Cuando El Greco suena es porque trompetas hay
*Publicado originalmente el 27 de noviembre del 2019. Con motivo a su lamentablemente fallecimiento, volvemos a este artículo donde Emir García nos acerca al por qué de la trascendencia de “El Greco” en la música cubana.
Cuentan que fue el sonar de las trompetas lo que derribó los muros de la ciudad de Jericó. Tal instrumento se convirtió desde entonces en un arma digna de ser considerada en las batallas más importantes por más de 10 000 años.
Se dice que desde ese entonces se hizo obligatorio que los ejecutantes de ese instrumento lo portaran a toda hora del día, que le tuvieran siempre a mano por si era necesario anunciar alguna cuestión importante. El “hombre de la trompeta” se convirtió en trompetista y pasó, de anunciar las “buenas nuevas” o vaticinar batallas, a entretener a sus iguales en sus ratos de ocio. El instrumento comenzó una ruta evolutiva que ha llegado a nuestros días.
Es la trompeta, junto a la ejecución del piano y del violín, uno de los instrumentos que más importancia ha ganado en la música cubana desde su introducción en el son hace ya más de noventa años con la figura de Lázaro “el pecoso” Herrera y quien es considerado por muchos uno de los primeros ejecutantes de ese instrumento con ciertos aires del jazz de su época.
La historia de los trompetistas cubanos se nutre de nombres como el de Mario Bauzá, Alejandro “El Negro” Vivar, Alfredo “Chocolate” Armenteros, Félix Chapottín, Jorge Varona, Luis Escalante, Luisito Mirabal, Arturo Sandoval y otros nombres no menos importantes hasta llegar a José Miguel Crego o simplemente “El Greco”, como le conocemos muchos en el ambiente musical y en el mundo de los trompetistas fundamentalmente.
Ciertamente quienes le antecedieron sentaron las bases para que tocar la trompeta a la cubana dentro del jazz y la música en general tuviera su alta dosis de singularidad. Emitir, frasear y salir a buscar y desarrollar una personalidad musical definida (estilo le llaman algunos), se convirtió en la razón de ser de muchos trompetistas cubanos a partir de la segunda mitad de los años setenta del pasado siglo. De esa generación destacan algunos nombres fundamentales: Robertico García, Edilio “el Yiyo” Montero, Juan Munguía y El Greco. En sus boquillas y en su personalidad se definió un modo de decir que correspondía estéticamente a los tiempos que les tocaban vivir.
Es El Greco quien más se interesó por explorar nuevos horizontes sonoros, por correr determinados riesgos e ir más allá de las fórmulas establecidas, por hacer valer su “voz” con una singularidad a toda prueba. Todo ello recogido en una profusa discografía.
La primera prueba a la que se sometió fue el disco Jardín del Jazz, que se puede considerar su partida de nacimiento con la que se nutre de nuevas influencias musicales, pero desde una cubanidad que se reinventa con los tiempos. No eran necesarias grandes notas agudas ni derroches de virtuosismo como algunos de sus compatriotas y contemporáneos. El Greco decidió hablar con el instrumento, confesarle sus penas de amor y escribir una poética musical distinta.
Un salto innegable en su carrera fueron los tres discos de su quinteto Top Secret. Donde al decir del poeta “…los de entonces no fueron los mismos…”; al comenzar a explorar nuevas rutas sonoras sin abandonar esa intimidad y esa visión lúdica que le fue caracterizando y le definiría para el futuro. El Greco, sin proponérselo, se reinventaba musicalmente muy a pesar de las adversidades y escribía su leyenda.
Cuentan, además, que los trompetistas que derribaron los muros de Jericó solían juntarse a la hora del crepúsculo acompañados de sus pupilos (aprendices le llamarían a posteriori) y aquellos que ejecutaban otros instrumentos propios de la época. Entonces no se hablaba de jazz, ni de timba ni de son; era simplemente tocar con todas sus energías para esperar el nuevo día.
Este disco se ha hecho y pensado de esa misma manera. Muchos de sus iguales –contemporáneos hoy le llamamos–; los de El Greco, han tomado la alternativa y junto al fuego de la buena música cantan las alabanzas al amigo. Por tal motivo una decena de los mejores trompetistas cubanos hoy, sin importar los estilos y las generaciones se reúnen, so pretexto de homenajear al amigo y jazzear a sus anchas.
Una virtud de esta propuesta es que, sin abandonar sus estilos personales, sin apresuramientos ni grandes alardes musicales; no hay transiciones abruptas en la ejecución del instrumento, se trata de una cosmovisión lírica de un instante y un momento en la vida de cada uno de ellos. Esa es la razón fundamental de que haya una dramaturgia sólida que permita disfrutar cada tema y entender su clímax.
Si en determinado momento de su carrera Alexander Abreu y Yasek Manzano han sucumbido ante las notas altas –esos grandes agudos que arrancan fuertes ovaciones—, ahora prefieren recrear ambientes y disfrutar más las armonías propuestas.
El caso de Robertico García y de Reinaldo “Molote” Melián es el más significativo. Ellos representan a una generación de trompetistas –en la que se incluye a El Greco— que son el eslabón entre el pasado y el presente; tal vez esa acumulación de sabidurías les permita un disfrute como a pocos; pues los fantasmas de aquellos que ya no están girovagan en sus ejecuciones.
Julito Padrón y Robín Martínez definen el concepto de trompeta “lied” que tanto ha caracterizado a la música cubana de los últimos años. Ya sea desde el son, la timba o el jazz.
Los restantes: Thommy Lowry, Maikel González, Alejandro Delgado y Dayrón Oney; aportan la siempre necesaria y vital sangre joven. Sus energías son complementos ideales para que Grecolandia funcione, no solo como propuestas discográfica, sino que sea un acto cultural en toda la extensión de la palabra.
Las columnas musicales de este disco se soportan sobre el talento y la creatividad de Emilio Vega y Alfred Thompson. Dos artesanos que han hilvanado en el sonido de las trompetas; de esas trompetas que se escuchan; todas las vivencias posibles y las intenciones de ese hombre al que rinden tributo.
La amistad es el más preciado de los bienes que queda al hombre de estos tiempos. La música su expresión más acabada. Así ha sido desde que por vez primera una trompeta se escuchó ante los muros de Jericó; así ocurre con mucha frecuencia en la música cubana y en su afrocuban jazz en particular.
Cerremos los ojos y agucemos el oído mientras escuchamos este disco. Le garantizo un hermoso viaje por lugares que nunca ha imaginado. Cuando regrese, estará tarareando alguno de sus pasajes.
Tomado de Cubarte