Algunas tendencias del cine de horror (en un ciclo de verano)

Joel del Río
18/8/2016

Ciclos temáticos con ocho, diez o doce filmes cada uno, constituyen la principal propuesta de exhibición del ICAIC para estimular la asistencia a las salas oscuras. Entre los ciclos se cuentan algunos como Anime en proyección, A solas con Johnny Depp, Cine cubano de lo poco visto a los grandes éxitos, Ciclo erótico “entre la pasión y la venganza”, Universos reales vs. imaginarios-La ciencia ficción de hoy, 12 aventuras para un verano distinto, y Mensajeros del miedo, en el cual se manifiestan algunas de las principales tendencias mundiales del cine de horror contemporáneo.

Desde finales del siglo XX, el mejor cine de horror, salvo excepciones, se desplazó de Hollywood hacia España, Japón, Reino Unido, Francia y los países nórdicos. El ciclo Mensajeros del miedo nos permite, a los aficionados a este género, descubrir otras latitudes geográficas del horror. Jaume Balagueró es principalísimo impulsor de este género en España, y su [•REC] 4: Apocalipsis (2014) contempla el paulatino caos provocado por una epidemia que convierte a casi todos los personajes, uno a uno, en engendros demoniacos.

En el filme español, cuarto alargamiento de un asunto bastante manoseado ya, aparece la reportera Ángela Vidal, única superviviente de una terrible infección. Ella es evacuada de un edificio y a pesar de que la situación parece controlada, el caos vuelve a desatarse y la semilla del mal renace adoptando nuevas y terribles formas. Aunque el argumento es similar a las tres entregas anteriores, destaca nuevamente la apropiación de códigos del documental (cámara en mano, estilo reportaje noticioso) y la consumación de la variante foundfootage del horror, que contempla el hallazgo de filmaciones sobre hechos espantosos.

También de Europa, exactamente de Irlanda, proceden otros dos títulos del ciclo: Desde la oscuridad (2014, ConorMcMahon) y El canal (2014, Ivan Kavanagh), que exploran el ataque a los personajes de diversos tipos de monstruosidad. En la primera, hay una pareja que viaja a través de la campiña irlandesa y se encuentra con una criatura de aspecto horrible que solo ataca en las noches, pero es capaz de desatar un verdadero infierno.

El canal explota la degeneración de un personaje hasta la ausencia total de misericordia, en una cuerda que aborda dos de los grandes temas del horror: la locura y el asesinato. Hay reminiscencias de ese clásico innegable que es El resplandor. La legión de admiradores con que cuenta el filme de Stanley Kubrick seguramente disfrutará, con el imprescindible sobresalto, de los múltiples puntos de contacto entre el clásico y la sucedánea.

Aunque pudiéramos decir que Takashi Miike es el Tarantino japonés, preferimos asegurar que el norteamericano representa la versión anglosajona del maestro de la hibridación genérica y, sobre todo, del horror en variantes niponas. Yakuza Apocalypse(2015) vincula cine gansteril (a la mafia de aquel país se le llama Yakuza) con el horror vampírico, pues se les restituye a los espantosos inmortales los desbordes sangrientos y el despliegue de violencia machista a lo Tarantino, es decir, a lo Miike.

El horror cinematográfico contemporáneo ha demostrado la posibilidad de vincularse al exotismo y a los países llamados periféricos, como se demuestra en la israelí Jeruzalem (2015), en la cual se utiliza la zeta de zombi asociada a la apertura de infernales subterráneos, justo en los tenebrosos callejones de una ciudad considerada sagrada por el judaísmo, el cristianismo y el islam.

Dos jóvenes americanas, muy apegadas a Facebook y a sus celulares, visitan Jerusalén durante el Yom Kipur, la conmemoración judía del Día de la Expiación, perdón y el arrepentimiento sincero. Las vacaciones de las muchachas y el Yom Kipur se combinan mal, pues tendrá lugar una especie de apocalipsis bíblico y ellas deberán encontrar la manera de salir de una ciudad que abrió las puertas del infierno.

Destaca la presencia en el ciclo Mensajeros del miedo de La visita (2015), uno de los filmes más recientes de M. Night Shyamalan, consagrado por su tratamiento realista del horror sobrenatural, y por imprimirle ciertos giros más cotidianos al terror con tal de hacerlo más verista, tal y como se percibía en la perturbadora El sexto sentido (1999), un filme que volvió a vestir de largo el subgénero de los fantasmas regresados de la muerte.

En La visita, Shyamalan también recurre a tópicos como el encierro de los personajes y el protagonismo de niños víctimas y ancianos de acendrada maldad. Una madre deja a sus dos hijos durante una semana en la remota granja de sus abuelos, en Pensilvania. Los niños descubren que la anciana pareja está implicada en algo profundamente inquietante y se dan cuenta de que tienen pocas posibilidades de regresar a casa ilesos.

Y ya en terreno norteamericano, el ciclo propone varios filmes que evidencian la saturación de ciertos códigos, situaciones y personajes. Maggie (2015) presenta a un padre atormentado (que interpreta como puede Arnold Schwarzenegger), quien trata de salvar a su hija infectada por un virus apocalíptico; Donde el diablo se esconde (2014) es una película de asesinatos en serie con un fondo sobrenatural, que incluye el posible arribo del demonio; mientras que Oscura era la noche (2014) reitera, al igual que la anterior y que centenares de filmes de horror, la intimidación de una cohorte de siniestros innombrables a una inocente y apartada comunidad.

De Estados Unidos, también se programan El niño(2016) y Poltergeist (2015), ambas concentradas en lo inquietante de una presencia infantil en medio de incidentes alterados o sobrenaturales, que manipulan la inocencia desde el ámbito de la maldad o de la víctima, pues los niños como personajes del horror funcionan en ambas dimensiones.

Por último, hay que mencionar el clásico, la perla del ciclo, ya que cada uno incluye, al menos, un filme muy valioso y más antiguo, con superior relieve estético a la media contemporánea. En este caso se eligió la británica El ansia (1983, Tony Scott). Los protagonistas Catherine Deneuve, David Bowie y Susan Sarandon derrochan glamour y fotogenia en esta fantasía gótica, que elude algunos de los principales tópicos del cine de horror con vampiros para derivar al esteticismo más rotundo.

Aunque apenas funcione en el sentido de inquietar o atemorizar al espectador, esta es una película seductora, con el aire pop de sus primeras escenas, el vestuario diseñado por Yves Saint-Laurent para la Deneuve, y la relectura de múltiples índices culturales, incluida una visión lésbica del dúo femenino en la ópera Lakmé. Es un filme impresionante y, como todas las buenas películas, siempre parece nueva.