De Mandela a Martí: con todos, por todos y para el bien de todos
Cada 18 de julio llega con un mixto sabor de dolor y admiración. Ese día algo se quiebra, y renace más fuerte. En 1918 nació el hombre que sintetiza el sacrificio de todos los que no alcanzaron a ver el triunfo de la humanidad sobre la razón. Nelson Rolihlahla Mandela ascendió al podio de la historia como el primer presidente negro democráticamente electo luego del fin del Apartheid en Sudáfrica. Fue el hombre bajo cuyo mandato nació un proyecto de nación multicolor y libre que todavía se construye.
Libros, películas, documentales, entrevistas y discursos dibujan la historia de Madiba, quien recibiera a los 16 años en una ceremonia tradicional xhosa el sobrenombre de Dalibhunga: “creador o fundador de la conciliación y el diálogo”. Aquel epíteto anticipaba su destino.
Por el empeño mayoritario de reconstruir a un país desangrado por la codicia, el desprecio, la desigualdad y una profunda deshumanización racial, llegó Mandela en representación del pueblo y el Congreso Nacional Africano al poder político. Su encargo social estuvo centrado en armonizar la convivencia nacional promoviendo la paz, la defensa de los derechos humanos, la justica social y el fin de la discriminación por el color de la piel.
En el 2009 la Organización de las Naciones Unidas estableció el 18 de julio como el Día Internacional de Nelson Mandela, como un reconocimiento a su legado. Cada año la celebración enarbola un tema, que este 2025 se dedica a la lucha contra la pobreza y la inequidad. Cuando llega la fecha se movilizan las personas de buena voluntad y fieles a la memoria histórica en todo el mundo, para emular desde la acción, a una de las figuras más trascendentales del siglo XX.
“Su encargo social estuvo centrado en armonizar la convivencia nacional promoviendo la paz, la defensa de los derechos humanos, la justicia social y el fin de la discriminación por el color de la piel”.
Mucho merece decirse de Madiba, pero si algo destaca ante su onomástico es la filosofía que defendió y selló su ejemplar ejercicio de gobierno. Bajo el espíritu de Ubuntu (“yo soy porque tú eres”) Mandela hizo de la lucha por la erradicación de la pobreza y la inequidad social como Jefe de Estado, una prioridad. Desde esa concepción y consciente del flagelo expresaría en distintas ocasiones:
“La pobreza /…/ entre nosotros nos degrada a todos.”
“Necesitamos situar la erradicación de la pobreza en el primer lugar de las prioridades mundiales. Hemos de tener claro, con una convicción renovada, que todos compartimos una humanidad común y que nuestra diversidad en todo el mundo es la mayor fortaleza de nuestro futuro conjunto”.
“Lo que nos desafía, lo que nos define como estadistas, es la señal de aviso para atrevernos a pensar que lo que nos importa son las personas, los proverbiales hombres y mujeres de la calle”.
“/…/nos comprometemos a no descansar mientras nuestra gente sufra el dolor y la indignidad de la pobreza en todas sus formas.”
“Tenemos que plantear con firmeza que la resolución política, y la misma democracia, no pueden sobrevivir si las necesidades materiales de la gente, los asuntos de ganarse el pan, no se contemplan como parte del proceso de cambio y como una cuestión urgente. No debería suceder jamás que la ira de los pobres se convirtiera en el dedo acusador que nos apuntara a todos porque fracasamos en dar respuesta a los gritos de la gente por su comida, su refugio, por la dignidad del individuo”.
“Mientras en nuestro mundo persistan la pobreza, la injusticia y las grandes desigualdades, ninguno de nosotros podrá descansar de verdad”.
Más de diez mil kilómetros separan a Sudáfrica de Cuba. A la distancia de un abrazo apretado están los dos pueblos que comparten una historia, una alianza, ideales y una amistad común. Por esa razón, Ubuntu como principio de vida sudafricano, redirige la mirada hacia nosotros, los cubanos.
A propósito de Mandela, retomo el tópico de Ubuntu, por la necesaria e impostergable urgencia que siento de comprenderlo e incorporarlo por parte de los que habitamos el planeta y muy especialmente Cuba. Sobrevivir a los desafíos de los tiempos actuales, incluye asirnos a expresiones de las culturas enaltecedoras, liberadoras, profundamente humanas y virtuosas como Ubuntu. Se trata de una filosofía de profundo amor y respeto al prójimo que vale asumir y cultivar. Solo desde la concientización de este principio podremos sortear las turbulentas aguas en las que navegamos, juntos, en un mismo barco como tripulantes o timonel.
