Diseño cubano: un signo de identidad desde nuestros saberes

María Carla Gárciga
10/6/2016

El diseño es la búsqueda de un equilibrio mágico entre el negocio y el arte; arte y talento; intuición y razón; concepto y detalle; alegría y formalidad; cliente y diseñador; diseñador e impresor; impresor y público”. Así reza un conocido principio de la exitosa diseñadora Valerie Pettis que se aviene muy bien con lo acontecido en la recién finalizada I Bienal de Diseño (BD Habana 2016), bajo la premisa Diseño y Prosperidad.

El evento desbordó las intenciones que caracterizan a toda primera iniciativa para convertirse en un macroencuentro que abarcó una variedad de espacios teóricos y exposiciones, talleres, proyectos conjuntos, entrega de premios y homenajes, encuentros multidisciplinarios e intercambios con diseñadores de todo el país y personalidades internacionales destacadas en el mundo del diseño. A su vez, incorporó como subsedes a las provincias de Camagüey y Santiago de Cuba, y hasta sirvió de plataforma para lanzar el número 1 de La Tiza, revista cubana de diseño.  


Foto: Kike
 

Luego de clausurada la Bienal, La Jiribilla conversó con su presidenta, Gisela Herrero, directora de la Oficina Nacional de Diseño (ONDi) y profesora adjunta del Instituto Superior de Diseño (ISDi). El estado actual de esta especialidad en Cuba, sus líneas de trabajo, las conclusiones más relevantes de la Bienal y los desafíos que se presentan de cara a la próxima, fueron algunos de los tópicos abordados en nuestro encuentro. Según comenta Gisela, la BD surgió como una vía expedita para promocionar el valor del diseño hacia adentro y fuera del país, e internacionalizar la labor de los diseñadores cubanos.

En el contexto de la Bienal —y también en otros espacios previos—, se ha debatido mucho en torno a la relación del diseño con la identidad, sobre todo en lo referente a la identidad nacional. ¿Qué opina al respecto?

El diseño tiene una vía de concreción importante en las salidas industriales, aunque rebasa la industria e impacta a otros sectores como la cultura, la educación, la salud pública, la comunicación política, etc. Siendo hecho por profesionales cubanos en un país convencido del valor del diseño —que es nuestra aspiración—, por fuerza termina convirtiéndose en un portador de identidad también. Pero más que un portador, constituye un signo de identidad en todo aquello que sea producido y generado desde los saberes cubanos, y contribuye e impacta en una imagen del país.

Todavía no hay una producción de objetos cubanos diseñados por la industria nacional que, a fin de cuentas, es la encargada de amueblar, calzar y vestir a nuestra sociedad. Aunque no es con la celeridad que quisiéramos ni va a la par de los apuros de desarrollo que el país necesita, percibimos con alegría una recuperación industrial y tecnológica que va a permitir abrirnos paso y obtener resultados expeditos.

Cuba está urgida de generar bienes y servicios propios, y hay responsabilidad por parte de los diseñadores para ejecutar y acelerar esas dinámicas.Cuba está urgida de generar bienes y servicios propios, y hay responsabilidad por parte de los diseñadores para ejecutar y acelerar esas dinámicas, pero tiene que haber un interlocutor consciente de su importancia, que conozca lo que está encargando para poner el dinero en las producciones donde más falta hace y donde haya identificada una verdadera demanda de mercado. A veces se importan objetos que no necesariamente están atemperados con una demanda real y eso se debe corregir para dar espacio a otras producciones verdaderamente nacionales y con materias primas propias, obtenidas del desarrollo local.


Foto: Kike
 

Cuando uno recorre el país ve las potencialidades creativas, la inventiva, la cultura desarrolladora e innovadora de muchos profesionales y gente de los oficios con los cuales se hacen alianzas interesantísimas para los resultados productivos; sin embargo, eso no se está explotando con la celeridad necesaria. Es de las cosas que más urge desde la visión de los decisores en la industria, los desarrolladores, los tecnólogos, porque todavía existe una visión coartada del trabajo en equipo.

