Compartir la música con tus hijos, eso Cuba me lo regaló
1/7/2019
La música hermana, hace crecer, enamora y se apega a las raíces. Arturo O´Farrill llega una vez más a Cuba, después de que, en 2012, descubriera en ella esas raíces necesarias para seguir al arduo andar por la música.
En esta oportunidad lidera junto a su hijo Zack O´Farrill un proyecto de especial significación educativa, pues se trata de jóvenes músicos provenientes de New York, que se han acercado a la música cubana por un condón umbilical que, a su vez, los ha unido a las esencias africanas de nuestras naciones.
Con un fuerte referente jazzístico, como es natural, estos chicos asumieron la canción cubana, la folclórica peruana, el danzón y la salsa, y demostraron que la música se desentiende de fronteras. Dirigidos por Zack O´Farrill y el notable trompetista Jim Seeley, integrante de la Orquesta de Arturo O´Farrill, en perfecta comunión de intereses se muestran como una gran familia musical. Este proyecto de índole educativo regresa a la Mayor de las Antillas por segunda ocasión con la finalidad de ofrecer conciertos didácticos, visitar la ciudad de Matanzas para alternar con la emblemática agrupación Los Muñequitos de Matanzas, presentarse en el emblemático Jazz Café de la capital y alternar con los jóvenes integrantes de La Banda Gigante, agrupación nacida de la más reciente producción televisiva de RTV Comercial.
El reconocimiento mutuo que establecerán estas jóvenes generaciones ha sido propiciado por la emblemática dinastía musical O´Farrill, y al respecto el propio Arturo asegura:
“…la entrada a Cuba es necesaria hacerla a través del corazón; eso de hablar de bloqueo son cosas muy feas que nada tienen que ver con el mejoramiento del género humano. Lo más bonito que tenemos ambas naciones es la cultura, la música, el baile y el amor (…) por eso traer aquí a estos chicos desprovistos de rencores, miedos, engaños, es el primer y mejor paso para que se borren los rencores.
Ellos aman a Cuba porque Cuba es un país adorable, lleno de gente amable y talentosa, amante de la música y la belleza. Es de esto que tenemos que llenarnos, lo demás no importa. Ellos son jazzistas convertidos en afrocubanos porque así lo han querido (sonríe). Son chicos entre 13 y 19 años, los mayores necesitaban tomar estos aires de pureza musical para conocer dónde está realmente lo auténtico. Por eso esta vez van a Matanzas. Recuerdo que la primera vez que disfruté de Los Muñequitos de Matanzas me emocioné mucho porque reconocí que la música que nos unifica como nación es la rumba, como manifestación afrofolclórica, esa mezcla de ritmo, baile, sentimiento y calor. Ellos no conocen la rumba, solo han oído los discos, por eso hay que disfrutarla en el lugar donde nació. A mí, conocer a los integrante de esa agrupación cultural me cambió la vida, imagino que a muchos de ellos también les pasará lo mismo.
Ahora recuerdo que en 2014 llegué a Cuba con un trompetista muy famoso y lo llevé a ver y escuchar rumba y se puso a llorar, me decía: hasta este momento no había oído la música mía.
“La música del jazz proviene de la esencia afrocubana. Si no existiera Cuba no habría jazz; por tanto, hay que beber de esta fuente para seguir haciendo buen jazz. Y lo más bonito que me puede suceder ahora mismo es tener la oportunidad de compartir algo tan profundo como es la música con tus hijos, es un misterio, un tesoro que Cuba me regaló”.