Yo sé de un color oscuro
que emite luz, amparado
por espíritus de fuego,
tierra, palos, cruz…
Yo sé de un azabache,
impregnado en un árbol,
con raíces profundas
de continente lejano.
Versos negros
Pablo Dussac

El imaginario en la cineasta Gloria Rolando, desde lo vivencial, lleva una mención aparte en la narrativa social y fílmica cubana. Empeñada en rodar historias de la Historia, el reto de esta directora a través de las imágenes es similar al objetivo de una semilla cuando la tierra cubre su cuerpo y espera la lluvia: germinar para convertirse en árbol y con ello permanecer al alcance de todas las miradas posibles y guardar en su corteza cada uno de los apuntes que el tiempo deja en los dibujos de su tronco.

Mas cada uno de esos apuntes, devenidos fragmentos, antes de ser colocados en el anaquel del olvido, fueron recogidos por Gloria Rolando en la serie documental Hermanas de corazón‚ que tiene para ella un matiz personal al imbricarse la niñez de su madre con cientos de niñas cuyas maestras fueron monjas pertenecientes a una congregación nacida en los Estados Unidos, pero con una génesis cubana: las Hermanas Oblatas de la Providencia.

Un periplo hacia los orígenes caracteriza la esencia del segundo capítulo de Hermanas de corazón.

Con este segundo capítulo de la serie documental dividida en tres partes, la cineasta reconstruye un camino espiritual a través de testimonios de mujeres iniciadas en la orden eclesiástica que ejercieron hasta 1961 como maestras en diferentes colegios fundados en La Habana, Cárdenas, Santa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba. Por fortuna‚ quedan registradas anécdotas de algunas alumnas que transitaron por estas instituciones, quienes llevan consigo de modo permanente las enseñanzas de las hermanas Oblatas, objetos y fotografías de la época.

“El por qué” principia una interpelación inevitable en el documental. Las interrogaciones se clavan como una flecha en la conciencia de quien observa. ¿Dónde quedó el rostro de los humildes en la historia de un país? ¿Por qué las personas de piel negra en Cuba, además de sufrir toda clase de marginaciones, no tienen el mismo protagonismo en los procesos históricos impartidos en los diferentes niveles de enseñanza?

Redimir y cuestionar son dos infinitivos permanentes en este capítulo de la serie cuyo sosiego narrativo, gracias a la fotografía de Oscar Valdés, repercute en el espectador por las continuas secuencias en instituciones religiosas donde la paz y el equilibrio de las palabras desprenden tanta luminosidad.

“El imaginario en la cineasta Gloria Rolando, desde lo vivencial, lleva una mención aparte en la narrativa social y fílmica cubana”.

En el intercambio con los periodistas asistentes a la proyección, Rolando manifestó la influencia martiana en su obra, de la cual se extrapola la máxima del Apóstol: “Ser culto es el único modo de ser libre”. Precisamente a través de la libertad creativa, su directora derriba los muros de los estigmas, remueve los cimientos de la marginalidad histórica y devuelve a su lugar‚ mediante la permanencia documental, como término a un exhaustivo proceso de rodaje entre los Estados Unidos, Canadá y Cuba, el acto de siembra de las Oblatas entre los sectores más humildes de la sociedad cubana.

Viaje a la semilla se titula una de las obras maestras de Alejo Carpentier, y precisamente un periplo hacia los orígenes caracteriza la esencia de este segundo capítulo de Hermanas de corazón; pues incorporar génesis de terceros al recuerdo fomentará pensar de modo más amplio y posibilitará intercambiar miradas ante las heridas impresas en el color de una piel como testigo de las ignominias, pero redimidas en directoras como Gloria Rolando, hacedoras de la imagen con destino a una verdad, que no perece en el silencio de los retratos o en el polvo de los ropajes antiguos.