Solo los enemigos de la independencia pueden estar con los que no la traigan en su corazón.
José Martí

Hicimos un editorial donde abordamos la naturaleza imperialista de todo un bloque político —el que convoca a marchar el 15 de noviembre— y nos respondió un individuo, Yunior García Aguilera, al que, por cierto, mencionamos una sola vez. Tal gesto es expresivo de la peculiar eficacia política de esta nueva operación, en dos sentidos. Por un lado, se publicita una persona a la cabeza, con credenciales de autenticidad y buenas intenciones, que ponen a sus alianzas en un segundo plano. Por el otro, se conforma la vanguardia con varias personas sin vínculos directos con el gobierno norteamericano, las que hacen más creíble el relato del carácter “independiente” de la iniciativa. En resumen, el protagonismo individual opaca los rasgos que emergen del conjunto, y la forma sustituye al contenido.

Yunior es un teatrista talentoso que nos habla con belleza de paz, amor, respeto a las diferencias, justicia y bienestar, pero en su marcha todos caben, incluso los que apoyan una política que oprime al pueblo de Cuba —Consejo para la Transición Democrática, UNPACU, Movimiento San Isidro, Carta Pública al presidente Biden para que no levante el bloqueo, y otros instrumentos. Es decir, en la marcha de los derechos caben los que pisotean los derechos de un país entero. Esto termina por develar su naturaleza, de ahí que en nuestro editorial no enfocáramos a Yunior, sino a todo el bloque del que él es solo un rostro público y un punto de condensación.

“El protagonismo individual opaca los rasgos que emergen del conjunto, y la forma sustituye al contenido”.

No es posible demostrar que cada uno de los firmantes y líderes de la petición son cuadros profesionales del partido único del imperialismo, pero, en nuestra comprensión —que dista de las más socorridas— esto es solo una de las manifestaciones del problema. El carácter de una acción política se define por sus contenidos. Estos siempre tienen un lado explícito y otro latente. Aquí las omisiones son tan importantes como los alaridos. Es sugerente que este bloque se agite con fervor para señalar la ausencia de la injusticia interna en el discurso oficial, y piensen que no vamos a aplicar el mismo análisis a su cándida omisión del bloqueo y el hegemonismo estadounidense en una marcha que se pronuncia por los “derechos” en Cuba.

La brecha que salta a la vista entre ambas omisiones es que la primera se inscribe en un entramado altamente defectuoso, pero en cuyo seno tenemos patria, y la segunda alberga una subordinación que no trajo justicia para este pueblo ni la traerá nunca —basta con mirar tanto niño desnutrido y tanto despojo en países que no son bloqueados porque no hace falta. El Consejo para la Transición Democrática completa el trabajo con su programa de privatizaciones y su intención de devolver los bienes expropiados por y para el pueblo en los primeros años de la Revolución. La coalición se remata con la promoción realizada por la Fundación Nacional Cubano Americana y la presencia de instituciones religiosas de una perspectiva ultraconservadora sobre los derechos conquistados y por conquistar por mujeres y disidencias sexuales. Es claro que el 15 de noviembre se marchará también para desmontar aquello con que la patria viene unida por un cordón umbilical: los acumulados del socialismo en Cuba y su posibilidad de relanzamiento y profundización.

“Ningún proyecto de opresión va a presentarse como lo que es”.

Ningún proyecto de opresión va a presentarse como lo que es. Todos tienen sus formas de legitimación y su lenguaje auspicioso: “activistas independientes”, “medios independientes”, “marcha cívica”, “derecho a tener derechos”, etcétera. Los menos indecentes han corrido a englobarse con los impúdicos en estas etiquetas, y a darse entrevistas entre sí. Yunior mismo es un ejemplo cuando ha prestado su voz tantas veces a medios de curiosos presupuestos y agendas alineadas con políticas imperialistas: ADN Cuba14 y Medio, Radio y TV Martí, entre otros. Se acude a decir “la verdad” en las plataformas encargadas de legitimar mediáticamente que no tenga Cuba un respiro con la Covid-19, que las navieras no traigan combustible, que los familiares del exterior no puedan enviar remesas, que cada importación salga tres veces más cara, que un niño muera por falta de un medicamento que solo se produce en Estados Unidos, y que un gobierno extranjero tenga el derecho de imponerle todo eso a un pueblo entero.

La legitimidad de esta oposición de derecha solo puede prosperar en nuestros fallos, y esa es la clave del editorial “O Guisa o Praga”. Yunior lo omite en su libelo, pues nada le molesta más que la existencia de jóvenes comunistas armados de la crítica revolucionaria sin recibir ni un centavo ni una orden.

