“Dichosos los danzantes que disponen del útil más elocuente,
el más prodigioso de todos: ¡el cuerpo humano…!”.
José Limon

Justo en el opening del ensayo El espacio vacío, Peter Brook nos dice que se puede tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un espacio desnudo. Una persona camina por ese espacio vacío mientras otro le observa, y esto es todo lo que se necesita para realizar un acto teatral; así el maestro inglés puntualiza cómo las trayectorias de los cuerpos en el espacio de acción son quienes tejen la gramática creativa y se constituyen ellos mismos en organización para el movimiento, la transformación, la génesis alrededor de lo teatral, lo sonoro y bailante que demanda la escena.

Ahora, cuando ese cuerpo en juego al interior de un escenario “tan musical” es capaz de trascender los rancios estándares tallados (90.60.90) en peso ligero y ágil, en altura (1.60 / 1.73 mínimas), en distribución somatotípica (relación miembros-torso perfecta, cuello largo, cabeza pequeña y piernas arqueadas); cuando es suficiente para volverse sonoridad palpitante, enunciación vocal atinada, y resuelve con gracia, elocuencia justa, presencia acorde a sus roles y situaciones (incluso, por improvisadas que estas parezcan), la acción (información contenida en el movimiento) de su corporalidad danzante, entonces crea y aporta nuevos espacios, se explaya hacia otros tantos posibles y se restituye apto, atendible, idóneo.

Ante Tan musical, el espectáculo made in Compañía Verdarte & Orquesta Failde que sirviera de apertura al “5.o Encuentro Internacional Danzonero Miguel Failde In Memoriam 2023”, en el Teatro Sauto, me atrevería a sospechar como Adolphe Appia que, aun cuando el espacio es nuestra vida, nuestra vida crea el espacio y nuestro cuerpo lo expresa. Entonces, para medir el espacio (el físico del escenario matancero y el ficcional del acontecimiento teatral), el cuerpo tiene necesidad del tiempo. La duración de sus movimientos mide, por tanto, su extensión, desenvolvimiento, eficacia. Nuestra vida crea el espacio y el tiempo, y del tiempo en el espacio. El espacio vacío e ilimitado, donde nos hemos situado al inicio de todo para efectuar la conversión indispensable tal cual, ya no existe. Solo nosotros existimos y será la escena donde se concreta la voluntad, el ser/hacer poético y generativo del cuerpo teatral sonoro bailante del performer. Hay en las bailarinas y bailarines de la Compañía Verdarte un modo desenredado y hábil de saber construir sus presencias y de habitar el espacio, el propiamente somático de sus cuerpos y el que ellos crean en el plano coreográfico.

Al tiempo que el arte implica siempre artificio, el espectáculo logra con elegante equilibrio distinguir/conjugar lo intrínseco de lo sonoro, de lo teatral y lo coreográfico…

Advertir la importancia de ocuparnos en la funcionalidad autónoma de la danza y su devenir como coreografía, es preciso. Del influjo popular del baile a la imaginería escénica, mientras transcurren muchos años y múltiples acontecimientos, el sentido de “lo coreográfico” (arte de escribir desde y con el cuerpo sobre el espacio) va definiendo la forma y solidez de un pensamiento activo en la danza. Ella, construcción histórica, social, cultural, política, artística, determinada por naturalezas múltiples que le dan esa forma y solidez, que se estructura según los contextos y que se explica dentro de circunstancias sociales, culturales, políticas, artísticas y creativas propias de ese contexto, entretanto la van definiendo y dándole significados, su praxis, produce, se reproduce, se transforma y pasa históricamente de un extremo a otro. Y en ese pasar la página, la representación de los cuerpos de Verdarte en las coreografías, se torna “efecto de una elaboración social y cultural”, al decir de David Le Breton. Y es ahí, en ese filoso instante de “pasar la página”, donde el elenco de Tan musical, revista que mixtura danza, actuación, canto e interpretación musical en vivo, entablado escenográfico por niveles, planos, sets y exquisitos diseños de maquillaje, peluquería, vestuario e iluminación, transcurre afinado y puntual. Creo que, con mucho, los cuerpos (todos) teatrales, sonoros y bailantes reforman escénica, creativa y dramatúrgicamente la potencia total que actrices y actores, bailarinas y bailarines, cantantes, instrumentistas, percusionistas, le van otorgando al espacio escénico en sus valores plástico (de dúctil, flexible, formativo, concreto, sintético) y visual pleno, rotundo.

