Armando Morales, titiritero de pura cepa

Marilyn Garbey Oquendo
13/1/2018

Llega enero con  una buena noticia: Armando Morales es el Premio Nacional de Teatro del 2018. Los espectadores que lo han visto subiendo las  lomas  más empinadas con sus títeres a cuesta y quienes lo hemos aplaudido en la salita del Focsa habanero, compartimos  hoy  su alegría.

Armando fue discípulo de los hermanos Camejo, los acompañó en su etapa dorada y de ellos atesoró su rigor y el placer por el trabajo. Habla con admiración de Freddy Artiles, recuerda que fue compañero de Carlos Pérez Peña en la Escuela de Arte Dramático y que compartía la escena con la querida Xiomara Palacio, se enorgullece al contar la admiración de los colegas del mundo por la obra de René Fernández. Hombre culto, se declara admirador de lo más ilustre de la cultura cubana, léase Matamoros y el Benny, Amelia Peláez y Antonia, por citar unos ejemplos.
 

 “El próximo 22 de enero, el día del teatro cubano, un titiritero subirá a escena”.
Foto: Sonia Almaguer

 

Perdí la cuenta de las tantas veces que vi, con placer renovado en cada ocasión, su representación de El panadero y el diablo o el Chímpete, chámpata,  las obras de Javier Villafañe que los niños disfrutan hasta el delirio. Inolvidable es su versión de La república del caballo muerto, un texto de quien fuera su entrañable amigo,  Roberto Espina, al cual le imprime su gracia para dialogar con el público adulto. Hay que decir en esta hora de júbilo que Armando tendió puentes entre los titiriteros cubanos y sus colegas latinoamericanos, pues gracias a él los retablos cubanos supieron de otros dramaturgos, de otras historias.

Siempre presto a compartir su experiencia de vida y los saberes acumulados en su vasta trayectoria profesional, mucho influyó el magisterio de Armando en el boom del teatro de títeres cubanos en los 90. Lo recuerdo impartiendo talleres de dirección y de actuación a los más jóvenes, deseosos de nutrirse de su sapiencia. En cualquier rincón de La Habana, en el Taller Internacional de Teatro de Títeres de Matanzas, colaborando con el Guiñol de Guantánamo,

Con frecuencia llegan noticias de su  presencia en las zonas más intrincadas de la geografía latinoamericana. La Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa lo cuenta entre sus protagonistas, los cerros de Caracas lo acogieron cual hijo. Es un titiritero laborioso e infatigable, como debe ser. Tanto, que ha recogido en letra impresa parte de sus saberes, quedan registrados para el futuro, son materiales valiosísimos.

Y en esta hora de reconocimiento para nuestro titiritero, es preciso evocar la puesta en escena de Abdala, el poema dramático que el joven Martí dedicara a la Patria. Junto al entonces muy joven Sahimell Cordero, Armando creó un montaje en el cual belleza y sobriedad se fundían para estremecer al espectador con el recitativo que hablaba del amor a Cuba.

Otra vez el teatro de títeres alcanza un gran lauro, el más alto que entregan los compañeros de labor. El próximo 22 de enero, el día del teatro cubano, un titiritero subirá a escena.