Un hermoso y emotivo espectáculo, en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, protagonizado por reconocidos intérpretes de las más genuinas tradiciones del campo, dio inicio a la celebración en La Habana del Primer Festival Nacional de Música Campesina, previsto del 10 al 13 de julio.
Auspiciado por la Empresa Antonio María Romeu, el Festival que enarbola los principios de identidad y tradición, está dedicado al Punto cubano, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2017; a la presencia de la mujer en la música campesina y, especialmente, a la poeta y repentista Tomasita Quiala, recientemente fallecida, “la figura más relevante del repentismo en Cuba”, en palabras del también poeta y repentista Luis Paz, miembro del Comité organizador del Festival. Asimismo, subrayó que “históricamente en las distintas manifestaciones de la música campesina ha sido significativa la presencia de la mujer de forma directa o indirecta”.
“El alto vuelo poético, las técnicas, la postura de sus protagonistas representativos de la época de oro del repentismo cubano, entre otros asuntos, serán el objeto de análisis de los distintos estudiosos, especialistas y cultores de música campesina, participantes en el coloquio”.
Un abarcador programa distingue la primera edición del evento, que para su desarrollo escogió como sus sedes principales el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de la Música, el Pabellón Cuba y, preferentemente, comunidades del municipio capitalino Centro Habana.
Esos espacios acogen por estos días diversas presentaciones artísticas a cargo de consagrados instrumentistas e intérpretes de música campesina, controversias y tonadas, además de la realización de los tradicionales guateques programados para el Pabellón Cuba, donde igualmente han sido previstos para los días 12 y 13 de julio los choques de improvisadores organizados por una representación de jóvenes de diferentes provincias integrantes del proyecto Oralitura Habana.

El Pabellón Cuba deviene excepcional escenario para las presentaciones artísticas de niños y jóvenes estudiantes de la Casa de la Décima de Mayabeque, “encargados de dar continuidad a las tradiciones campesinas. Esos niños y jóvenes constituyen, sin dudas, nuestro mejor relevo”, apuntó Luis Paz, Papillo.
El programa del Primer Festival de Música Campesina incluye también la celebración de un evento teórico con sede en el Museo Nacional de la Música. En ese sentido, Papillo significó que se trata de “un coloquio interactivo dedicado a lo que con justeza se ha dado en llamar la controversia del siglo al cumplirse este año el aniversario 70 de su realización.
“Esta controversia, protagonizada por los poetas Angelito Valiente y Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, se efectuó precisamente el 15 de julio de 1955 y no concluyó hasta el 28 de agosto del propio año, en diferentes escenarios y fechas. En esa ocasión, los poetas cantaron al amor, la esperanza, la libertad y el campesino.
“El programa del Primer Festival de Música Campesina incluye también la celebración de un evento teórico con sede en el Museo Nacional de la Música”.
“El alto vuelo poético, las técnicas, la postura de sus protagonistas representativos de la época de oro del repentismo cubano, entre otros asuntos, serán el objeto de análisis de los distintos estudiosos, especialistas y cultores de música campesina, participantes en el coloquio, en cuyo contexto efectuaremos además la proyección de un documental con el cual se rinde homenaje a aquella controversia del siglo.
“Y para finalizar preparamos un interesante mano a mano entre dos consagrados laudistas cubanos: Erdwin Bishop y Dariel Gil”.
La clausura de este necesario Festival tendrá lugar en el emblemático Teatro América, la tarde del 13 de julio. Su culminación no debe representar en modo alguno la conclusión de la ardua labor que vienen desarrollando los cultores, especialistas, instituciones y estudiosos de las tradiciones campesinas. Muy por el contrario, esa labor debe hacerse todavía más encomiable en aras de continuar preservando y afianzando un patrimonio que no es en absoluto privativo de las zonas rurales de Cuba aun cuando surgió en ellas, sino que, tanto como otros que igualmente estamos obligados a proteger, forma parte del entramado identitario de nuestra nación.

