Muchas personas de mi generación crecimos con el sueño noble de ver desde cerca a Fidel, tal vez hasta de saludarlo. Muchos lo lograron y otros nunca lo hicimos, aunque estuvimos siempre al tanto de sus discursos, sus largas intervenciones por televisión o radio.
Nuestros abuelos nos hacían anécdotas. Nos hablaban de ese hombre que lograba hasta lo aparentemente imposible, ese ser humano que parecía tener el manto de lo sobrenatural.
Fidel sobrevivió a todo, a casi todo, al asalto al Moncada, a la cárcel, a la expedición del yate Granma, al combate de Alegría de Pio, a la guerra en la Sierra Maestra, a la invasión mercenaria por Playa Girón en abril de 1961, a más de 600 intentos de atentados. En su primer discurso en La Habana, luego de bajar de las montañas, se le posó una paloma blanca en el hombro.

Todo eso lo convierte en casi un ser de ciencia ficción, a lo cual sumamos que puso a Cuba en otra dimensión, respetada a nivel internacional, con logros tremendos en la salud, la educación, el deporte, la cultura… La mística de Fidel es también la de la Revolución cubana.
Parte de lo más impresionante es el ímpetu de su pensamiento y la capacidad que tuvo de ser joven siempre, en cuanto a la manera de soñar y proyectar sus ideas, la forma de polemizar, de transmitir sus sentimientos y de analizar el mundo.
En la Cultura tenemos mucho que agradecerle a ese hombre, que también nos legó artículos en la prensa y otros documentos, una plataforma de pensamiento y acción, un liderazgo desde lo cotidiano que siempre debe palpitar en este pueblo. Su profunda sensibilidad y características como intelectual, su pasión por la literatura y el arte en general, su concepción humanista y capacidad para escuchar a los demás y de aprovechar la inteligencia colectiva le permitieron ver más allá de lo aparente, proyectar y, sobre todo, hacer con un sentido integrador.
“En la Cultura tenemos mucho que agradecerle a ese hombre, que también nos legó (…) una plataforma de pensamiento y acción, un liderazgo desde lo cotidiano que siempre debe palpitar en este pueblo”.
En aquellos diálogos; por ejemplo, el conocido como Palabras a los Intelectuales, en junio de 1961, encontramos muchos aprendizajes, en sus tonos, la manera de hablar, de escuchar y, en especial, en todo lo que se hizo después, a partir de lo debatido. Siempre estuvo muy consciente del espíritu emancipador y fuerte de la cultura.
En momentos muy complejos, Fidel aseguró: “La cultura es lo primero que hay que salvar”, y eso lo repitió con la certeza de que el alma de la nación y también de la Revolución siempre tiene que tener esa mezcla de belleza y fuerza, sensibilidad y coraje.
Fidel realizó dos encuentros extensos con jóvenes de la AHS, intercambios profundos y con plena confianza en las nuevas generaciones de escritores, artistas e intelectuales.
En el primero, realizado el 12 de marzo de 1988, conversó durante horas sobre temáticas internacionales y también de nuestro país. En esa ocasión, expresó que una organización como esta se justifica ahora y siempre. ¡Ahora y siempre!, manifestó. Resaltó el carácter franco, abierto, sincero espontáneo de la conversación plural de ese día.
Habló de fábricas, de nuevos proyectos, de lo que acontecía en el contexto internacional. Aseguró que los jóvenes creadores son un fruto dulce de la Revolución.

El otro intercambio fue el 18 de octubre del 2001, en el Primer Congreso de la Asociación. También hubo allí análisis muy profundos sobre el contexto y el desarrollo del proceso revolucionario hasta ese momento, con grandes desafíos y también certezas. Luego de eso, se instauró el Pabellón Cuba como sede nacional de la AHS.
A veces recuerdo aquel 25 de noviembre de 2016, cuando su corazón dejó de latir y la noticia circulaba con gran velocidad, mediante llamadas telefónicas, mensajes electrónicos, publicaciones en medios de prensa… Los días siguientes millones de personas demostraron su cariño en forma de homenajes.
La dimensión de Fidel y su estatura como intelectual, pensador y político continuará creciendo en el futuro. Su misticismo puede ser cada vez más atractivo para las diferentes generaciones de niños y adolescentes.
Hoy, y para el futuro, lo más importante es que Fidel continúe muy vivo, que su pensamiento y ejemplo, estén siempre palpitantes, que cada nueva generación de cubanos lo conozca verdaderamente, lo sientan cercano y con esa juventud y atrevimiento en el pensamiento que lo caracterizaron. En eso, nosotros tenemos una gran responsabilidad.
Debemos lograr que los hombres y mujeres del futuro, nuestros hijos, nietos, tataranietos…, sientan también ese amor hacia él y lo mencionen en presente. Fidel debe estar siempre entre nosotros de una manera natural y a la vez inspiradora.

