Canales de información, sobran. Programaciones, sobran. Cambios de última hora, sobran. Causas, motivos y explicaciones, sobran. Lo que no sobra, sino más bien falta, es la electricidad. A lo largo de tantos meses, promesas y augurios, y aún sin llegar a convencimientos rotundos, hemos logrado identificar más o menos (porque todo es aproximado, alrededor, un estado de más o menos, un quién sabe) varios asuntos de interés. Comenzaré por las variantes de los tipos de apagones, aunque insisto en que nada es absoluto, y ello se relaciona directamente con los correspondientes esquemas, también cambiantes, según una frecuencia que a su vez, es impredecible. El vaivén (mejor dicho, el quita y pon) es tan oscilante como las variables. Un juego macabro que estropea neuronas, refrigeradores, equipos de televisión y demás, pero que siempre siempre recibe como colofón la frase “Ofrecemos disculpas por las molestias”.

Más o menos los tipos de apagones pueden resumirse en cuatro:

El apagón dancing light: Es aquel que consiste en que la luz parpadea y parece decir “muévete, dale alegría a tu cuerpo Macarena, ah, Macarena.” Es quizás el más desconcertante y ansiogénico de todos los apagones porque deja amplio margen a la imaginación, y a una esperanza irreductible por la lógica. Se va la luz y enseguida se piensa “Oh, me tocó”. Pero regresa en breve y se cree “Oh, nos perdonaron”. Pero ipso facto se vuelve a ir y además de desconectar los equipos a la velocidad que podamos, ya entramos en una especie de epilepsia electrógena de “parece que sí pero No, ahora No pero enseguida sí, y luego quizás”. El mecanismo danzario lumínico puede durar desde minutos hasta un día, de forma que se implora al Dios eléctrico que se defina, por favor. Me la dejas o te la llevas, pero decídete, por lo que más tú quieras.

“… repartir déficit debe ser arduo, tenaz, se comprende. Como también se entiende que al ser todo aproximado, más o menos, ese quizás sí o tal vez no, genere dificultades a la hora de confeccionar listados”.

El apagón que no existió: Estaba programado (de las programaciones hablaremos después), pero no vivió, no hubo, no apareció. Este tipo de corte deja el sabor de una inquietud indescriptible, porque lejos de sentir alivio, esa sensación de “Qué bueno, nos perdonaron”, nos mantiene en vilo varias horas, pensando en cómo nos cobrarán el descanso, de qué manera, cuándo y hasta cuánto será el interés por ese préstamo que no pedimos. Disfrutamos, sí, pero la zozobra de no entender la violación del programa y sabiendo (porque lo hemos aprendido) que más adelante tendremos el castigo de no haber tenido ese apagón específico, provoca que el goce sea como de incertidumbre, de “Ay, Dios mío, ¿qué vendrá después?”.

El apagón aproximado: Este tipo de apagón, a diferencia de los anteriores, sí aparece en las tablas de afectaciones según el bloque al cual se pertenece. Por cierto, el bloqueo llega a los bloques, hay que decirlo. A medida que pasa el tiempo, usted puede ser cambiado de bloque, o integrar uno nuevo, o simplemente no saber ya a cuál zona pertenece. Una forma segura es guiarse por la oscuridad. O sea, al revés de como debiera ser. Verbigracia: De pronto, alguien decide reorganizar los bloques. Y publica la nueva distribución. Pero resulta tan confuso todo, con calles que no aparecen y con direcciones que no existen, que en lugar de guiarse por las tablas anunciadoras para saber (aproximadamente, ya se sabe), calculamos adónde pertenecemos cuando ya el manto negro del apagón te cubre. “Ah… si estamos sin luz significa que nuestra casa entra en el bloque 4”, por ejemplo. La aproximación de este tipo de apagón consiste en que si anuncian que ocurrirá, por ejemplo, “de 3 a 7” eso no es exacto, sino más bien que usted no tendrá electricidad desde antes o después de las 3 y hasta antes o después de las 7. Aproximadamente.

El apagón engañabobo: Enfrentamos la forma más sufriente de apagón con esta modalidad. Se define también como “no programado pero necesario”. No me refiero a los emergentes, que también se anuncian como posibles. No. El engañabobo va más allá. Supera cualquier emergencia. Simplemente es aquel que no debe existir, porque según el canal de Telegram, la página de Facebook, los incontables esquemas y las innumerables programaciones, no aparece. No está en ningún listado, pero existe. Su entrada triunfal puede cumplir con los requisitos del apagón dancing light, o parecerse al apagón tipo aproximado, pero sin dudas es más cruel. Más duro. Luego, más tarde, mucho después, nos informan que ocurrió un DAF, o una rotura o faltó combustible o el cielo se nubló, pero ya no nos importan las causas sino las consecuencias.

“Reconozco la creatividad de quienes cargan sobre sus hombros la responsabilidad de comunicar los horarios aproximados y más o menos de los apagones, pero, hablando en plata, pónganse de acuerdo, compañeros”.

Las programaciones merecen análisis aparte. Francamente, repartir déficit debe ser arduo, tenaz, se comprende. Como también se entiende que al ser todo aproximado, más o menos, ese quizás sí o tal vez no, genere dificultades a la hora de confeccionar listados, programas, anuncios. Pero… no es posible seguir el ritmo de las informaciones. Por ejemplo, un gran logro ha sido la incorporación de las madrugadas en los programas. O sea, que se anuncien los apagones de los horarios nocturnos, ya que antes, al no existir los anuncios, nos rompíamos la crisma al ir al baño de madrugada y no entendíamos la razón. Ahora no. Ahora, nos partimos una ceja o un dedo del pie al orinar a las 4 de la madrugada, pero sabíamos que eso podía suceder. O sea, es una información muy útil.

El largo y el ancho de las programaciones se incrementan en la medida en que decrece la posibilidad de disponer de electricidad. Antes era un modelito escueto, hasta chulito, con divisiones pequeñas. Ya no. Ahora es un cuadro terrorífico que comienza a las 10 am y termina a las 8 am del día siguiente. Reconozco la creatividad de quienes cargan sobre sus hombros la responsabilidad de comunicar los horarios aproximados y más o menos de los apagones, pero, hablando en plata, pónganse de acuerdo, compañeros. O son diarios… o son de fin de semana… o son de la semana completa. Porque son tantos los programas que se agolpan unos con otros. Y más o menos las penas nos agobian, aproximadamente.

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