​OMEGA 3, cuentos de Eduardo del Llano

Laidi Fernández de Juan
4/11/2016

En tiempos en los que se decide otorgar premios a creadores que rozan el concepto tradicional por el cual reciben la distinción, bien pudiera alzarse el cubano Eduardo del Llano con el Premio Nacional del Humor. Su ya larga trayectoria como realizador de materiales audiovisuales (que engloba cortos, largometrajes, guiones, etc.) y, sobre todo, su prolífica carrera de escritor (y de paso, director del importante grupo escénico Nos y otros), justificarían tal decisión, aunque no sea un cómico en el sentido estrecho. Es su obra (en cualquier formato) un empeño loable por realzar el sentido humorístico de la vida de manera general, y el de nuestro país, ya en un margen más concreto.


Foto: Internet

En su bibliografía suele señalarse Los doce apóstatas, escrito en 1994 como su primer libro, pero lo cierto es que desde antes de esa fecha, ya Eduardo daba de qué hablar en términos de lo que pudiera considerarse su más sobresaliente y constante peculiaridad: la irreverencia ilustrada. Recuerdo, por ejemplo, su Virus, que fuera Premio Abril en 1992, escrito un año antes junto a Luis Felipe Calvo. A lo largo de un cuarto de siglo, su producción literaria (humorística, insisto) mantiene el mismo ritmo y causa la misma hilaridad de los primeros momentos. Dicho así, parecería común que esta meseta se alcance con facilidad. Todo lo contrario: resulta altamente improbable que un artista, del género cultural que sea, logre mantenerse activo y en la preferencia de un gran público durante más de diez años con igual intensidad(pongamos ese periodo como límite habitual, ya bastante generoso).

Sus novelas Tres, El universo de al lado y, sobre todo, las recientes Cuarentena y Bonsai, muestran la increíble versatilidad de un autor que nos acostumbra a narraciones cortas, como estas que integran Omega 3. Gracias a la editorial Letras Cubanas, con un excelente diseño de cubierta de Cirenaica Moreira, y bajo el cuidado de la editora Georgina Pérez, la obra debe encontrarse disponible en nuestra red de librerías.

Se trata de un amplio conjunto de cuentos–cuarenta, para ser exacta–, de los cuales más de la mitad son protagonizados por Nicanor. Este personaje, encarnado fabulosamente por el gran actor Luis Alberto García en los cortos que produce Sex Machine, bajo la dirección y guion de Eduardo, varía de ocupación y de pareja sentimental en cada narración, aunque debe señalarse que sus colegas, bajo disfraces variopintos, suelen repetirse, al igual que Ana, la mujer más fiel de todas. Así, Rodríguez, Bolaños y Seguraintegran la inquietante galaxia de O’Donell.

La irreverencia ilustrada a la que hice referencia, se ciñe al hecho indiscutible de que Del Llano, poseedor de una avidez cultural de grandes horizontes (es difícil hablar con él de plástica, de cine, de literatura, de música, sin percibir sus amplios conocimientos), licenciado como es en Historia del Arte, coloca su caudal de informaciones en función de argumentos que, aunque de pura ficción (de ciencia y no), resultan no solo creíbles, sino de grandes registros humorísticos. Digamos que este escritor no puede evitar el tono satírico, ni el sencillo lenguaje del llamado humor blanco. Ni del negro, ni del absurdo. Su irreverencia, además, se justifica a través de la gran osadía que demuestra en el empeño de abordar figuras históricas, movimientos sociales, nombres, fechas y objetos considerados sacros.

La obra de Eduardo cumple el precepto que enunciara Julio Cortázar en sus clases de literatura (recogidas por Alfaguara en 2013), al referirse a la intención del humor literario: “[…] es desacralizar, echar abajo una cierta importancia que algo puede tener, cierto prestigio, cierto pedestal. El humor está pasando continuamente la guadaña por debajo de todos los pedestales, de todas las pedanterías, de todas las palabras con muchas mayúsculas. […]. El humor tiene en la literatura un valor extraordinario porque al disminuir cosas que parecían importantes, muestra al mismo tiempo dónde está la verdadera importancia de las cosas”.

Desde un respeto que intuimos, aparecen los fantasmas de Marx, Engels y Lenin jugando una partida de ajedrez, además de fugaces imágenes de Stalin y de Mao (“Un cuento gótico); el semen de John Lennon (“FuckingLennon”); un ministro del interior en el televisor aclarando que a partir del lunes matar no será más un crimen (“Matarás), así como sospechosos de disidencia que cocinan dulces (“Natilla”), y preguntas claves como: ¿Son eróticas las revoluciones? (“El cuerpo y el delito”).

Por si no bastara, en Omega 3 aparecen varias obsesiones (otras) de Eduardo del Llano: La ciencia ficción llevada a escala posible, como la Asociación Extraterrestre de Cuba (“Café”); la ausencia de primavera, verano, otoño e invierno en el planeta (“AutumnLeaves”); la abducción de medio millar de top models (“La aldea de las top models”); el acabose del mundo (“Segundas partes”); una secta satánica que busca un payaso (“Diente de ajo”), entre otras atractivas propuestas del género.

¿Qué tienen en común las trescientas sesenta y dos páginas de Omega 3?En primer lugar,buena literatura teñida de enorme gracia y de cuidada técnica narrativa; el incursionar en asuntos que, por estatuarios, parecen inaccesibles; un Nicanor que, aunque se desempeñe en diversas labores, suelen relacionarse con el mundo del cine; y unos fabulosos amigos que se mimetizan en médicos, en profesores de literatura, en presidentes de CDR, en censores, confidentes y cuanto etcétera sea capaz de imaginarse. Nuevos nombres se incorporan para acompañar a Bolaños, a Rodríguez, a Segura y a Ana. Curiosamente, son personajes femeninos: Georgina, Bertha y Jessica.

¿Qué tiene de novedoso Omega 3? Pues la matriz (que no Matrix) de donde salieron filmes como La película de Ana, Épica y Omega 3, y las historias fantásticas, imaginarias, y también las terrenales y raigalmente cubanas, que Eduardo del Llano regala para regocijo de un público que no se cansa de admirarlo.

3