Los síntomas de una condición política reaccionaria

En la publicación que Yunior García nos dedicara  — con sincero abrazo incluido —  se dice que no fue escrita “como respuesta”, que no pretende “convencer[nos] de nada”. Con más razón debemos agradecer, entonces, esta especie de “trabajo voluntario” de divulgación. Ello nos lleva a preguntarnos cuál fue el objetivo, y apostar por que se trata de una operación más de marketing político. Esta idea aparece reforzada en la frase: “Escribo para aquellos que, sin haber leído uno solo de nuestros comunicados, puedan caer en la trampa de los nuevos autonomistas”. Lo lamentable aquí es la manera en que se reproduce el discurso elitista y condescendiente que también se presenta en una parte de la llamada “oficialidad”: hablamos para los “confundidos”. A ellos, bondad mediante, se les exime de leer, contrastar, pensar: no lo revisen, no es necesario, aquí les pongo yo cómo deben pensar; no les digo “lean”, sino “confíen”.

Por otro lado, resulta llamativa la comparación del editorial con la producción autonomista del siglo XIX. Ella, en nuestro criterio, expresa un acto fallido, un deseo, una autoevaluación: mis críticos son los autonomistas; yo soy Martí.

Y resalta este giro histórico-político cuando existe toda una (re)construcción de la historia de Cuba protagonizada por Yunior García en El Enjambre, última “temporada”, en la cual presentó un segmento llamado Historia sin histeria.

Su visión de la historia es aquella que dice que “la conquista de Cuba no fue nada del otro mundo”, o que hechos como la matanza de Caonao fueron “intentos de pacificación que a veces terminaban con violencia”. En realidad, su visión de la historia justifica la invasión española a América. Ayudaría, para no caer en aquello que llamó “difama[r] sin acompañar su mentira con una sola cita” que dejara algún pasaje del editorial de La Tizza en el cual se vea algún dejo autonomista.

En línea con ese dogma de “time is money”, nos dice quien escribió la publicación que “cansa hablar inútilmente”. Sucede que su apuesta no es el silencio ante “O Guisa o Praga”: su alternativa para ahorrar palabras es endilgar al texto de La Tizza cosas que no dice, porque, en el fondo, es el mismo mecanismo de mezclarlo todo y la pluralidad no existe cuando no es la suya. Ese es el país que nos proponen. Las prácticas que critican son las mismas que reproducen: “Solo somos limpios nosotros y nuestros aliados, los demás son desechables”.

“Se puede ser anexionista y no responder a una agencia de Inteligencia estadounidense”.

Uno de los mejores ejemplos de esa mezcla ahorrativa se transparenta en la frase: “Pero claro, si no me relacionan con la CIA, los autonomistas no se ganan sus megas”. Preguntamos: ¿Hay mención en el editorial a la CIA? Cuando existía el anexionismo en Cuba, en pleno siglo XIX y por razones diversas, no había CIA. Se puede ser anexionista y no responder a una agencia de Inteligencia estadounidense.

Aquí sucede lo siguiente: cualquier divergencia es canalizada como una “operación de Inteligencia”. A quienes sostenemos que las soluciones son políticas y no policiales nos intentan invertir la ecuación. Ante la carencia de argumentos se va a situar el móvil principal: el dinero, los megas. Se trata de un chato determinismo economicista. Lidiamos entonces con la reproducción de un discurso estalinista, extremista, desde otra posición ideológica, desde otro lugar. Es decir, cambia el contenido, pero la forma estalinista de acusación moralista permanece invariable. ¿Por qué la reacción ante la diferencia es la acusación a aspirar a “tener un cargo”, “actuar por encargo” y “tener megas”? ¿Será una proyección? Esto por no hablar del clásicamente estalinista “lavado de la historia” que representa decir que hablamos de la CIA, cuando no lo hicimos.

Este “lavado”, esta “mentira”, este “mezclarlo todo” se desarrolla como condición previa de la victimización. Dice Yunior García para “responder” —que según él no es tal respuesta— al primer trabajo en que su nombre fuera mencionado en La Tizza: “Contra mí, llevan un año hablando de lo mismo, como papagayos, desde un perfil anónimo. El mismo perfil que ha dicho horrores, incluso, del enorme creador y ser humano que nos ha regalado obras como ClandestinosSuite Habana o El ojo del canario”. ¿Qué tiene que ver esto con el editorial de La Tizza?

Si fuera menos victimista, sería creíble, pero no lo es, sobre todo cuando trata de ligar su victimismo a la suerte de una personalidad como Fernando Pérez. Quizás debería explicarle a Fernando Pérez cómo, a pesar de hablar de obras icónicas y arraigadas en los cubanos como Clandestinos, tuvo ocasión de burlarse de dos mujeres combatientes de la clandestinidad —la de verdad, la que puso muertos en la lucha contra la tiranía real de Batista, no la farsa de inicios de 2020, de la cual no escuchamos un posicionamiento claro de Yunior García ni su entorno— como son Lidia Doce Sánchez y Clodomira Acosta Ferrals, tal y como hizo en El Enjambre en diciembre de 2020.

