En su excelente artículo titulado “Interpretar a Bejarano. La iconografía de su poética, desde un sistema  de tres motivos: el cosmos, la ínsula y el hombre”, el prestigioso  escritor, ensayista, crítico y profesor, Rufo Caballero, expresó que el connotado creador de las artes visuales, Agustín Bejarano Caballero (Camagüey, 1964) “ha generado un repertorio iconográfico del borde, de la experiencia del límite, adonde se asoma asustado y alelado su hombrecito perdido, como un Charlot pictórico en las alturas o los suburbios de la gran ciudad. El ser diminuto del último Bejarano es una metáfora crujiente del encogimiento del sujeto contemporáneo que no halla un lugar espiritual en el mundo de hoy”.

Para ahondar en aspectos relacionados con su quehacer pictórico y, en particular sobre los antecedentes que le motivaron a crear esta emblemática figura que caracteriza gran parte de su obra desde el surgimiento de la antológica serie Los ritos del silencio, así como en lo referido al simbolismo, desde el punto de vista interpretativo y espiritual que él le adjudica a ese hombrecillo, dialogamos con Bejarano, quien expresó:

“El antecedente pictórico que me motivó a crear esta figura que aparece en Los ritos del silencio (2003) fue la serie anterior que se nombró Imágenes en el tiempo (2002) que tenía como tema central la figura de José Martí. La necesidad de condensar el significado humanista y universal de Martí, alejándome fundamentalmente de su parecido y creando un ser más ecuménico, más universal, me hizo crear a este hombrecito del que apenas se puede identificar su rostro; el sentido de humildad y humanismo contrastaba, y a la vez, complementaba mi teoría de grandeza y universalidad del pensamiento de nuestro Héroe Nacional; de tal modo, de alguna forma quedaba planteada la tesis de esta nueva serie.

“Harakiri” (1089 x 820 mm, 1997). Grabado sobre plástico. 

“Ya en anteriores —agregó— como Tierra fértil, de 1994, donde doy un tratamiento similar, aflora Martí con sombrero. También en la serie de grabados Brisas del alma (1993) el Apóstol aparece en algunas obras. No es hasta la obra de “Harakiri” (1997) que surge con sombrero de yarey, y después, en Los ritos del silencio, esta prenda de vestir es un símbolo constante.

¿Pudiera afirmarse que este personaje es una recreación del hombre contemporáneo insular? E, igualmente, le atribuye una lectura universal, ¿tal puede descubrirse en su concepción estética?

Este pequeño hombre se ha creado, se ha fortalecido y también grita para notar que existe, desde la resistencia. Dada la diminuta dimensión que le doy comparado con los espacios dentro de la obra, él en cada composición aparece tejiendo una urdimbre de conjeturas, es un constante surtidor de diálogos y sugestiones que son motivados con respecto a los objetos que le rodean o con los que tiene una relación especial: mesa, muros, muelles, botes, islas, etc.

En el desarrollo de esta serie, que ya suma más de 20 años, se han generado diferentes subseries. Muchas se han distinguido por los títulos de las exposiciones donde se han presentado. Te nombro algunas: Meditaciones, Abismos, Constelaciones, Sedimentos, Crepúsculo, Landscape, entre otras. He citado este grupo de exposiciones como ejemplo de cómo, en cada una de ellas, me he permitido hilvanar diferentes objetivos y propósitos.

Esa dinámica es la que ha mantenido viva, con variedad y constante oxigenación esta macroserie, o serie de series. La característica de la misma ha sido transmitir complicidad con diferentes estados de ánimo: soledad, silencio, meditación, reflexión, aislamiento. Quizás inspire cierta sensación de relajamiento, pero ciertamente, lejos de un hedonismo complaciente. También convida a filosofar con status de pensamientos diversos, a entrar en los recodos existenciales de nuestra compleja y agitada vida contemporánea, a la que no escapa nuestra nación, con restricciones y leyes extraterritoriales impuestas que impiden su desarrollo como país y a los que en él viven.

De la serie Los ritos del silencio, “Escaleras de gloria” (175 x 250 cm, 2002), técnica sobre lienzo. 

