Fidel y el ballet: presencia y legado
Había pasado poco tiempo del desembarco del Granma por Playa Las Coloradas, el 2 de diciembre de 1956, cuando a las huestes guerrilleras que Fidel Castro comandaba se unió un hombre ilustre, no solamente por su prestigio científico, sino también por la postura cívica que mantuvo desde sus años juveniles cuando combatió contra la tiranía de Gerardo Machado (1925-1933). Esa persona no era otra que el afamado médico ortopédico Julio Martínez Páez, que de inmediato se identificó con los ideales por los que luchaba el joven abogado, quien el 26 de julio de 1953 entró a la historia de la Cuba republicana con el heroico asalto al Cuartel Moncada de Santiago de Cuba.
Su unión a la Columna 1, comandada por Fidel, no solo significó la presencia de un reconocido científico, sino además la de un hombre preocupado por la situación de esa Cuba que le tocó vivir. Es conocido que en los escasos momentos de descanso después de los duros combates, él no perdió oportunidad para analizar con el líder guerrillero las problemáticas que existían en esa Cuba republicana.

Entre ellas ocupó especial importancia el hacerle saber a Fidel los desmanes que había sufrido una institución tan prestigiosa de la cultura nacional como el Ballet de Cuba, primera compañía profesional en la historia de la cultura de nuestro país. Martínez Páez conocía desde muy adentro las razones por las cuales la tiranía batistiana había cercenado la escasa ayuda que el conjunto fundado por Alicia, Fernando y Alberto Alonso recibía del Estado cubano desde años atrás. Él había sido profesor de anatomía en la Academia de Ballet Alicia Alonso fundada en 1950 y presidido en esa década la Asociación Alicia Alonso Pro-Ballet en Cuba y el Patronato del Ballet de Cuba, que contribuyeron de manera decisiva a la salvaguarda de la compañía y la escuela ante los embates de la tiranía batistiana, que cada vez enlutaba a la patria con la sangre de sus mejores hijos.
Esa injusticia debía ser reparada una vez que la Revolución triunfara, y así sucedió. No fue casual que la primera función del Ballet de Cuba tras el triunfo de la Revolución, el 3 de febrero de 1959 en el Teatro Blanquita, hoy Karl Marx, se le dedicara al Ejército Rebelde y al Gobierno Revolucionario, con un especial reconocimiento a ese preclaro hombre de ciencia, que contribuyó a sensibilizar, al más alto nivel, al líder revolucionario con la salvaguarda de esa meritoria institución.

Fidel fue desde el primer momento el lúcido dirigente que se dio a la tarea de reorganizar las huestes dispersas del Ballet de Cuba en el verano de 1959, y el 20 de mayo de 1960, ya en su calidad de Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, firma la ley 812 que garantizó el futuro del ballet cubano, tanto materialmente como por el reconocimiento que se le otorgaba a su patriótica y valiosa labor en el campo de las artes de nuestro país.
A partir de su asistencia, el 15 de febrero de 1959, a la segunda presentación del Ballet de Cuba, Fidel se mantuvo muy cercano a todo el quehacer de nuestro ballet en estrecha relación con Alicia y el resto de los miembros de la compañía. Juntos elaboraron planes para unir la belleza del ballet a los proyectos de desarrollo turístico, así se les vio unidos en la función masiva celebrada en la entonces llamada Plaza Cívica, el 27 de marzo de 1960, durante del Primer Festival Internacional de Ballet de La Habana y en visitas a valiosos proyectos como el Centro Turístico Guamá, el Museo La Isabélica en La Gran Piedra de Santiago de Cuba, en la Hacienda Cortina y el Mural de la Prehistoria en el Valle de Viñales, en el extremo occidental de la isla.
Fidel siguió de manera cercana cada conquista del Ballet Nacional de Cuba, y su presencia contribuyó al realce de muchos eventos en que se vio el gran desarrollo que cada día alcanzaba la Escuela Cubana de Ballet. Estuvo presente en los diversos homenajes tributados a Alicia y a los miembros de la compañía en celebraciones de especial relevancia histórica, como en el 30 aniversario de la fundación de la compañía y el 35 aniversario del debut escénico de Alicia en Giselle, en 1978; en la entrega solemne de la Orden José Martí a nuestra ilustre bailarina en el Palacio de la Revolución en el 2000, y cuando el 22 de junio del 2001 entregó a la Escuela Nacional de Ballet la hermosa sede que disfruta ahora.

Fue idea suya también la realización de los Talleres Vocacionales de Arte en los cuales el ballet ocupó un lugar de especial relevancia y el 19 de octubre del 2002 pronunció las palabras de apertura del XVIII Festival Internacional de Ballet de La Habana, donde expresó que: “La Revolución cubana desde los primeros meses del triunfo puso a disposición de aquella compañía danzaria los recursos disponibles en el afán de que se desarrollara, expandiera y creciera. La excelencia de Alicia, su talento, su tenacidad y su ejemplo, inspiraron a generaciones de brillantes artistas que hicieron posible el milagro: la existencia del Ballet Nacional de Cuba con calidad y prestigio mundial, el nacimiento de la Escuela Cubana de Ballet, síntesis de universalidad, tradición, cubanía y estilo propios, reconocida y aclamada en el resto del mundo. La formación de nuevos y extraordinarios valores y la posibilidad de lograr otros ambiciosos empeños”.
En este noveno aniversario de su desaparición física, el Ballet Nacional de Cuba permanece fiel a su legado, presto a continuar la gloria que se ha vivido en estos 77 años de fecunda existencia.

