Cándido Fabré: gallo de pelea
24/10/2018
Cándido Fabré, genio y figura del repentismo sonero está de nuevo en el escenario, como el buen gallo de pelea que siempre ha sido. Lo conozco desde la etapa gloriosa en la Original de Manzanillo, con aquellos temas antológicos del son moderno de finales del siglo XX que marcaron época.
El cantor, nacido en San Luis, ya cumplió 59 años, está en la media rueda y lo celebra junto al aniversario 25 de la orquesta que lo mantiene en la pelea. Es un inspirador natural de la tierra; sus composiciones poseen la frescura de las montañas y el campo. En el verano pasado se mantuvo cuatro meses en un tratamiento médico con su Dr. Roberto, en Ecuador. Rápidamente me comunico telefónicamente con su casita en Manzanillo.
¿Qué pasó con Fabré?
Solamente un “chapisteo”, revisando mis cuerdas vocales con mi médico de siempre: “Deja que Roberto te toque”. Las mujeres me dicen que me quieren ronquito, porque así soy más sabroso. Soy el único que puede cantar con voz ronca, el público me lo autoriza. No bebo, ni fumo, soy económico para las mujeres. Todo el mundo no es Benny Moré. Dios me dijo: “Te voy a dar ciertas gracias, no todas” y con eso me he batido.
Desde que llegaste, ¿has estado otra vez con las espuelas, haciendo presentaciones y recibiendo homenajes en Santiago de Cuba, Bayamo y en otras ciudades?
En Santiago de Cuba me rindieron un soberano homenaje, allí me quieren. Yo pertenezco a esa ciudad, soy sonero fiel.
En esta hora de recuento, vayamos a los inicios de Cándido.
En apretada síntesis, comencé a los siete años en mi propia escuelita y dentro de una familia musical donde sonaban bembé, que tanto influyeron en las melodías de mis cantos. En la secundaria tocaba el güiro y la clave en un grupo de guaguancó. A los 15 comienzo en la orquesta de mi hermano, allí inicié mi oficio de improvisador. De 1974 a 1976 paso el Servicio Militar y después vuelvo con la orquesta de mi hermano.
¿Cuáles son unos de los primeros puntos de giros en tu vida musical?
En una descarga ante la orquesta Rumbavana, se encontraba el sonero Raúl Planas, quien para nosotros los iniciados era un maestro. Planas se asombró de los dotes de improvisador, me elogia en un momento en que yo buscaba un impulso y eso resultó como un detonante muy grande para mi futuro.
¿Qué otro punto de giro pudieras mencionar?
En 1978 pasó una convocatoria de baladistas para el combo Los Samurai, de Palma Soriano. Me encantaban los baladistas como Nelson Ned, Roberto Carlos y José José, no lo niego, somos fruto de una época gloriosa de la cancionística internacional. Sin embargo, las cosas del destino están programadas. Entonces llega un capítulo decisivo en mi vida, justo ahora se cumplen 35 años, aunque parezca que fue ayer. Mi entrada en La Original de Manzanillo es algo digno de recordarse. Te cuento brevemente cómo fue aquel gran momento: Pachy llega a Palma Soriano, le propuse una canción titulada Guardián del Caribe. Él es un músico que supo mirar dentro y eso es lo que necesitaba. Pachy decidió que yo mismo grabara esa canción sonera. Después vinieron éxitos tras éxitos: Abran paso que llego la Original; El cinturón del taxi; Coge el camarón; Guayabita del Pinar; A la hora que me llamen voy; La Guagua; Soy cubano, yo soy de Oriente.
¿Qué pasó cuando se separaron?
Dijeron que fue una verdadera crisis musical. Pachy y yo hicimos un one two (una pareja musical) como lo fue Lay y Egües, Formell y Pupy; pero la vida no se detiene, la música siempre nos guarda sorpresas.
¿Tuviste que afrontar muchas dificultades?
Al inicio algunos te cierran el cuadro, te la ponen difícil, la nave hizo agua, algunos quisieron ignorarme; sin embargo, mi público no me abandonó. Organicé mi orquesta en el Período Especial, en Veguita. Me gusta lo difícil, los desafíos, las pruebas difíciles. Poco a poco sacamos a flote la nave musical, conformé mi propia charanga en 1993 y ya ves, el tiempo nos dio la razón. Todos los que luchan encuentran su propio camino, pude conseguir la disquera TUMI Music (inglesa), viajamos a Europa y empezamos a tomar de nuevo el camino correcto, pero esto no ha terminado, todavía hay mucho que decir, como dice una canción de Marta Valdés.
La orquesta de Fabré hace bailar a las grandes multitudes, es un concepto musical, es un estilo, es una forma de hacer el son. Ciertamente tiene su público, sus dotes musicales, es un sonero vencedor.