Arte efímero: experiencia colaborativa y enriquecedora
Gran sorpresa deben haber tenido los asistentes al parque Mariana Grajales (23 y C, en El Vedado habanero), aquel 6 de junio de 2003, al ver la performance Alegoría a la existencia (con un piano en llamas) de la entonces estudiante Jeannette Chávez. Nacía así un evento que, sin dudas, forma parte de la vida cultural y el imaginario popular de las comunidades aledañas al Centro Experimental de las Artes Visuales José Antonio Díaz Peláez.
El Festival Nacional de Escultura Efímera vio la luz por iniciativa de un grupo de profesores artistas de la institución, liderada en aquel tiempo por Mayrelis Peraza. La secundaron en la idea Darlyn Delgado, Yasser Fonseca Valdés y Fernando López, entre otros.
Fonseca Valdés hoy es diseñador. Rememora con nostalgia su paso por el Centro y el hecho de haber tenido la posibilidad de participar en la génesis del evento del cual se reconoce como uno de sus fundadores.
“La primera edición fue muy ajetreada. Hicimos un periplo por diferentes provincias para invitar a artistas de todo el país. Fui a la Isla de la Juventud para hacer las captaciones y se logró una buena participación. Tuvo bastante acogida por las ganas que teníamos de hacerlo y quedó bien a pesar del bajo presupuesto con que se contaba. Fue una buena arrancada y se reconoció como el primer Festival Nacional de Escultura Efímera que se celebraba en el país, luego de tomar como antecedentes otras iniciativas”, recuerda Fonseca Valdés.
De manera oficial se registraron a la muestra no competitiva un total de 15 proyectos, en su mayoría performances, y cada uno de ellos interactuó con los otros como parte del espíritu fraternal que reinó esta edición del evento.
Jesús Molina, actual director del Centro Experimental de las Artes Visuales, asegura que el Festival de Escultura Efímera cambió su nombre y concepción a partir del año 2009.
En opinión de Fonseca Valdés, en su momento la decisión resultó bastante polémica porque las piezas que se estaban presentando cada vez más se alejaban de lo meramente escultórico y en aras de “no discriminar determinadas obras, y a la hora de justificar determinados discursos artísticos, se asumió como Festival de Arte Efímero”.
Regresa la alegría luego de la pandemia
Después de tres años de no celebrarse de manera presencial, debido a la pandemia de la COVID-19, regresó a los predios de 23 y C esta fiesta que reúne a estudiantes, profesores, artistas invitados y vecinos.
“Durante tres años estuvimos compartiendo, a través de nuestras redes sociales, imágenes para recordar los mejores momentos del Festival cuando era de escultura y luego cuando pasa a ser de arte efímero y comienza a formar parte de la Semana de la Cultura de Plaza de la Revolución”, advierte Molina.
Darlyn Delgado, graduada de la Academia San Alejandro y de la Universidad de las Artes, recibió un reconocimiento por haber participado en la primera edición, hace dos décadas atrás, con la pieza escultórica El Dorado, una de las 13 seleccionadas por el jurado. En su opinión, antes se acercaban al evento más artistas visuales y estudiantes de esa manifestación pero, en la actualidad, el Festival tiene más presencia infantil.
“De alguna manera reúne la alegría de los niños y jóvenes que vienen a expresar toda su creatividad dentro de las artes visuales. Entonces toman el parque como un sitio para una especie de reunión y de fiesta. Lo toman también con un soporte y, por supuesto, involucran a los padres y abuelos. Esa es otra parte importante: que no solamente lleguemos a los estudiantes sino también a las familias y crearles una especie de conciencia sobre las artes, los sueños y anhelos de sus hijos”, reconoce Molina.
Aunque la convocatoria era provincial, el director del Festival apunta que mostraron interés en participar artistas de todo el país que no pudieron asistir debido a limitaciones con los medios de transporte; entre ellos se encontraban exponentes de Santiago de Cuba que querían llegar a la cita pero no pudieron hacerlo.
“Realmente estamos creando las bases para que el año que viene sea competitivo y podamos contar con la presencia de artistas de todo el país”, afirma Molina.
De recorrido por el parque Mariana Grajales
Tanto en la apertura como en la clausura se pudo apreciar una demostración del arte danzario del grupo D’Rough, del proyecto sociocultural Artcor, Club de Arte coreano que pertenece a la Dirección de Cultura de Plaza.