El diseño en Cuba carece de estudios de mercado en tiempo real y de informaciones de entrada. Es importante contar con estudios de impacto y generar una figura que vuelva a encargarse de los estudios de mercado y las tendencias. Si bien debemos tener un diseño autóctono con valores propios, no podemos darle la espalda a lo que está ocurriendo en el mundo, todos tenemos influencias de otros y eso es bueno; se trata justamente de contrastar lo que se aviene a nuestro clima, nuestra gente y contexto.

El valor del diseño tiene que estar probado en la calidad de vida de la gente, verse en las tiendas, en los establecimientos, en espacios con colores propios

La economía no puede esperar a estar altamente liberada de las carencias. El valor del diseño tiene que estar probado en la calidad de vida de la gente, verse en las tiendas, en los establecimientos, en espacios con colores propios… A veces entras a lugares públicos donde parece que no estás en Cuba, porque el diseño no tiene nada que ver con nuestra luz natural ni con la forma del cubano. Y no se trata de hacer un país enclaustrado en sus saberes, sino de aprovechar las experiencias foráneas para sacar de ellas lo mejor, porque tenemos mucho que entregar.

Otro aspecto muy comentado es el proyecto Marca País. ¿Podría ahondar sobre sus características y objetivos?  

La Marca País viene de casi una década de trabajo. Es un signo que encargó el Ministerio de Turismo (MINTUR) en su momento, cuando se declaró al turismo como la locomotora de la economía cubana. Fue una urgencia para captar turistas y mercados en los polos emisores. El equipo multidisciplinario nacional trabajó con asesoramiento de profesionales extranjeros para dar al signo la versatilidad y polivalencia para el futuro que nos imaginábamos. Es un signo que puede amparar una promoción para un evento internacional, un resultado médico o de la biotecnología, la cultura… son los tipos de aplicaciones que pudiera tener, entre otras tantas, y poco a poco los usuarios han ido cobrando conciencia de su importancia.  


Foto: Cortesía de la ONDI
 

A veces se critica que muchas personas usen camisetas y otras prendas alusivas a Brasil, España, Estados Unidos, etc. Sin embargo, no existe aún una contrapartida cubana identitaria lo suficientemente sólida. En este sentido, ¿se extenderá la Marca País al vestuario?

Supongo que cuando esté aprobada se desaten dinámicas con esa intención. Creo que debe ser de los ejes que la marca paute, pero lo que sucede tiene también un trasfondo económico, porque mientras siga costando menos una camiseta de Brasil o de otro país con imagen México, Estados Unidos, etc., la gente va a tener que continuar poniendo en la balanza si se compra una u otra.

Hay tiendas aquí que les llaman imagen Cuba. No sé quién les puso así, porque es un error que una tienda venda imagen Cuba; la imagen Cuba no se vende, se comunica y se trasmite. Hay errores graves de desconocimiento, producto de no haber tenido un signo país hasta ahora; por eso hay que organizarlo, gestionarlo e implementarlo con disciplina. La Marca País debe tener requisitos y valores que permitan portarla para potenciarla, no para matarla. Eso se gestiona, se legitima y se controla para que no se plagie.

En la Bienal se produjo un intercambio importante con reconocidos diseñadores internacionales. ¿Qué aportes y novedades suscitaron los mismos y cuáles podrían tomarse como ejemplo para el desarrollo del diseño en Cuba?

Todos los expertos extranjeros con los que interactuamos cuentan con un saber técnico importante, un gran currículum y han trabajado en importantes publicitarias mundiales.  El diálogo fue muy bueno, porque se estableció una relación de igual a igual. En ningún momento tuvimos por parte de ellos una muestra de superioridad. Logramos un intercambio de contraste bidireccional y sin injerencias. Todos se fueron muy contentos, con deseos y planes de volver y hacer propuestas de trabajo conjunto a distancia. Uno se preocupa mucho más por hacer que por mirarse), pero el que nos mira desde afuera lo hace con mucho respeto.