Por eso, el día a día, sus derroteros, poner en tela de juicio muchos preceptos dados como sentados o establecidos, forman parte de la morfología de Los ritos del silencio, la cual también me ha permitido articular, indirectamente, varios segmentos para reflexionar en lo que ha devenido nuestro destino histórico, económico, político y social.

En los diálogos más intrínsecos, la serie me ha hecho posible tocar cuestiones como el éxodo, la migración, la diáspora, la fragmentación de familia y los traumas que esto trae aparejados, en fin, la segregación de múltiples tipos. Temas todos que están latentes dentro del panorama vivencial de nuestra contemporaneidad, como la colonización cultural, porque también mi hombrecito surgió y existe con denodado esfuerzo, desde la resistencia, como dije al principio, porque en múltiples ocasiones se me han cuestionado si esto que hago es arte contemporáneo, como si desde los centros hegemónicos del arte se dictara que el arte contemporáneo tuviera una forma exacta para diferenciarlo.

Pintor, grabador, escultor, ¿con cuál de estas expresiones usted se identifica más? ¿Por qué?

He tenido la dicha de poder navegar por diferentes manifestaciones de las artes visuales, muchas veces mi predilección por el grabado o la pintura han sido derivadas del mismo proceso formativo y profesional, es difícil deslindar una cosa de otra. En 1984 me gradué, con premio para mi tesis de Pintura, en la Escuela Nacional de Arte, tras cuatro años de estudio. He continuado pintando y desarrollando esta manifestación hasta la actualidad, que estoy cumpliendo 40 años de vida artística bien activa. En ese mismo año ingresé al Instituto Superior de Arte (ISA) y me licencié con diploma de graduado más destacado en trabajo artístico-creador de 1989.

“La dulce idea de existir” (1090 x 790 mm, 1993), grabado sobre plástico. Premio XI Bienal de Grabado en San Juan, Puerto Rico. 

Entre múltiples lauros obtenidos, hay tres Gran Premio en salones nacionales de grabado en Cuba; el primero, siendo estudiante del ISA; el último me valió una exposición de mi obra gráfica y pictórica en la Galería Gan, en Tokio, Japón. En 1997 obtuve Premio en la XI Bienal de San Juan del Grabado Latinoamericano y del Caribe, Puerto Rico. Pintura y grabado son las dos manifestaciones en las que he desarrollado mi obra fundamentalmente, aunque también he incursionado en el dibujo, he realizado algunas exposiciones con esta manifestación, aunque la obra pasiva (en archivo) es mucho más vasta. También tengo una obra considerable como ilustrador y caricaturista, pero menos conocida. He realizado varias intervenciones públicas, instalaciones, esculturas y performances.

¿En su ya extensa y consistente producción dentro del cosmos de las artes visuales, pudiera referirse a los que considera los momentos más significativos de su carrera artística?

Mi formación, primero como estudiante y luego en la vida profesional, ha sido fruto de la constancia en el trabajo creativo e investigativo. No siempre se alcanza una percepción clara de los logros de inmediato, se necesita un poco de distancia en el tiempo y quizás que alguien te lo susurre, y luego que te lo creas. No obstante, dada la amnesia existente en nuestra época y la falta de una constancia de recordar que la historia se hizo para contarla, se hace necesario decir las cosas, aunque parezca reiteración.

“Paisaje desde mi mesa III” (76 x 94 cm, 2007). Acrílico sobre lienzo.

Además de todos los premios mencionados, los que constituyen momentos sagrados en la evolución de cualquier artista visual, puedo mencionar como momentos relevantes mi exposición Abismo en el Museo Nacional de Bellas Artes, en La Habana, en 2006; también el lanzamiento del libro Agustín Bejarano. Obras 1987-2005 en los predios de esa instalación. Asimismo, otro momento significativo fue la obtención de la Distinción Por la Cultura Nacional, dada en el teatro de esa misma institución en 2005. Igualmente puedo mencionarte la obtención del Diploma al Mérito Artístico otorgado por el Instituto Superior de Arte en 2007. En fecha reciente, la ciudad de Camagüey me hizo un reconocimiento por los aportes a las artes visuales y a la cultura cubana en mis 40 años de vida artística; con ese fin se inauguró una exposición con una mirada retrospectiva de mi obra gráfica y obras recientes de pintura.

