De estas ciudades quedará: ¡solo el viento que ha cruzado por ellas!
Haga la casa feliz al que come: él la vacía.
Sabemos que estamos de paso solamente
Y después de nosotros: nada importante vendrá.
B.B
Un mendigo deambula por los alrededores del teatro y se mezcla su silencio apacible con el parloteo de los espectadores. Los que visten de limpio, afanados en su representación, se apartan del hombre harapiento y sucio mientras él observa atentamente, desde abajo, como quien entiende, mejor que nadie, la intangibilidad del hombre.
Balada del pobre B.B, de Impulso Teatro, dirigido por Alexis Díaz de Villegas, es un espectáculo impresionante y vivo. Inspirado en textos de Vicente Huidobro, Néstor Díaz de Villegas y Bertolt Brecht, se erige como un homenaje a Vicente Revuelta desde las manos de su discípulo. Diez intérpretes sobre la escena fusionan el presente y el pasado, la actuación y la vida al filo de todos los abismos posibles. Sin más historia que la intensidad de las verdades defendidas por cada actor, la pieza está conformada por una selección de escenas, poemas y canciones acompañados por un piano y entrelazados por fragmentos de la obra El mendigo o El perro muerto, de Bertolt Brecht.
Tengo la sensación de estar frente a una puesta llegada de otro tiempo, una balada que ha conservado su vida y su fuerza a pesar de los vientos y las desmemorias. Nada sobre la escena cubana de hoy se le parece a este espectáculo con su aliento brechtiano, épico, discontinuo, duro, hermoso, irónico, poético. Brecht no aparece solamente en los materiales textuales escogidos, sino que se ilumina desde su pensamiento teatral y político.
Tengo la sensación de estar frente a una puesta llegada de otro tiempo, una balada que ha conservado su vida y su fuerza a pesar de los vientos y las desmemorias. Balada del pobre B.B es un estudio profundo e inteligente sobre las ideas del autor alemán. Paralelo a la belleza infinita de las imágenes y a la emoción que provocan algunas escenas, se advierte una aproximación minuciosa al distanciamiento brechtiano como eje conceptual del espectáculo. La disposición de las escenas, la banda sonora, las pancartas, el rompimiento que se produce en algunos momentos, la presencia de los actores junto a sus personajes y el quiebre de la cuarta pared, tributan a los presupuestos brechtianos. Los dibujos que recuerdan los cuadernos de Galileo, pero que, al mismo tiempo, representan la escenografía que no se pudo construir, los nombres de las escenas y las notas del director a los actores son otro elemento extrañante que conecta tiempos y espacios.
La intervención de Alexis Díaz de Villegas en su rol de director sobre el cuadro La caída de Ícaro, de Pieter Brueghel, es una suerte de manifiesto poético que explica su discurso escénico y su visión como artista. Lo significativo es que lo hace desde la parábola con las artes plásticas y la reconstrucción del legado de su maestro. Alexis es de los que llevan el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo es su casa. Es innegable que el espectáculo está hecho para movilizar los sentidos del espectador, pero, al mismo tiempo, lo obliga a realizar una operación intelectual que se desestructura cuando los actores hablan en varios idiomas o cuando los cuerpos semidesnudos se contorsionan.
La estructura de Balada del pobre B.B no se puede apresar, en ella están condensados los atisbos de otros espectáculos y otras imágenes que respiran en la piel del director. A pesar de ser una obra que contiene diversos estilos de interpretación, hay una clave que puedo advertir como punto en común: el instante. Andrés Pérez, Arkadi Vathke, Yara Masiel López, Linda Soriano, Yanier Palmero, Carlos Peña, María Forcades, Lily Santiesteban, Laura González y Alexis Díaz de Villegas han logrado comprender y llevar a sus cuerpos la importancia de lo inapresable, de vivir el instante, el segundo vital que dejará de serlo al próximo segundo que traerá nuevamente la vida a escena. De ahí que ese paisaje expresionista nos hable de frente sobre la paz y la guerra, sobre las madres y sus hijos, sobre emperadores y mendigos, sobre sabios y prostitutas, sobre maestros y discípulos.
La estructura de Balada del pobre B.B no se puede apresar, en ella están condensados los atisbos de otros espectáculos y otras imágenes que respiran en la piel del director.Este espectáculo es el canto feroz de los que reclaman ser enterrados como agitadores en un ataúd de zinc. Es una obra que muestra la verdad y la valentía del actor que la defiende como la mujer que no esconde el borde de la saya manchada con la sangre de su mejor hijo. Cuando el tambor comience su guerra, cada uno de nosotros comenzará la suya y habrá espacio en la escena para el barco de ocho velas y 50 cañones que adornará su mástil con banderas, y para el campesino, y el soldado, y la condenada, y los verdugos, y los de arriba y los de abajo, y para el pintor de brocha gorda que hablaba de paz por los altoparlantes. Habrá espacio en esta balada para vivir el instante junto a sus actores; para a exigir el abrigo y no conformarnos con el parche, para reclamar el pan y no contentarnos con la migaja.
Impulso Teatro nos regala un espectáculo profundamente político que, en su cruce de lenguajes y su urgencia desde la memoria, nos habla del presente, de nuestro paso fugaz por el mundo, de la verdad. Esa verdad que se proyecta sobre el cuerpo desnudo de Yara Masiel, quien ofrece su corazón a la ira del mundo como el poeta cuando descubrió con espanto que sus libros no estaban en la lista de los que debían ser quemados por sus enseñanzas dañinas. “¿Acaso no escribí siempre la verdad en mis libros?”. Se preguntó el poeta y les ordenó: “¡Quémenme!”.
Viendo Balada del pobre B.B pienso mucho en Brecht, en la claridad de su pensamiento, en su poesía y su teatro, en su poder para hacer revoluciones y para disentir. Pienso también en el teatro cubano y en su poder para hacer revoluciones y para disentir. Pienso en la soledad del mendigo frente a la carcajada ampulosa de los emperadores. Pienso en las escenografías que tal vez no podremos construir, pero sus planos, a la espera de otros tiempos, quedarán guardados en algún lugar de esta Isla.
Dice Brecht que en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, en una celda de la prisión italiana de San Carlo llena de militares arrestados, de borrachos y ladrones, un soldado socialista arañó con lápiz-tinta en la pared: ¡Viva Lenin! Dicen estos tiempos de socialismos a medio construir y de fantasmas de guerras pasadas que un grupo de jóvenes bajo el sello de Impulso arañaron en la pared: ¡VIVA LA LIBERTAD! Cuando los guardias lo vieron, trajeron un pintor con un cubo de cal. Y con un pincel trató de disimular la inscripción amenazante. Pero como solo repitió con su pincel los trazos escritos, apareció arriba en la celda, ahora en yeso: ¡VIVA LA LIBERTAD! Un segundo pintor cubrió todo con un pincel grueso de manera que durante horas desapareció, pero al amanecer, cuando el yeso secó, apareció debajo la inscripción nuevamente: ¡VIVA LA LIBERTAD! Entonces los guardias trajeron un albañil con un cuchillo. Durante una hora raspó letra por letra. Y cuando terminó, en lo alto de la celda, ahora sin color, pero grabado profundamente en el muro, apareció la inscripción invencible: ¡VIVA LA LIBERTAD!
¡Ahora tumben la pared!