¡Qué vitalidad tiene este hombre!, escuchamos decir a quien asombrado, desde su asiento, en el entorno oscuro que habitualmente matiza el disfrute de un concierto en vivo, quedaba absorto ante el quenista Rodrigo Sosa el pasado sábado 29 de julio en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes.

Cierto es que resulta sorprendente cuando alguien ejecuta un instrumento con excelso virtuosismo. “Soplando fuerte es como se hace”, le había explicado a una niña curiosa en el camerino un rato antes, cuando ella quedó igualmente maravillada en el escenario. Pero, sabemos que es mucho más que soplar fuerte. Es dedicación, es esfuerzo, es mucho estudio, es pasión, es compromiso, es una filosofía de vida.

“Volver a Bellas Artes siempre es un lujo y justamente se cumplen diez años de mi primer concierto oficial que, además, fue en ese lugar”.

Entonces prefiero destacar la vitalidad de este argentino aplatanado en Cuba en el hecho de trascender en la búsqueda por colocar a la quena en un lugar de mayor madurez y creatividad, con otros géneros que quizás, en su lugar de origen, le son completamente ajenos. Es perfeccionista, es riguroso en la práctica y el deseo de experimentar, y al final, el premio mayor es la paz musical a la que arriba, y que gusta compartirla con sus seguidores.

“Lo acompañaron grandes amigos y compañeros de camino”.

Precisamente el concierto ofrecido, bajo el amparo de la astrología, me asegura que es el capítulo que sigue a lo que ha hecho hasta ahora. “Volver a Bellas Artes siempre es un lujo y justamente se cumplen diez años de mi primer concierto oficial que, además, fue en ese lugar. Me convida el concierto también a un análisis de lo logrado y lo que resta por hacer en cuanto a lo que me he propuesto”.

Lo acompañaron grandes amigos y compañeros de camino: José Julián (J.J.) Morejón en la percusión, Rodrigo García en el piano, Adner Lopéz Jiménez en la batería, Dayron Ortiz en la guitarra y David Faya en el contrabajo y el bajo eléctrico.

Géminis es una nueva propuesta escénica. No es el nombre de un disco, sino el que encontré para este repertorio, mezclando temas ya conocidos con nuevos formatos instrumentales, con nuevas sonoridades que nos acompañan en la búsqueda por ampliar la forma en la que la quena se comunica con el público, mientras nos nutrimos de ritmos y tendencias.

“En los ensayos nos percatamos de que había temas un poco dispersos y todos trabajamos juntos en función de los arreglos. Eso se ha notado, espero, y es muestra de lo que hicimos y disfrutamos”.

“En cada uno de los temas hubo derroche del bueno, porque todos los allí reunidos hacen del instrumento que tocan una prolongación más de su cuerpo”.

Acariciando sonoridades eléctricas y acústicas, en diferentes formatos (dúo, trío, cuarteto, quinteto), permitiendo oler la madera a ritmo de folclore, de jazz, y bajo la influencia de la música clásica y hasta del pop, Géminis fue una propuesta espectacular.

Fluyeron uno tras otro “Cada vez que siento tu amor”, del guitarrista argentino Quique Sinesi; “Quena die se meta con Rodrigo”, del pianista cubano Alejandro Falcón; “Blue Rondo a La Turk”, del pianista estadounidense Dave Brubeck Chiní, de Ignacio Melgarejo; “9 de Julio”, del tanguero argentino José Luis Padula; “Taquito Militar”, del músico argentino Mariano Moreno; “Almendra”, del director de orquesta cubano Abelardo Valdés y “Epílogo”, del pianista cubano Aldo López Gavilán.

“Es mucho más que soplar fuerte. Es dedicación, es esfuerzo, es mucho estudio, es pasión, es compromiso, es una filosofía de vida”.

En cada uno de los temas hubo derroche del bueno, porque todos los allí reunidos hacen del instrumento que tocan una prolongación más de su cuerpo. En cada pisada fuerte que Rodrigo alternaba con sus soplos a la quena, las palmas del público le siguieron y los aplausos a cada solo fueron, realmente, merecidos.

El quinto tema del repertorio fue “Cuando ya no estés”, de la autoría del violinista cubano William Roblejo, quien estuvo de invitado especial en la velada, en un tributo a esa persona amada, amigo o amante, que ya no está físicamente. Una vez más, conjunción feliz de talento.

“Es una búsqueda a lo interior, ir a la nada desde el todo, buscando la paz y el equilibrio. Esa fue la premisa de esta velada”, confesó Sosa a los presentes. Y la honestidad mereció un aplauso desde la admiración sincera de quienes allí estaban.

El violinista William Roblejo estuvo de invitado especial en la velada.

Difícil encontrar algún aspecto negativo cuando de pies a cabeza el deleite es inmenso. Reconozco mis debilidades. Ellos, desde el escenario, podrán señalar algunos, perfectamente mejorables. Quizá. Yo, en todo caso, me declaro culpable de no hallarlos. Agradezco el regalo musical, el ambiente afable que se crea cuando dialogo con los músicos e intento indagar en sus interioridades, las fotos… y sobre todo, la energía que, incluso dejando la astrología a un lado, te hace sentir viva. Así salimos todos de la sala al terminar el concierto: sintiéndonos vivos. Eso lo explica todo.