Soy de la opinión que el buen hijo hereda lo mejor de su madre, su familia y su país, luego como gesto de gratitud y devoción, da a quien lo recibió y formó los frutos de lo mejor que recibió en vida para el desarrollo de su familia, su madre y su país. Es muy sencillo, es una cuestión de espíritu y corazón. Yo además soy un conocedor de la historia de mi país y vivo orgulloso de lo realizado por alcanzar el ideario independentista y de los padres fundadores, así como de los continuadores, principalmente de los defensores de tales conquistas.

Mi herramienta es mi arte y a través de él expreso lo que quiero, mis añoranzas, mis desvelos, preocupaciones y hasta posibles soluciones para tener un país mejor, con menos desigualdades, más próspero y donde todos podamos vivir sin miedo ni temor a perder un familiar por violencia o ser víctimas del terrorismo, con derecho a la salud, la educación y que las leyes nos protejan como ciudadanos y nos den a todos los mismos derechos y deberes.

“Vocación II” (100 x 138 cm, 2022) Acrílico sobre lienzo. 

Dentro de esos parámetros, mi arte y mis esfuerzos por crecer como artista y ciudadano se multiplicarán siempre, igualmente es muy sencillo y básico, dado que cualquier otra alternativa estará siempre fuera de mis objetivos y la justeza por lo que siempre se ha luchado, no veo ninguna contradicción entre mi posición como artista y lo mejor que quiero para mi país.

¿Usted se considera un hacedor de discursos que echan anclas sobre la historia y la evolución del hombre y la familia cubanos, fundamentalmente referido a sus experiencias existenciales?

Soy ferviente admirador y defensor del arte, de la pedagogía de enseñar, así como creo que se ha de tener toda la libertad para que cada persona que tenga intención de dedicarse a hacer arte, lo pueda hacer libremente y que se le dé la oportunidad para desarrollar su vocación y talento a través de las escuelas de arte, casas de culturas; creo que las escuelas de instructores ayudan mucho a la superación cultural de las personas. También pienso que los comportamientos tendenciosos de artistas y profesores, preñados de rapaz oportunismo e “ideologizantes” planteamientos sobre qué es o no arte contemporáneo, obstruyen la posibilidad del crecimiento cultural auténtico.

Se vive un momento complejo económico, social y político, se habla de crisis, donde tendencias negativas de toda índole ganan terreno, ha habido un retroceso en la educación formal y los principios básicos del ser humano, creo que como nunca hay que luchar contra el fraude, los falsos artistas, el facilismo.

“Alcanzando un sueño II” (65 x 72 cm, 2007). Acrílico sobre lienzo.

Creo que este puede ser mi aporte en este sentido, ya que no es mi estilo. Pienso que la obra del que realmente quiere hacer arte se percibe, se huele a mil millas, pero la verdad es que a veces se observan tanto a dealers como curadores, y hasta galeristas, que califican como puros a fraudes o a inexpertos, a los que nadie con dos dedos de frente le puede creer, y luego va detrás el rollo conceptual hecho como anillo al dedo de todo aquel que quiere meter cabeza.

Su obra se caracteriza por la originalidad y exquisitez del dibujo en las composiciones, muchas veces alusivas a la historia del arte universal. ¿Existe algún vínculo o influencia —tal suerte de homenaje— entre sus creaciones con algunos de los más importantes artistas de todos los tiempos?

Puede decirse que mi formación es cien por ciento de enfoque occidental; fueron trece años de estudio, bebiendo de buenos maestros y libros la sabia de siglos de evolución de historia del arte occidental, mesoamericano, poscolombino, norteamericano de posguerra, de vanguardia. Cubano: aborigen y de todo lo que hubo después de que llegó Colón; tras el triunfo revolucionario de 1959, de todo. Y como a mí me gusta la historia se me pegaba con facilidad toda esa información. Pues bueno, ¡el gran ajiaco!, de acuerdo con Fernando Ortiz, pero aplicado al arte.