De manera oficial se registraron a la muestra no competitiva un total de 15 proyectos, en su mayoría performances, y cada uno de ellos interactuó con los otros como parte del espíritu fraternal que reinó en el evento.
Parecer o no ser, he aquí el Internet nombró a su performance la joven Patricia Gómez, quien hasta hace poco cursaba la carrera de Artes y Letras en la Universidad de La Habana. Desde niña estudió dibujo y confiesa que le encantan las artes visuales.
“El concepto general de mi obra alude al tratamiento que se le da a la moda a través del teléfono y la visión que tienen las nuevas generaciones sobre ese fenómeno. Son dos piezas: la primera habla sobre la hipocresía y todo lo que ronda la imagen sensualizada de la mujer en Internet; la segunda, de la generación Z que ha creado un sistema de grupos de WhatsApp de Aesthetic. A diferencia de las tribus sociales, que se basan en la ideología y en actividades en común, en estos grupos los jóvenes se integran más bien pensando en algo relacionado con la estética”.
Por su parte, la adolescente Amelia Sautié, estudiante de Secundaria Básica que se prepara para ingresar en San Alejandro, se pintó en su rostro La noche estrellada, de Vincent Van Gogh y completó su atuendo con una peluca de color azul.
“Tenemos pensado repartir papeles con frases de Van Gogh, Salvador Dalí y Pablo Picasso a todas las personas que veamos. Es la primera vez que me acerco al performance y me siento un poco nerviosa, pero este Festival es una forma nueva de conocer a otras personas, de sentirme yo misma y poder hacer lo que me gusta”.
Y dice una mariposa se titula la performance de Aramís Cué. En una caja de cristal, que contiene unos zapaticos rosados, se puede leer la frase: “Consultar al privado”. El artista visual porta en una de sus manos unas rosas blancas que regalará en señal de apuesta por la solidaridad y como resorte de salvación en los momentos actuales.
Por último, la joven abogada Gisel Góngora presenta una performance que se convierte en refugio y hogar para los niños presentes en el parque. A un conjunto de cajas de diferentes tamaños, amontonadas unas sobre otras, les ha puesto por título: Y sin darnos cuenta.
Con ella pretende llamar la atención sobre la compra compulsiva de algunos seres humanos, para acaparar y encerrarse en ese mundo del consumismo que se repite, una y otra vez, aunque nos mudemos y cambiemos de lugar.
“Es un proceso cíclico que pasa de generación en generación, y el consumismo nos ha ido consumiendo. De hecho, inconscientemente, los niños que han interactuado con mi proyecto me han dicho que quieren llevarse las cajas para sus casas”, explica quien recién se inicia en el mundo de las artes y por vez primera participa en este evento gracias a una invitación de su profesor Raidel Díaz Santos.
Todos los entrevistados coinciden en que se sintieron complacidos de haber formado parte de esta experiencia colaborativa y efímera, pero muy enriquecedora desde el punto de vista espiritual. De manera general se enteraron de la convocatoria a través de los sitios de redes sociales y sugieren que el evento tenga más visibilidad en el medio digital que tanto prefieren los jóvenes.
Una muestra teatral como preámbulo del Festival
Durante la Semana de la Cultura de Plaza se pudo disfrutar, además, en el Centro José Antonio Díaz Peláez, de la obra infantil Títeres de hielo, del grupo Teatro Viajero, que obtuvo el primer lugar en el Festival de Arte Efímero (año 2016) con su monólogo Hamlet.
Según sus actores Leovaldo Díaz Fernández y Carmela Núñez Linares (dramaturgia y puesta en escena), se trata de un espectáculo teatral dramático con actores, marionetas de bastón y máscaras de hielo.
Es un tríptico compuesto por tres historias: “Hamlet”, de Wiliam Shakespeare; “Hielocho”, inspirada en la novela Pinocho, de Carlo Collodi y “Dos en una República”, basada en textos de La República del caballo muerto, de Roberto Espina.
La obra indaga sobre la búsqueda de la identidad, los desafíos que proponen la otredad y el permanente cuestionamiento de la existencia. Busca reflexionar sobre lo efímero de la vida.