pone en juego sus atributos técnicos e imaginales para seducir a un lector-espectador que cada día se nos muestra más inconforme, deseante y malicioso en tanto su mente y su cuerpo habitan otras coordenadas y otros son sus reclamos al juzgar que la creación coreográfica va más allá de las obsesiones y los artificios.
El folklore necesita un estudio previo, investigación de rigor y la escuela debe propiciar ese espacio, no es solo enseñar el movimiento, es hablar de una historia o de la génesis, eso es también dar una clase.