Toda la luz contra los cuadrados

Rubén Darío Salazar
12/5/2016
Fotos: Julio César García
 

No hay nada enteramente original en este mundo. En materia de arte hay que hacerlo todo desde nuestra más íntima verdad. Ese acto de fe y de sinceridad es lo que aporta el toque personal sobre lo que ya se ha dicho y redicho. Es ese el signo que distingue a la Compañía de Teatro Y no había luz, primer grupo teatral titiritero ―si es que puede encasillársele en esa limitada arista― de Puerto Rico que participa en el Taller Internacional de Títeres de Matanzas (Titim).

Elegido su espectáculo Cutendencia para clausurar el 12 Titim en el Cine Teatro Velasco, intuíamos que un grupo con ese nombre raro y enigmático no iba a proponer una obra cercana al realismo, sino que más bien sería una suerte de convocatoria a la imaginación, que incitara al espectador niño o adulto allí presente a múltiples interpretaciones y reinterpretaciones.


 

Una gran caja con piernas hace su entrada a escena; ¿hembra?, ¿varón?, no importa el género para estos personajes de colores grisáceos y andar mecánico. Tras una danza robótica y textos para un títere-símbolo manipulado a cuatro manos, lo que el espectáculo plantea en su inicio, entre otras cosas, es el sentido de fusión de estos artistas, mezcla aderezada con música, muñecos, objetos y juguetes, todo lo que pueda sugerir y provocar.

El montaje se apoya en el lenguaje extraverbal de actores clowns que ostentan narices y tocados cuadrados. Son seres de un mundo dominado por la figura del cubo. Ya sabemos los cubanos lo que significa ser un “cuadrao”. No lo es menos para los portorriqueños. Solo que la puesta en escena va más allá. Habla de un universo de personas encasilladas, presas de deberes y contratos, portadores de una sensibilidad muerta. Vidas homogéneas y cuadriculadas, pensamientos geometrizados, sin ningún atisbo de transformación.


 

La dinámica espectacular se subvierte cuando irrumpe otro hombre cuadrado que porta una pelota. La risa, el juego, la alegría se apoderan de la platea, y esa interacción gozosa revela que es posible salir de la rutina, de la “cutendencia”, aunque los cuadriculados se opongan y entren en crisis. Una lluvia de pequeñas pelotas multicolores inunda el escenario. Los cuadrados se hacinan en un cubo gigante, presos del pánico al cambio, encajonados para siempre.  Toda la luz acaba con ellos.


 

Los rostros de Yussef Soto, Yari Helfeld, Nami Helfeld, Francisco Iglesias, Carlos Torres y Pedro Iván Bonilla, al final de la función, sonríen felices con los sonoros aplausos del público, sabedores de que Y no había luz forma parte de una legión de seres coloridos y libres, dueños de su propia vida, jamás de ningún ejército cuadrado y negador.