Antonia en Villafaña

Maikel José Rodríguez Calviño
12/7/2019

Antonia Eiriz resplandece en el arte cubano con el fulgor de lo mitológico. Su impronta ha sobrevivido tiempo y espacio, incomprensiones y olvidos, para mostrarnos aquí, ahora, como si fuesen nuevos, algunos de los horrores más antiguos jamás experimentados por el ser humano. ¿La mejor pintora cubana? Posiblemente; mérito que se incrementa si tenemos en cuenta la ilustre nómina de grandes creadoras nacidas en nuestro país.

Exposición Sol negro, de Agustín A. Villafaña. Fotos: Maité Fernández
 

Antonia pervive en el alma y las manos de todos los artistas que la conocieron y fueron sus discípulos. Entre ellos se encuentra el pintor y dibujante Agustín A. Villafaña, quien el pasado martes inauguró en la Galería Luz y Oficios la exposición personal Sol negro, dedicada al 90 cumpleaños de la inefable Ñica, sobrenombre con que amigos y familiares conocían a la autora de La Anunciación, uno de los cuadros más hermosos y estremecedores de cuantos se hayan producido en nuestra Isla.

Mucho de ese pathos desgarrador, de esa maniera grotesco-expresiva (como la definiera la Doctora Adelaida de Juan), están presentes en las obras que componen Sol negro, una muestra, en mi opinión, plausible y necesaria. No hay en ella un trabajo curatorial exhaustivo, de cariz antológico o historiográfico. Tampoco hizo falta. Su statement es claro y sencillo: mostrar, a manera de tributo, parte de los dibujos sobre papel o cartulina que el maestro Villafaña ha realizado durante los últimos años.

Se abre así, frente a nosotros, un universo lírico y sublime, estremecedor y terrible, pletórico de seres imposibles, populares, mitológicos, de fuerte cariz expresionista. Animales domésticos, personajes cotidianos, aves inquietantes, cabezas parlantes, rituales secretos, ángeles y demonios, feroces parajes e instrucciones de vuelo… Agustín despliega su innegable talento como dibujante para construir un universo al mismo tiempo luminoso y lóbrego, cargado de mitos y cubanía, henchido de presencias cuyas pupilas dejan entrever fugaces señales de los grandes misterios.

 

En Sol negro vemos el tributo; no obstante (y esto es crucial para degustar la muestra a profundidad), también encontramos el estilo inconfundible del protagonista, quien no imita: antes bien, desarrolla libremente su propia poética. La influencia de Antonia es evidente y el artista se regodea en ella, pero sabe dosificarla con mano precisa y garantiza que su particular visión del mundo, sus sentimientos e ideas emerjan con independencia, soltura y claridad, para apropiarse de las superficies y conjurar lo terrible.

Actualmente no abundan exposiciones dedicadas al dibujo. Tal pareciera que la expresión gráfica más importante de las artes plásticas no mereciera particular atención en nuestro contexto. Con Sol negro, el maestro Villafaña alerta sobre dicha problemática y, al mismo tiempo, contribuye a disiparla. Prestos al asombro, acerquémonos a esta muestra inexorablemente eclipsada por el lado más oscuro del alma.