La identidad cultural de un país es la suma de una serie de elementos históricos que han formado, al paso del tiempo, un perfil que la caracteriza.  Entran muchos factores porque eso viene desde las raíces que han contribuido a formar ese núcleo como una nación. Y nuestra nacionalidad es un resultado, acertadamente definido por Don Fernando Ortiz al decir que éramos “un ajiaco”, expresión muy criolla que refleja una realidad, una evolución histórica, porque al igual que el famoso ajiaco, conformado por distintos elementos: viandas, vegetales, carnes, etc., nosotros somos una mezcla, una fusión, iniciada en este archipiélago en 1492, y que al paso del tiempo ha fundido diferentes elementos.

“La cultura es un todo donde se expresa el alma, el sentimiento y el pensamiento de un pueblo”.

Aparentemente, puede parecer sencillo si vemos el proceso sólo como la unión en esta tierra de España y África. Pero no se puede olvidar que la España que nos llegó era un país multinacional, con una cultura multifacética, y de África nos llegaron cerca de 100 etnias diferentes. Desde 1515 en que conocemos la llegada de los primeros grandes cargamentos de esclavos, hasta que se abolió definitivamente la esclavitud en 1886, se juntaron aquí elementos que unidos a los aportes franco-haitianos y a los dados por los chinos, conformaron un amplio mosaico que pasó del criollismo al cubanismo, cuando ya se adquiere un concepto de nacionalidad.

Todo esto se fundió en el crisol de una guerra de 30 años, que no solamente persiguió la libertad, una independencia económica y política, sino definir los perfiles de nosotros como nación. Muchas ideas y mucha sangre sedimentaron ese camino, que sin lugar a dudas ha tenido su culminación después del triunfo de la revolución, en que Cuba fue dueña de su destino.

Como base de identidad, está la cultura de un pueblo, que hay que verla en un sentido muy amplio: la cultura científica, física, artística, literaria. Todo eso es la cultura, no solamente cantar, pintar, bailar, actuar. La cultura es un todo donde se expresa el alma, el sentimiento y el pensamiento de un pueblo. Y en ella están las grandes expresiones que son reflejo de esas esencias, de esas aspiraciones, de esas raíces.

De 1948 a 1956 el Ballet “Alicia Alonso” desarrolló una inmensa labor que enriqueció la cultura danzaria de los cubanos. Imagen: Tomada de bienvenidoscuba

El ballet en Cuba es ejemplo de una identidad cultural grande, fuerte, muy bien definida, porque siendo un arte que no nació en Cuba, que fue traído aquí, en manos de personas que representaban el talento nacional y que tenían una conciencia clara de la necesidad y del valor que tienen la cultura y las artes en el desarrollo de una nación, le dieron carta de ciudanía. La Escuela Cubana de Ballet es el resultado de muchos años de trabajo para darle una proyección y una esencia nacional a un arte universal. En la misma medida que hemos sido más cubanos hemos podido ser más universales. La Escuela Cubana de Ballet tiene tanto valor —y así se le reconoce en el mundo— porque no solamente es un logro de nuestra cultura sino es un aporte de ella a la cultura danzaria mundial. No es un proceso superficial, no radica en un movimiento de hombros y de caderas, ni una gesticulación particular, es algo más profundo, es la expresión de nuestra esencia como pueblo.

“La Escuela Cubana de Ballet es nuestra porque la nutren, además de lo universal, nuestra música, nuestra literatura, nuestra herencia teatral y musical”.

Existe una frase que define ese proceso, y que se ha repetido muchas veces, ella dice: “el arte no tiene patria, pero los artistas sí”. La comprensión total de esa frase anónima del Medioevo es lo que ha hecho posible que, en todas las manifestaciones de la cultura cubana, aquellas que han estudiado y valorado profundamente sus raíces más válidas son las que mayor fuerza y reconocimiento mundial han logrado. El Ballet Nacional de Cuba, que este año festeja su 75 aniversario como Patrimonio de la Cultura Nacional y máximo exponente de la Escuela CubanadeBallet, se manifiesta a través de un repertorio que es expresión no solamente del baile, sino también reflejo de otras manifestaciones artísticas. La Escuela Cubana de Ballet es nuestra porque la nutren, además de lo universal, nuestra música, nuestra literatura, nuestra herencia teatral y musical.

Hace más de medio siglo, Don Fernando Ortiz dijo que nuestro ballet debía darnos “un arte con alma de Cuba, en su gloriosa y total identidad nacional”, pero que daría “bellas floraciones” si no renegaba de su rica savia y de sus profundas raíces, pero aireándolas en lo más valioso de la cultura universal. Ahora, 75 años después de haberse creado la compañía, los fundadores de ese movimiento danzario y los continuadores de esa obra, se honran al saber que han cumplido con ese ineludible mandato.