Amar por toda ciencia
20/1/2017
Para una cubana
Poesía dulce y mística
Busca a la blanca cubana
Que se asomó a la ventana
Como una visión artística.
Misteriosa y cabalística,
Puede dar celos a Diana,
Con su faz de porcelana
De una blancura eucarística.
Llena de un prestigio asiático,
Roja en el rostro enigmático,
Su boca púrpura finge.
Y al sonreírse vi en ella
El resplandor de una estrella
Que fuese alma de una esfinge.
La dulzura del ángelus
La dulzura del ángelus matinal y divino
que diluyen ingenuas campanas provinciales,
en un aire inocente a fuerza de rosales,
de plegaria, de ensueño de virgen y de trino
de ruiseñor, opuesto todo al rudo destino
que no cree en Dios… El áureo ovillo vespertino
que la tarde devana tras opacos cristales
por tejer la inconsútil tela de nuestros males,
todos hechos de carne y aromados de vino…
y esta atroz amargura de no gustar de nada,
de no saber adónde dirigir nuestra proa,
mientras el pobre esquife en la noche cerrada
va en las hostiles olas huérfano de la aurora…
(¡Oh suaves campanas entre la madrugada!)
Tarde del trópico
Es la tarde gris y triste.
Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo.
Del abismo se levanta
la queja amarga y sonora.
La onda, cuando el viento canta,
llora.
Los violines de la bruma
saludan al sol que muere.
Salmodia la blanca espuma:
¡Miserere!
La armonía el cielo inunda,
y la brisa va a llevar
la canción triste y profunda
del mar.
Del clarín del horizonte
brota sinfonía rara,
como si la voz del monte
vibrara.
Cual si fuese lo invisible…
Cual si fuese el rudo son
que diese al viento un terrible
león.
Melancolía
A Domingo Bolívar.
Hermano, tú que tienes la luz, dame la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de ensueño y loco de armonía.
Ese es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.
Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
ya veces que es muy corto…
Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?
De otoño
Yo sé que hay quienes dicen: ¿Por qué no canta ahora
con aquella locura armoniosa de antaño?
Esos no ven la obra profunda de la hora,
la labor del minuto y el prodigio del año.
Yo, pobre árbol, produje el amor de la brisa,
cuando empecé a crecer, un vago y dulce son.
Pasó ya el tiempo de la juvenil sonrisa:
¡dejad al huracán mover mi corazón!
Mía
Mía: así te llamas.
¿Qué más armonía?
Mía: luz del día;
Mía: rosas, llamas.
¡Qué aroma derramas
En el alma mía
Si sé que me amas!
¡Oh Mía! ¡Oh Mía!
Tu sexo fundiste
Con mi sexo fuerte,
Fundiendo dos bronces.
Yo triste, tú triste…
¿No has de ser entonces
Mía hasta la muerte?