“Aplicar Ubuntu, significa comprender y asumir de forma severa y madura que solo somos a partir de nuestras relaciones con nuestros semejantes…”
Es preciso cargar el alma de sustancia antes de enturbiar la atmósfera de palabras articuladas desde algún lugar inhóspito de nuestra anatomía. Hay una ruta obligatoria que garantiza la eficacia del discurso: el verbo para ser lo que pretende, debe estructurarse con la verdad en el corazón y desde ahí emprender el viaje al pensamiento y finalmente a la palabra. Así ha de ser en la educación, en la política, en la vida.

Aplicar Ubuntu, significa comprender y asumir de forma severa y madura que solo somos a partir de nuestras relaciones con nuestros semejantes, que la acción de uno repercute en todos, que para ser pleno es imprescindible que el otro lo sea, que un hilo invisible nos conecta, que la prosperidad de unos se verá afectada inexorablemente por la carencia de los otros y aquella solo será posible si todos la alcanzan. Ubuntu es no mirar hacia otro lado cuando un compatriota padece del dolor, de la escasez del pan o del abrigo. La mano que se extiende amiga, la escucha atenta, sentir en carne propia el dolor ajeno y el respeto a la divinidad que habita en cada ser humano (expresado en el saludo indú Namasté) son acciones resultantes de ejercitar Ubuntu.
No hay persona desechable. No es trivial el padecer del anciano que, habiendo entregado la vida al trabajo, sufre la pena cotidiana de la impecunia que se evapora en un suspiro, la del profesional o la del joven tribulado que debe multiplicar labor y esfuerzo para estrechar la brecha entre lo soñado y lo básico necesario para la subsistencia. “Comete un delito, y tiene el alma ruin, el que ve en paz, y sin que el alma se le deshaga en piedad, la vida dolorosa del pobre obrero /…/, de la pobre obrera /…/ es deber del hombre levantar al hombre.” /…/. No pueden sernos indiferentes los niños a los que puede hacérseles más sencillo o placentero el acto de aprender, si les compartimos unas crayolas, unos lápices o un libro que leer.
“El misterio martiano a todo lo grande se vincula. Martí, Mandela y Ubuntu se acompañan, se completan e iluminan. Son regalos que heredamos de la historia y no tenemos deber más alto que honrarlos con la práctica ascensional hacia la virtud humana”.
No puede haber indiferencia en nada entre cubanos porque en estas horas hay que “poner la mano sobre las fibras reales de la patria para sentirlas vibrar y gemir” y no hacer como quienes “cierran airados los oídos y se cubren espantados los ojos, para no ver los problemas verdaderos, ¡como si el débil poder de la voluntad egoísta fuera bastante a apartar de nuestras cabezas las nubes preñadas de rayos!” No nos queda más que amar a los que tienen menos, a los más necesitados, “a los pobres de la tierra, esos a quienes /…/ Ruskin llamaba “los más sagrados de entre nosotros”; esos de quienes /…/ Restrepo dijo que “en su seno sólo se encontraba la absoluta virtud”.
“Antaño con poner un rey la mano sobre el hombro de un calientachismes de palacio, o un cercenador de hombres, o un guardador de la puerta por donde entraba a robar placeres la Majestad, ya lo hacía caballero: ogaño, ver a estas gentes humildes, a estos pobres alegres, a estos viejos honrados, a estas mujeres enfermizas, a estos creadores de sí propios, es como recibir un título más decoroso y limpio de nobleza: “Hombre te hago”, dijo el Creador: y le puso en los labios la palabra, y entre el cabello y los ojos un cintillo de luz: desde entonces, ni ser duque, ni marqués, ni conde, ni vizconde, ni barón es ser más que hombre: ¿cómo el que hereda una fortuna ha de ser más noble que el que la fomenta? ¿cómo el que vive a espaldas de los suyos, o al amparo de castas favorecidas, ha de merecer más respeto que el que forcejea por abrirse paso en la tierra difícil /…/? Gusanos me parecen todos esos despreciadores de los pobres: si se les levantan los músculos del pecho, y se mira debajo, de seguro que se ve el gusano”.
El misterio martiano a todo lo grande se vincula. Martí, Mandela y Ubuntu se acompañan, se completan e iluminan. Son regalos que heredamos de la historia y no tenemos deber más alto que honrarlos con la práctica ascensional hacia la virtud humana. Empatía, conexión y sensibilidad en el extenuante empeño de continuar viviendo, es el único modo de construir un espacio posible y más equitativo con todos, por todos y para el bien de todos bajo el sol de Cuba y el influjo de África.