¿O es que solo la historia que vale es la que puede acomodar a su antojo?

Hablando de “acomodar”, o manipular, en este caso, tan bonitos que suenan los tratados teóricos sobre “el populismo” en la actualidad, aquí va una joya de propaganda populista y falsa: “Estos señores con camisetas del Che [por cierto, quién le dice “camisetas” a los “pulóveres” en Cuba] llamaron delincuentes a los marginados que salieron el 11 de julio a denunciar su pobreza. Y les gritaron vándalos, sucios, vulgares”.

Esto es una simple mentira, pues, entre otras cosas, La Tizza hizo una cobertura diversa de los sucesos del 11 de julio, criticando siempre la interpretación elitista del suceso. De hecho, en el propio editorial se critica este aspecto. Sí, está allí, solo hay que leer bien y ser honesto.

Pero vamos más allá, ahora que hay pedido explícito. Para nosotros no se trata de la “ruta del dinero”. Se trata, por ejemplo, de la asociación y el silencio ante el apoyo de la vieja contrarrevolución agrupada en torno al Consejo de Transición y la laya que lo compone.

El carácter de “mercenario” que asumen algunos en ese conglomerado pretendidamente amorfo que es Archipiélago no es porque —necesariamente— reciban dinero de alguna parte. El carácter mercenario de su propuesta radica en haber alineado su política con la de cambio de régimen implementada por el gobierno de Estados Unidos contra Cuba. Ello se evidencia, por ejemplo, en su coincidencia con las autoridades de Washington en relación con la falta de legitimidad de la Constitución cubana de 2019, como tuvo a bien recordar el encargado de Negocios en La Habana, Timothy Zúñiga-Brown, en una entrevista con El Enjambre.

Dicen oponerse a la intervención extranjera. Esa fachada sirve justo como eso, como fachada. Dados sus conocimientos históricos, deben recordar que un Partido, llamado Moderado —repleto, eso sí, de exautonomistas y encabezado por un independentista “que nunca creyó de verdad en la independencia”, como Tomás Estrada Palma, a quien una de las cabezas de Archipiélago, Leonardo Fernández, “saludó” en ocasión del 20 de mayo—, no quiso intervención yanqui, hasta que la quiso, en 1906. Archipiélago “no quiere la intervención”, porque para eso tiene a su “ejército de reserva”, compuesto por otros grupos —otras “islas” en esa “pluralidad” donde todo cabe, incluyendo el anexionismo y el fascismo— que sí la van a pedir, como ya lo han hecho, llegado el momento. Ese “ejército de reserva” es el que “está puesto” para, cuando sea la “hora de Cuba”, llevar el caos a las calles, como ya lo hicieron, y amenazan con volver a hacerlo. A Archipiélago solo le toca poner la “cara amable” del caso.

Hay en la respuesta-post una cierta exclusión generacional: “Los jóvenes de hoy, afortunadamente, son más inmunes al adoctrinamiento”, y ello en un país que camina de manera acelerada al envejecimiento demográfico. Al mismo tiempo, se expresa en la frase una simplificación de lo que es el adoctrinamiento. En esta época los centros ideológicos del poder mundial, que no son un Estado, adoctrinan a través del “delicioso despotismo” de la simplificación de las ideas y de la idiotización de las personas. Se ha propagado el sentido común de que todos podemos vivir como si fuéramos una familia de clase media de una serie de televisión estadounidense, ganar un día un premio en La Voz, conducir automóviles que nunca terminaremos de pagar, explotar una tarjeta de crédito con otra tarjeta de crédito, y un largo etcétera que es, sin dudas, adoctrinamiento. Contra ese adoctrinamiento, por desgracia, no solo la juventud, sino casi ningún grupo etario en Cuba o fuera de ella estamos inmunizados. Hemos naturalizado la injusticia y, en efecto, la gente repite que el “pobre es pobre porque quiere” y “Cuba es pobre porque no paga”. La simplificación de la complejidad del mundo contemporáneo y del funcionamiento de los mecanismos de dominación es el mayor triunfo del adoctrinamiento.

Lo que sin dudas debemos reconocer es la capacidad de Yunior García para abrir temas que pudieran derivar en amplias discusiones y ahogarlos en una frase. Son clases de Historia, se diría, para quien no quiere “escuchar inútilmente”. Una perla, por ejemplo, se refiere a “el corrimiento hacia el rojo de la Revolución”. Al parecer en este caso hay una “confusión”: el corrimiento hacia el rojo no es el corrimiento hacia el modelo soviético, eso vino después —en los 70— y, en nuestra opinión, fue un alejamiento del rojo. En ese fragmento hay un coqueteo con Jean Paul Sartre y la idea de revolución verde, sin ideologías. Por “desgracia”, no hay revolución sin ideologías.