Del intercambio surgieron proyectos para el tema del envase y embalaje, en los workshops de vestuario también salieron propuestas buenas, y en la cerámica, que viene de una industria paralizada en la Isla de la Juventud y se está tratando de recomponer. Lo importante es que, más allá de exhibir trabajos propios, pudimos iniciar a su vez varios proyectos.

El evento también sirvió como espacio propicio para entregar y exponer los Premios ONDi de Diseño. ¿Qué valores y elementos resaltaría de los trabajos premiados?

Lo más significativo es la relación directa de las propuestas con el desarrollo del país. Los premios son, justamente, el reconocimiento a un diseñador o un equipo de profesionales que están poniendo sus saberes técnicos en función de resolver un grupo de demandas de la economía, en cualquiera de los sectores, y exhibir resultados de alto valor productivo de cara a la salida de respuestas. Si además de eso se distinguen por un alto valor estético de diseño, es doblemente feliz el resultado. Los premios deben ser una vitrina y un observatorio para que la sociedad vea los beneficios que puede traer para su propio desarrollo.

Los premios deben ser una vitrina y un observatorio para que la sociedad vea los beneficios que puede traer para su propio desarrollo.Usted comentaba que la Bienal sería una plataforma para posicionar al diseño como actor estratégico en el impulso del desarrollo económico, social y cultural de la nación. Al respecto, ¿cuáles fueron las principales conclusiones del evento y las líneas de trabajo? ¿Qué desafíos se vislumbran para la próxima edición?

La Bienal fue un sueño logrado y se hizo cuando el país estuvo listo y en condiciones. Este evento lo realizó la comunidad de diseñadores con su esfuerzo, su dinero y su tiempo, dejando a un lado sus dinámicas diarias para poderse dedicar incluso al montaje de las exposiciones, aunque un grupo de instituciones los acompañaron.


Foto: Kike
 

Fue un evento que no se miró al ombligo, sino que abrió las puertas a otros profesionales como arquitectos, ingenieros civiles, artistas, historiadores, maestros; también el ciudadano promedio tuvo la oportunidad de acercarse a lo que estaba ocurriendo en el diseño cubano.

Las principales conclusiones están dadas en la importancia de la formación del diseñador cubano, porque todo empieza en la academia. Los diseñadores se están formando directamente atemperados con las demandas de la economía; las tesis intentan dar respuestas a necesidades puntuales del país y es un logro que exhibimos con humildad, pero con orgullo.

También se habló en los intercambios sobre la importancia de acelerar las dinámicas de inserción del diseño en la industria. Hay que entender, además, la necesidad de modificar el discurso político, visual y comunicacional; entender que ha cambiado la visualidad porque han cambiado las tecnologías, por eso debe atemperarse el pensamiento a esas nuevas plataformas y a lo nuevo que está ocurriendo.

Lo más importante que dejó la Bienal fueron las líneas de trabajo: insistir en el desarrollo del mobiliario para la tercera edad, sacarle mayor partido a las materias primas y pensar el reciclaje como una vía para seguir adelante. Lo más importante que dejó la Bienal fueron las líneas de trabajo. Estas van encaminadas a insistir en el desarrollo del mobiliario para la tercera edad, sacarle mayor partido a las materias primas y pensar el reciclaje como una vía sine qua non para seguir adelante. Esta no puede ser una opción para países como el nuestro con economías difíciles y complejas, tiene que ser una actitud. Y el diseño debe estar en función de poner en expresión esa vía importante de reciclaje con resultados de alto perfil.

Para la próxima bienal queremos tratar de movernos más hacia espacios exteriores, donde la participación pueda ser aún más pública. Por el momento, concluimos esta y quiero aprovechar para agradecer al equipo de la ONDi, a todos los colegas sin excepción, a las organizaciones: Cultura, el Fondo Cubano Bienes Culturales, el ISDi que fue un puntal importante; a las provincias, a Caguayo; al maestro Lescay, que nos acompañó desde el inicio; pero principalmente a todos los diseñadores cubanos, donde quiera que estén, porque ellos fueron los que hicieron este evento.