A su vez la sonoridad, la que producen voces e instrumentos y aquella que emerge de la palabra dicha o cantada, del roce, de las palmas, silbidos y alaridos, de las voces azarosas y respuestas del espectador, arma una arquitectónica ensamblada en su conjunto melódico, armónico y rítmico. La música escénica no es mero puente ni acomodada conexión entre las partes; ella siendo conciliadora y hasta interdependiente, es tremendamente autónoma dentro de Tan musical. Siendo y no siendo pretexto danzonero, la Orquesta Failde hacia el interior espectacular de la revista musical y hacia el exterior de la amplia agenda del 5.o Encuentro…, nos propone que no existe un único itinerario para situar la música en el plano de la teatralidad, como tampoco existe una sola forma de escucharla, sentirla, vivenciarla. Escuchar es acceder a otros mundos, a otros paisajes, los reales de la posible maqueta argumental de un género musical en específico o los imaginarios e imaginados tras la escucha. Escuchar, al decir de Joan Cerveró, es vivir en “el otro sonoro”, reconocer en el otro (la obra teatral/musical) un mundo cuyo sonar es proporcionado, conveniente, singular, único y múltiple en sus acoples. Cada pieza para la escena de Tan musical suena de una manera definida porque intenta presentar un mundo propio. No solo con la palabra (las dichas y las omitidas), también con los sonidos se teje la transición, el estímulo, la sensación, la réplica y contrarréplica de los actores/personajes, del baile y las situaciones de cada cuadro.

Nótese cuánto tiene Tan musical de actual y de inmemorial. Al tiempo que el arte implica siempre artificio, el espectáculo logra con elegante equilibrio distinguir/conjugar lo intrínseco de lo sonoro, de lo teatral y lo coreográfico al revisitar un pasado glorioso de nuestra historia musical teatral, sus personajes tipos, motivos dramáticos y situaciones conocidas. Aun configurando un espectáculo musical entretenido y que ameniza, que llama la atención de los públicos por las situaciones que maneja, por la concepción de los personajes, por la oportuna grafía de sus danzas, no hay un abaratamiento de los recursos expresivos que porta y expone el cuerpo danzante; detrás de un gran salto, de una peripecia acrobática, está el training a la par de la intención poética coreográfica, cambiante, transformadora del acontecer. Más allá de la preferencia bien ganada de los públicos juveniles por el hacer de la Orquesta Failde, por la proyección desentumecida de sus artistas, hay un fuerte trabajo de investigación musicológica alrededor del danzón, de la materialidad que constituye su andamiaje sonoro, del voyage histórico en la cuna fundacional Failde, etc.

Entonces, tras mis sospechas, se avienen esperanzas, esas que convidan al teatro a parecerse a su tiempo, al tiempo/espacio de sus gentes, a indagar en el reto creativo entre el “interés público” (misión de la creación responsable) e “interés del público”. Igual, se avienen esperanzas para seguir apostando que solo el trabajo cotidiano sobre el “útil más elocuente, el más prodigioso de todos: ¡el cuerpo humano!”, la solidez formativa y expresiva del joven elenco de la Compañía Verdarte, de su inserción propositiva en el diverso panorama de agrupaciones profesionales de danza y espectáculos en Cuba, hay un camino de repujada labor en la preparación de sus danzantes. Me encantaría que Jorge Pedro Hernández, su director y artífice principal, sienta que Verdarte es fe oportuna para seguir buscando caminos y que el estilo no deje de ser una aventura permanente, que jamás se convierta en una seguridad, en comodato, para, como La Mulata de Tan musical, no perder sus encantos.

Nótese cuán valedero es que lo teatral, lo danzario, retorne al enclave de lo musical; de esas alianzas que hoy nos formulan Jorge Pedro desde Verdarte y Ethiel Failde desde su orquesta, el cuerpo teatral sonoro bailante, se vuelve cuerpo de relación con el mundo, instrumento de saber, de poder, de pensamiento y expresión escénica global “tan musical”.

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