Conocí a Rensoli en 1999, cuando en el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (Cidmuc) se comenzó a trabajar en un proyecto sobre el rap en Cuba. Así supe de la existencia del Grupo Uno, del mítico Rodolfo Rensoli, de Balesy y de otros miembros de aquel movimiento. Ese fue el inicio de una amistad que, aunque con largos períodos sin vernos, siempre estuvo marcada por el respeto, el pensamiento profundo y el cariño mutuo.

Recuerdo con afecto nuestras conversaciones, siempre provechosas, que solían comenzar con su frase característica: “Pero mira, Grize…”. Entonces me miraba, bajaba la cabeza, volvía a mirarme, y en voz baja, con pausa, comenzaba una andanada de opiniones. Su discurso, siempre profundo, podía servir para refutar mis palabras, aclarar dudas o compartir sus criterios sobre cualquier tema que tratamos.

Acercarme a sus ideas marcó un momento clave: fue entonces cuando conocí la historia del ya antológico Festival de Rap de Alamar. Más allá del evento, comprendí la filosofía que lo sostenía y el llamado Movimiento que se venía gestando desde años antes con fuerza evidente.

“Recuerdo con afecto nuestras conversaciones, siempre provechosas, que solían comenzar con su frase característica: ‘Pero mira, Grize…’. Entonces me miraba, bajaba la cabeza, volvía a mirarme, y en voz baja, con pausa, comenzaba una andanada de opiniones”.

Entre tantas anécdotas que podría compartir en este intento por escribir sobre Rensoli, me viene a la mente uno de los momentos más significativos: el inicio del libro Contar el rap: narraciones y testimonios, que coescribí junto a Malcoms Junco Duffay, también fallecido tempranamente. Para nosotros era imprescindible incluir las vivencias del Grupo Uno, en especial las de Rensoli. Lo invitamos, entonces, a escribir sus memorias sobre el Festival.

Fue un proceso largo para obtener sus apuntes. Aunque conocía la importancia del proyecto, sus múltiples ocupaciones y la falta de una computadora le dificultaban sentarse a escribir, como él mismo me explicaba. Sin embargo, una tarde, para mi sorpresa, Rensoli llegó al Cidmuc, animado por la insistencia de Malcoms, Balesy y Alejandro Zamora, decidido a cumplir la tarea. Subimos las escaleras, y muy disciplinadamente, se sentó ante una de las computadoras del antiguo salón de investigaciones. Así comenzó a escribir, sin pausa, un relato que no solo narra el Festival, sino que evoca recuerdos y desarrolla su filosofía sobre el rap cubano y su contexto.

Hoy, ese texto abre el Volumen I de Contar el rap: narraciones y testimonios, seguido por el testimonio de Balesy. Esta decisión editorial buscaba rendir homenaje a los fundadores del Grupo Uno.

Visiones paridoras, título del texto de Rensoli, es un mosaico de su pensamiento. A través de nueve acápites con títulos singulares, se reflejan ideas sobre los inicios del Grupo Uno y el Festival, las incomprensiones enfrentadas, las decepciones y los logros.

“El proceso del rap cubano comenzó antes que la luz de estructurar un festival llegara a mi cabeza. Ya había raperos elaborando sus propios textos, buscando un sitio institucional donde escucharse, donde promoverse. Estos textos nacen con la sinceridad de lo que dicen, con la seguridad de sus temas, con su flow adaptado al sentir cubano y con su imaginario original tropourbano, que se basa en un sentido constructivo motorizado por una espontaneidad de signo popular que va más allá de lo tradicional, y ese es su gran encuentro…”. (p. 24)

“Fue un proceso largo para obtener sus apuntes. Aunque conocía la importancia del proyecto, sus múltiples ocupaciones y la falta de una computadora le dificultaban sentarse a escribir, como él mismo me explicaba…”

Pero Rensoli cuenta mucho más. Su narrativa rememora la fiesta callejera La Moña y sus implicaciones como fundamento de todo lo que vendría después. Así sentencia:

“De allí surgió el talento para señalar el camino. Los primeros MCs dieron paso a la inspiración de bisoños que empezaron a improvisar en las fiestas y luego en las descargas diversas, hasta que un festival les hiciera tomar en serio la propuesta de rapear a lo cubano y proyectarse por el mundo, como ya lo hacían algunos raperos latinos de latitudes cercanas o lejanas.”

En los últimos años nos vimos poco. Recuerdo que en la Biblioteca Nacional, durante una reunión de grupo para dar vida a un proyecto truncado, muy animado me dijo: “Grize, estoy en una locura ahí… quiero hacer las pruebas para presentarme a la universidad”. Admirando su voluntad, le respondí: “¡Pues arriba! Cuenta conmigo para lo que necesites”. Y lo logró. Supe luego que finalmente había obtenido su título de licenciado.

Cuando vi por Facebook la noticia de su partida física, pensé que era uno de esos tantos rumores falsos que circulan a diario, hasta que comprendí que era real: Rodolfo Rensoli había dejado este mundo físico para entrar en otra dimensión. En ese momento valoré mucho más la decisión de haber esperado por su escrito para el libro, porque con él su pensamiento quedará presente por siempre.

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