Alicia danza por siempre, danza por Cuba
22/12/2017
“Siempre te vi volar toda ya un hada,
cisne, paloma y mil y más criaturas…”
Eliseo Diego [1]
Alicia Alonso arriba a sus 97 años de vida y la leyenda que trazó en los escenarios sigue creciendo. Es el rostro más excelso de la escuela cubana de ballet, porque en su cuerpo se fusionaron su talento inconmensurable, la altura pedagógica de Fernando y los afanes coreográficos de Alberto.
Resume la bailarina en su personalidad la fuerza de su pueblo, tan dado a la danza, mezcla de africanos y españoles. Es ella criatura de una isla con puertos abiertos al mundo, a la danza toda. Y fue aquí, desde Cuba, donde se forjó su leyenda.
Mucho elogio ha recibido nuestra danzante desde que ingresó a Pro-Arte Musical hasta el día de hoy, cuando se asoma al balcón del Gran Teatro de La Habana, que con justicia lleva su nombre, y el público la ovaciona porque la reconoce como uno de los más grandes símbolos de la cultura cubana.
Ella ha interpretado magistralmente a los clásicos, brilló en Giselle y en El lago de los cisnes. Otros estilos también han dado fe de sus aptitudes extraordinarias, como sucedió en la Carmen, de Alberto Alonso, que el coreógrafo elogió: “…cuando pienso en Carmen, me viene a la mente inmediatamente Alicia. Por ejemplo, hay unos pasos de Alicia que hace con la cadera, de una voluptuosidad, de una sensualidad, las trabazones de las piernas…”. Fue protagonista de La diva, de Alberto Méndez, y de La corona sangrienta, de Iván Tenorio.
Como intérprete, Alicia tuvo de partenaire a algunos de los más grandes bailarines, Antonio Gades y Jorge Esquivel, entre otros. Los escenarios más exigentes la agasajaron, así fue en la Opera de París, el Bolshoi de Moscú, el Teatro Real de Madrid. Otras grandes bailarinas del siglo, como Margot Fonteyn, Maya Plisetskaya, Cristina Hoyos o Carla Fracci, la reverenciaron.
Gracias a la convocatoria de Alicia, el Festival Internacional de Ballet de La Habana presenta a lo más relevante de la danza mundial. Pintores, poetas, músicos han cantado su impronta en la cultura del siglo XX, y en esa ilustre lista se encuentran Pablo Picasso y Maurice Béjart, Alejo Carpentier y Fina García Marruz.
No hay libro que aguante la maestría de Alicia, por eso se agradecen los registros fílmicos de sus interpretaciones, para verla una y otra vez desplegando tanta gracia. Los amantes de la danza tienen ahí un material valiosísimo que será siempre motivo de satisfacción estética.
La biografía de Alicia, tras 9 décadas de vida, recoge numerosos pasajes. Ha vivido intensamente y ha dirigido el Ballet Nacional de Cuba, con todos los avatares, felices o no, que implica conducir un grupo humano dedicado a la creación artística, y en ese andar las luces brillaron con más fuerza que las sombras. El poeta Eliseo Diego saludó su condición humana:
“…hoy que me decido a saludarte
te siento cerca, lumbrecilla humana…” [2].
Pero entre los sucesos que han marcado la trayectoria vital de esta mujer, siempre me sorprende la expresión de su férrea voluntad y su pasión por la danza, que la llevó a sobreponerse a la pérdida de la visión para seguir bailando. El cuerpo de Alicia, que Fernando aseguraba estaba especialmente dotado para la danza, le ofreció tenaz resistencia, y ella se empeñó en vencer todos los obstáculos, desde las enfermedades hasta los cronológicos, para seguir danzando de forma excepcional.
Así fue como arrancó aplausos e inspiró al poeta estos versos:
“… para mí tú eres el Arte
vivo en su ardor, y tan y tan lejana
como la estrella que el abismo abriga” [3].