Con Clerch y Tamayo la guitara comenzó a andar
19/4/2016
Con las contribuciones de Joaquín Clerch y Marco Tamayo, reconocidos talentos que han marcado hitos en la irradiación universal de la escuela cubana del instrumento, comenzó a latir el pulso del XIV Concurso y Festival Internacional de Guitarra de La Habana.
Asegurar, a partir de recursos propios, la continuidad de uno de los eventos más trascendentes de la vida cultural cubana de las últimas tres décadas y media es, sin lugar a dudas, el primer triunfo de los organizadores: el Instituto Cubano de la Música, el Centro Nacional de Música de Concierto y el maestro Jesús Ortega, quien en su condición de presidente del foro dio la bienvenida a los participantes y resaltó cómo varios de los protagonistas de hoy alcanzaron sus primeros grandes méritos en el concurso habanero.
Pocos festivales guitarrísticos en el mundo pueden contar, como el nuestro, con el respaldo de un organismo sinfónico y de un sello discográfico comprometido con la grabación y promoción de sus laureados, como el caso de Producciones Colibrí.
La Sinfónica Nacional, conducida por el maestro Enrique Pérez Mesa, asumió en la sala Covarrubias la sesión inaugural. Marco Tamayo, en la actualidad profesor del Mozarteum de Salzburgo y el Conservatorio de Klagenfurt, Austria, abrió el programa con el Concierto en Re Mayor, del veneciano Antonio Vivaldi (1678-1741).
Originalmente escrita para laúd, esta obra constituye una viva demostración de que la capacidad de provocar emociones no es directamente proporcional al virtuosismo instrumental. Detrás de la aparente simplicidad del segundo movimiento se deja entrever una noción reposada de la belleza válida para todos los tiempos.
Finalmente Tamayo y Clerch, este último portador de una impresionante carrera internacional y hoy día catedrático en la Universidad Robert Schumann, de la ciudad alemana de Dusseldorf, se unieron para interpretar el Concierto madrigal, del español Joaquín Rodrigo (1911-1999).
Ambos lograron mucho más que una identidad estilística al transmitir con fidelidad y frescura la sustancia evocadora de la última partitura compuesta por el autor del célebre Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta (por cierto, recreado en la décima y última sección de la obra).