“Un cuadro debe estar compuesto como una sinfonía,

y debe percibirse como una sinfonía de los sentidos y de los colores». 

Wassily Kandinski [1]

“Me siento feliz por haber dedicado mucho tiempo de mi vida profesional al desarrollo y promoción de las artes populares en Cuba, tanto del movimiento naif como de las artesanías, por lo cual he sido altamente reconocido, entre otros, con el Premio Nacional de Cultura Comunitaria”, así me había expresado, en noviembre de 2014, el recientemente fallecido maestro de la plástica Raúl César Santos Serpa (Cifuentes, Villa Clara, marzo de 1939-La Habana, 27 de noviembre de 2025) cuando presidió el jurado del III Salón de Arte Naif, celebrado en ese mes en La Habana.

Considerado una connotada figura dentro del variopinto panorama de la plástica insular, su obra trascendió con la autenticidad y honestidad de un creador fiel a su ideario estético. Su arte es como una sinfonía de emociones y colores. De ahí que para disfrutarlo hay que saber ejercitar los sentidos y también la conciencia individual.

De sus emociones y remembranzas irradian buena parte de los temas de sus trabajos

Sin embargo, la producción iconográfica de Santos Serpa no ha sido, hasta ahora, suficientemente reconocida y estudiada, a pesar de que una obra suya (En este ambiente que giro difícil será ubicarme, óleo sobre tela, 170x256cm, 1970) forma parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Tal vez esa relegación se deba al alejamiento suyo de los ismos, las corrientes estéticas y las tendencias favorecidas por el mercado y la posmodernidad de entre milenos, para concentrarse en su onírico mundo de formas y colores, en el que de sus emociones y remembranzas irradian buena parte de los temas de sus trabajos, portadores de una suerte de energía astral, de ritmos y movimientos que delimitan un estilo único, emblema de la relación entre el arte y la existencia humana.

En este ambiente que giro difícil será ubicarme (óleo sobre tela, 170x256cm, 1970), cuadro de Santos Serpa que forma parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Fotos: Cortesía del archivo del autor

“Siempre la obra en ejecución tiene su propia vida y me guarda preguntas y órdenes que debo responder y obedecer”

Al introducirnos en los cuadros de este artífice graduado como profesor de dibujo y escultura en la Escuela de Artes Plásticas Leopoldo Romañach, es necesario interiorizar el bien pensado carácter lúdico en el que se funda su quehacer pictórico, es decir, el “juego de pintar”, y no solo porque él disfrutaba enormemente haciéndolo, “sino porque además siempre la obra en ejecución tiene su propia vida y me guarda preguntas y órdenes que debo responder y obedecer, comunicando —ya terminada— al espectador y a mí, cosas que no se pensaron al engendrarla”, me había dicho.

Bien es sabido que toda composición musical es abstracta, debido a que carece de elementos perceptibles que la identifiquen o relacionen con objetos, personas o pensamientos reales. El encanto y armonía de las piezas de este artista, como en aquellas, las percibimos prescindiendo de la realidad que conocemos, es decir, como si las notas musicales fuesen los colores, sabiamente utilizados —sobre todo en sus abstracciones—, de los que emanan vibraciones que despiertan el intelecto del espectador. En tal sentido, en muchas de sus creaciones se observa cierto impresionismo con marcada tendencia fauvista, reconocible por el provocativo empleo de los pigmentos.

Santos Serpa se valía de un idioma plástico que se caracteriza, en general, por una pasión desbordante

Con cerca de 50 exposiciones personales en importantes galerías de todos los continentes, acreedor de la Distinción por la Cultura Nacional (1988), del Premio Nacional de Cultura Comunitaria (2000) y de la réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez (2006), en la realización de sus composiciones Santos Serpa se valía de un idioma plástico que se caracteriza, en general, por una pasión desbordante. Su obra refleja emociones que van desde la tristeza y la nostalgia, hasta la alegría de saberse cubano, martiano por excelencia y amoroso con los niños y su ciudad natal, en la que su poética iconográfica igualmente recreó en varias ocasiones, entre las que se recuerda su muestra titulada Los colores de mi pueblo (Galería de arte de Cifuentes, 2006).

Recuérdame mañana. Tinta y acuarela sobre cartulina. 48 x 60 cm. 2000. Colección de Isabel González, EE.UU.

Su pintura trazó pautas, durante décadas, mediante renovados discursos

Confiado en la trascendencia de su lírica, él no necesitaba especular en torno a la pintura o a la técnica que habría de utilizar para plasmar luminosas emociones cromáticas. Su estética emanó mediante la utilización libre del color, desde lo más profundo de su conciencia, ajeno a prejuicios o perjuicios. Tanto en sus abstracciones “festivas”, como en sus cadenciosas geometrías abstractas y en sus no menos subjetivos discursos figurativos, o a través de la fusión de todos esos estilos, su pintura trazó pautas, durante décadas, mediante renovados discursos, en los que desde las líneas, las manchas y los pigmentos también se exaltan a la naturaleza y al hombre, al amor y a la vida. De ahí la visión recurrentemente sentimental de su arte, en el que la belleza conlleva el gusto por formas muy íntimas y subjetivas de expresión.

“El arte es para mí aquel que logra comunicar al espectador un mensaje, un sentimiento…”, afirmaba este creador para el que, como Kandinski, “el color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El ojo, el macillo. El alma es el piano con muchas cuerdas”.