“La simplificación de la complejidad del mundo contemporáneo y del funcionamiento de los mecanismos de dominación es el mayor triunfo del adoctrinamiento”.

Otra perla, esta vez “negacionista” de su propio discurso: “La izquierda internacional más joven cada vez se desmarca más de los autoritarios, los camisas negras”. Llama la atención que Yunior García pueda hablar de lo cual niega su existencia —“no hay derechas, ni izquierdas”—, pero nosotros sabemos que existe esa izquierda internacional más joven, que es poscapitalista y se desmarca de los extremismos de derecha, con nombres diversos, de los fundamentalismos religiosos y de las desigualdades del capitalismo mundial, liderados por su centro global: Estados Unidos. La izquierda joven mundial no llora con hipocresía por las mujeres afganas cuando en sus países la Iglesia católica, el patriarcado y el capitalismo se ensañan contra las mujeres; o los bancos, dueños del mundo y amigos de dictaduras islámicas que hacen lo mismo que los talibanes, financian el fútbol que ven cada semana millones de personas.

Una más: “Pretendieran relacionar la marcha con la Revolución de Terciopelo, el nacimiento de Robert Kennedy o el cumpleaños de Biden”.

El 20 de noviembre ocurrieron, en efecto, muchas cosas. Sin embargo, nosotros apuntamos a una en particular: la Revolución de Terciopelo, porque, al parecer, ese es un paradigma para el grupo Archipiélago. En definitiva, no fuimos nosotros los que nos pasamos los últimos tiempos hablando de un sindicato católico, apoyado por la CIA, como Solidaridad, en Polonia.

De hecho, ante la recurrencia de la Revolución de Terciopelo nuestra apuesta fue Guisa, miramos a Guisa. No tienen que culparnos o disculparnos por nada: no miramos a Estados Unidos o Europa primero. No fuimos nosotros quienes tuvimos que viajar hasta Londres para descubrir lo que era un bembé. Y para referencia geográfica, Guisa queda en Granma, al oriente del país: esa, como Yara, es nuestra referencia.

Ciertamente, como recuerda el post-(no)respuesta, el 20 de noviembre nació Félix Varela y Morales: “el patriota que nos enseñó a pensar”, dice Yunior. ¡Ah, las cosas que escuchamos en la enseñanza primaria! No obstante, aprendimos bien la lección, y al recordar a Varela no cometemos el error de repetir que nos enseñó a pensar, sino la claridad que nos enseñó primero en pensar: son cosas distintas.

Para cerrar este paseo (collar) de perlas, se dice en el post-respuesta-no respuesta: “Si quieren posar como expertos conocedores de la historia no olviden que los mártires de la Sierra Maestra no tenían ni idea de que estaban muriendo por implantar en Cuba el pensamiento único”. Más allá del mantra del “pensamiento único” que es, en la práctica, el único pensamiento para hablar sobre la ideología de la Revolución Cubana, resulta cuanto menos hipócrita hablar de los mártires de la Sierra Maestra cuando —como ya se dijo— Yunior García se burlaba de mujeres como Lidia y Clodomira. Los mártires de la Sierra Maestra y del llano no parecen —en realidad— interesarle mucho.

“Hemos tratado de leer a Martí sin fragmentarlo, completo, sin quitarle una coma”.

Vale similar reflexión para el otro mantra de Martí contra el socialismo. Es el equivalente simétrico de una mala práctica de los que tratan de ver a Martí como un comunista en ciernes.

Nosotros podemos acercarnos a leer a Marx, a una parte del universo ilustrado que le precede y a representantes de la tradición marxiana y marxista, porque hemos tratado de leer a Martí sin fragmentarlo, completo, sin quitarle una coma. No hay dos o tres Martí. No hay un Martí “liberal” que sea diferente/desconectado del Martí profundamente antimperialista. No hay honestidad en asirse de uno y esconder al otro.

De hecho, si se quiere leer a Martí, de verdad, más valdría poner en contexto que lo dicho por él sobre Marx y Herbert Spencer fue en 1883 y 1884 —mucho antes de entender, con claridad, cómo se transforma el mundo por la vía revolucionaria y lo que significa “echar a unos hombres sobre otros”— y que cuando, por último, le escribió al respecto a su queridísimo Fermín Valdés Domínguez (1894) —esa repetida cita de la cual algunos se agarran como clavo caliente— habló de dos peligros. El segundo es convenientemente olvidado con mucha frecuencia y viene muy bien recordarlo en tiempos como estos: “El de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.

Tomado de La Tizza

10