Mi primera gran galería, mi primer museo visitado fue la Unidad de Actos de la Empresa de Medios de Propaganda en Camagüey, en compañía de mi padrino (de bautizo) que trabajaba ahí. Yo quería pintar así y esa fue mi primera gran influencia, muchos héroes de la patria, patriotas, mártires del Moncada y de la Revolución que casi llegué a sabérmelos de memoria; luego terminé haciendo a Lenin, Carlos Marx y Federico Engels. Recuerdo que llegué pintar a Stirlitz, personaje protagonista del serial televisivo ruso Diecisiete instantes de una primavera, escrito por Yulián Semiónov, y que fue muy famoso a finales de los años 70 cuando se trasmitió por la televisión cubana.

Siempre he sido un ferviente admirador de los artistas del Renacimiento y de toda la escuela clásica de que ellos bebieron, todos sus periodos y también de las etapas y estilos posteriores, incluido todo el recorrido histórico hasta principios del siglo XX, realmente es apabullante al compararlo con el arte moderno. Las vanguardias europeas, aunque las respeto, entiendo y confluyo con todas, evito compararlas.

¿Puede afirmarse que Los ritos del silencio es su serie más lograda? ¿Por qué?

Los ritos del silencio me cogió desprevenido, de hecho, al principio creí que era una más, pero creo que realmente siempre estuvo ahí esperando que la descubriera. Al pasar del tiempo la veo como un fruto de la maduración, esa que los profesores viejos insisten en que hay que trabajar constantemente para llegar. Bueno, pues de alguna forma llegué, pero gracias a la diversidad. Tenía más juventud y un camino por delante, por suerte no me traicionó el espíritu aventurero y arriesgado que nunca me ha abandonado.

Realmente el trabajo de Martí con la serie Imágenes en el tiempo comenzó en 1997 con la segunda exposición que presenté con la galería Nina Menocal en México, cuando como parte de algunos conjuntos presenté dos cuadros con un personaje central que estaba lejos de parecerse a Martí; eran piezas influenciadas por “A punto de sacrificio”, una pintura que había realizado para la exposición Tierra húmeda, en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales en 1996; fue al tercer cuadro hecho allá mismo al que se me ocurrió ponerle la cara de Martí.

“Aterrizaje forzoso” (156 x 200 cm, 2022). Acrílico sobre  lienzo.

Considero que lo más importante, además de una serie profunda y robusta, por la que cualquier artista le gustaría que lo reconocieran, es una serie con aristas que repuntan y siempre esas puntas se multiplican en nuevos temas y posibilidades infinitas. También es una forma de estructurar los mensajes que siempre encuentran un sinnúmero de fórmulas creativas, alejando así la posibilidad del conformismo y soluciones repetitivas alentadas por lo general por las exigencias del mercado, brindando la dificilísima posibilidad para un inagotable y generoso encuentro con un arte profundo y reflexivo.

¿En qué proyectos trabaja actualmente?

En estos momentos estoy reuniendo algunos bocetos encontrados y nunca realizados, pero sí repasados por la vista fisgona que por lo general pasa y sigue, solo que ahora se ha detenido porque mi cerebro piensa que ya llegó el momento de poder trabajar en ellos.

Bejarano y Rufo junto a una obra de la serie Fronteras Humanas.

Es un reto, porque no tiene que ver con Los ritos…, a la crítica y a la gente no le gustan mucho los cambios, pero me ha gustado ir a contracorriente. Exactamente se trata de una serie que responde a deudas y a la materialización de algunos espacios que no tuve tiempo de atender; de todos modos, está en mi mente y creo que, solo por ello, es importante dedicarle tiempo. A un amigo muy querido, a mi entrañable amigo Rufo Caballero le gustaban y escribió para las obras que logré hacer las palabras del catálogo de mi participación en la Toronto International Art Fair, en 2003: Fronteras humanas.

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