Su legado trasciende no solo por su calidad técnica y estética, sino también por la profundidad emocional que impregna cada una de las obras de esta figura emblemática dentro de la plástica insular, y su contribución al arte cubano es digna de un análisis profundo que nos permita apreciar no solo su maestría, sino también su compromiso con el ideario estético que defendió a lo largo de su carrera.

“Confiado en la trascendencia de su lírica, él no necesitaba especular en torno a la pintura o a la técnica que habría de utilizar para plasmar luminosas emociones cromáticas”.

La honestidad de su creación es innegable

Desde sus inicios, la producción artística de Santos Serpa se caracterizó por una búsqueda constante de la autenticidad. En sus cuadros encontramos una voz singular que revela una conexión genuina con su entorno y su identidad. Cada trazo, cada color utilizado, parece narrar una historia personal que resuena en quienes se detienen a observar su obra. Era un artista cuyo compromiso no se limitaba a la mera representación de la realidad visual, sino que aspiraba a plasmar las emociones, los dilemas y las esperanzas que habitan en el corazón.

La obra de Santos Serpa es, en efecto, una sinfonía de emociones y colores. Sus lienzos invitan al espectador a una experiencia sensorial que trasciende la mera contemplación. Al observar sus pinturas, se percibe la vibrante interacción entre formas y tonalidades, donde cada elemento tiene un peso específico en la narrativa visual. Es en esta interacción, amén de los títulos de sus trabajos, donde el espectador puede encontrar un eco de sus propias vivencias, lo cual establece un diálogo enriquecedor entre la obra y el observador. Este aspecto es fundamental en su arte: la capacidad de evocar sensaciones y pensamientos que resuenan con la experiencia individual de cada persona.

Te espero siempre, acrílico sobre tela, 74x65cm, 2013. Colección del autor de este texto.

No solo pintaba con la vista, sino que también lo hacía con el alma

La elección de colores en su paleta no es fortuita; cada matiz parece cuidadosamente seleccionado para transmitir una impresión particular. Los tonos vivos a menudo reflejan alegría y esperanza, mientras que las sombras y los colores oscuros pueden explorar temas más pesados, como el sufrimiento o la nostalgia. Esta dualidad en su uso cromático permite al espectador experimentar un rango emocional amplio, desde la exaltación hasta la introspección. Así, este creador no solo pintaba con la vista, sino que también lo hacía con el alma, ofreciendo un caleidoscopio emocional que invita a la reflexión.

A lo largo de su carrera, Santos Serpa abordó diversos temas que van desde lo cotidiano hasta lo metafísico, explorando la identidad cultural cubana y la rica herencia que la conforma. Su obra se convierte en un espejo que refleja tanto la belleza como las contradicciones de la sociedad cubana contemporánea.

El impacto de la obra de Santos Serpa va más allá de las fronteras de Cuba. Su participación en exposiciones nacionales e internacionales contribuyó a la difusión de su mensaje artístico, estableciendo conexiones con otros artistas y públicos interesados en la riqueza del arte latinoamericano. Este intercambio cultural fue esencial no solo para su crecimiento personal como artista, sino también para la visibilidad de la plástica cubana en un contexto global.

“El pintor naif es espontáneo y cuenta sus historias y leyendas con gran ingenuidad”

Miembro de la Unión Nacional de Artistas de Cuba y de la Asociación Internacional de Artistas Plásticos de la Unesco y con larga trayectoria de trabajo vinculado con las artes de las masas, afirmaba que “de los años 60 para acá los festivales de aficionados de los distintos organismos y las exposiciones realizadas en todos los niveles, fueron idóneos para mostrar las obras de los naifs. En la mayoría de esos eventos participé como especialista del Consejo Nacional de Cultura, primero, y del Ministerio de Cultura, después.

Un mundo de luz para el poeta, acrílico sobre tela, 100x130cm, 2010.

“Hoy la influencia de los medios es muy grande —agregó—, los artistas naif se relacionan con reconocidas figuras de la plástica, visitan galerías, tienen revistas y libros de arte, incluso comercializan sus obras, pero a pesar de todo los genuinos siguen teniendo el encanto de siempre”.

Asimismo aseveraba que “el pintor naif es espontáneo y cuenta sus historias y leyendas con gran ingenuidad y pone figuras y colores donde le parece, sin tener en cuenta la perspectiva u otras reglas académicas, desconoce la proporción entre las figuras, liga de forma arbitraria técnicas y materiales, creo que lo peor que le puede pasar es que traten de enseñarlo u orientarlo”.

La muerte de Raúl César Santos Serpa representa una pérdida irremediable para el mundo del arte. Sin embargo, su legado perdurará a través de su obra, que continuará inspirando a futuras generaciones de artistas y amantes del arte. En un momento en el que la autenticidad parece escasear en muchos ámbitos creativos, su vida y trabajo nos recuerdan la importancia de ser fieles a uno mismo, de abrazar la vulnerabilidad y de transformarla en algo bello y significativo.

Es fundamental rendir homenaje a su figura no solo como un gran artista, sino también como un ser humano comprometido con su identidad y la comunidad. Su legado va más allá del lienzo; es un llamado a ejercitar nuestros sentidos y nuestra conciencia individual ante el arte. En cada pincelada y en cada matiz de su obra, encontramos un recordatorio de que el arte puede ser un refugio, una forma de resistencia y una invitación a la introspección. Su voz seguirá resonando en el arte cubano y en el corazón de aquellos que tuvieron la fortuna de conocer sus pinturas.


Nota:

[1] Wassily Vasílievich Kandinski (Moscú, 1866-Neuilly-sur-Seine, 1944) pintor ruso precursor de la abstracción en pintura y teórico del arte. Con él comienza la abstracción lírica.