Sin lugar a dudas, lo más terrible de este mes de octubre del 2025 ha sido el paso del huracán Melissa por varias localidades del Oriente del país. Nada se compara con el poder destructivo de este tipo de fenómeno de la naturaleza. Admirables el poder organizativo que se desplegó, la disciplina de los pobladores, los recursos puestos a disposición de la salvaguarda humana y de objetos materiales, así como la consagración de los órganos de la Defensa Civil, y de la prensa, que mantuvieron informada a la población. Gracias a este esfuerzo colectivo, hasta el momento no existen pérdidas humanas, aunque el daño de viviendas, de hospitales, de centros culturales y de otros inmuebles es de gran cuantía, y tardaremos mucho tiempo en recuperarnos del todo.

Al mismo tiempo, un embate de otra magnitud nos azota desde hace muchos meses. No es secreto para nadie el azote que causan varios microorganismos infecciosos conocidos por virus. Numerosos compatriotas han pasado, o pasan, o pasarán por el deterioro súbito de la salud, que llega sin avisar, y transita por varias etapas, como si de un huracán biológico se tratara. Luego de la fase de alarma decretada en la provincia de Matanzas, primer sitio donde comenzaron las manifestaciones del llamado Chikunguya (que en idioma de Tanzania significa “hombre doblado”), unido al virus Oropouche (originario de Brasil o de Trinidad y Tobago, desde 1955), además de nuestro endémico Dengue, y de brotes simultáneos de hepatitis A, y de varios virus respiratorios, estamos en presencia de una verdadera tormenta biológica. Al principio, los casos eran más o menos estadísticamente registrables. Ya no.

“Como médica y como enferma, solo puedo sugerir paciencia, descanso y los cuidados que recomienda el sentido común…”

Es tan frecuente la aparición de estas virosis solas o combinadas, que se han convertido en tema de conversación habitual, y hasta los propios médicos, ellos mismos enfermos o en recuperación, y sin disponer de análisis que distingan un tipo de virus del otro, nos dicen lo mismo a todos los pacientes: “Mucho reposo, analgésicos comunes y beber abundante líquido”. Con el afán de conocimientos médicos que nos ha caracterizado siempre —recordar el refrán: “En Cuba, el que no sabe de pelota, sabe de Medicina”—, no solo la población diagnostica, sino que indica cuál remedio es el más eficaz en cada caso.

Ahora mismo, por ejemplo, que transito por los primeros días del terrible Chikunguya, he escuchado a amigos sugerirme infusiones de hojas de naranja, o de orégano, o de menta silvestre, además de emplastos de caisimón en las articulaciones más inflamadas. Hay quienes opinan que debe caminarse a pesar del dolor incapacitante que causa la artritis en esta enfermedad, mientras otros sugieren reposo absoluto. Si predominan síntomas intestinales, los vecinos comentan: “Entonces tienes Oropouche”, y si el dolor es intenso detrás de los ojos: “Tienes dengue, seguro”. Al final, el tratamiento es el mismo, y el cuerpo sabe que debe guardar cama, además de mantener uso de repelente (cada vez más caro, por cierto).

“Es tan frecuente la aparición de estas virosis solas o combinadas, que se han convertido en tema de conversación habitual”. Caricatura de Martirena. Imagen: Tomada de Vanguardia

Para no detallar los malestares, que padecemos tantas personas, hemos llegado al punto de decirnos simplemente “Me agarró lo que anda”, y como además, en la inmensa mayoría brota una erupción cutánea, que no distingue una virosis de otra, pues se añade al comentario de remedios caseros: “Échate maicena tostada en las lesiones”.

En mis casi tres décadas de práctica médica, nunca vi la confluencia de tantas arbovirosis circulando a la vez entre nosotros. No soy partidaria de alimentar teorías conspirativas, pero resulta francamente sospechosa la coincidencia de estas enfermedades, cuyos vectores encontraron el terreno abonado, listo para reproducirse a velocidad de relámpago huracanado.

Lo que se conoce como “Historia natural de una enfermedad” encuentra su máximo esplendor en estos días aciagos. Colegas, amigos, familiares, conocidos, vecinos, absolutamente todos somos vulnerables, expuestos, y nos vamos enfermando de a poco, cayendo como fichas de dominó. Y vamos transmitiendo en cuál etapa nos encontramos, esperando con ansias el momento de la fase de recuperación, la cual puede tardar hasta dos meses. “Voy por la postración, apenas puedo moverme”, decimos en los primeros días, para dar paso a “Ya camino, pero las manos y los pies parecen guantes de pelota”, hasta que alguno, más adelantado comenta “Ya entré en la fase del rash. Me pica todo el cuerpo, pero puedo moverme mejor”.

“Nos levantaremos a pesar de huracanes climáticos y biológicos”.

Ocurre con relativa frecuencia un retroceso en la evolución, que causa un desánimo tremendo: luego de lograr incorporación a actividades cotidianas, reaparecen los dolores articulares, los edemas y la impotencia funcional, con o sin fiebre recurrente. No es desdeñable la depresión, la ansiedad, la tristeza y el desánimo que integran el cuadro clínico de este tipo de enfermedades, y ante lo cual, tampoco existe una terapéutica específica.

Como médica y como enferma, solo puedo sugerir paciencia, descanso y los cuidados que recomienda el sentido común, aunque haya tanta escasez de medicamentos y de recursos diagnósticos. Así como Melissa no pudo aniquilarnos, tampoco la triada macabra de Chikunguya, Oropouche, dengue (sin desdeñar la hepatitis y los virus respiratorios) logrará abatirnos. Hablando en plata: No hay de otra. Nos levantaremos a pesar de huracanes climáticos y biológicos. No es una proclama de barricada. Es la realidad, que nos compulsa a seguir en la batalla cotidiana de nuestro durísimo bregar. Ya nos veremos de nuevo.