El cerco económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos ha limitado significativamente el desarrollo de la producción y distribución de libros en Cuba, un tema analizado este jueves en el Centro de Prensa Internacional por Juan Rodríguez Cabrera, presidente del Instituto Cubano del Libro (ICL). A pesar de las adversidades, la Mayor de las Antillas mantiene una red de 196 editoriales —siete bajo el ICL y el resto vinculadas a diversos organismos.

Rodríguez Cabrera detalló que, ante las dificultades para adquirir insumos como papel, tintas y maquinaria debido a las sanciones, se han implementado estrategias alternativas. “La digitalización, la promoción innovadora y el fortalecimiento de equipos creativos son hoy pilares para sostener la difusión literaria”, explicó.

Por ejemplo, en la 33 Feria Internacional del Libro de La Habana se presentaron cerca de 2 400 000 ejemplares impresos y más de 2 600 libros digitales. Sin embargo, reconoció que el formato físico sigue siendo el preferido por los lectores, lo que añade complejidad a un sector ya afectado por los altos costos de importación.

“Desde 2017, el bloqueo ha restringido aún más los intercambios bilaterales en el ámbito editorial, dificultando la colaboración con autores y sellos estadounidenses”.

Desde 2017, el bloqueo ha restringido aún más los intercambios bilaterales en el ámbito editorial, dificultando la colaboración con autores y sellos estadounidenses. “Entre 2016 y 2017 tuvimos un intercambio fructífero, pero luego las prohibiciones lo truncaron”, lamentó el directivo. Pese a esto, Cuba tiene el mérito de no haber cerrado ninguna de sus editoriales y continúa celebrando eventos como la Feria Internacional del Libro de La Habana (FILH), que en su próxima edición (febrero de 2026) presentará más de 1 200 títulos digitales y una amplia oferta impresa, dedicada al legado de Fidel Castro.

Si bien el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, ha impulsado el Programa Nacional por la Lectura, una iniciativa clave para fomentar el acceso a la literatura, Rodríguez Cabrera admitió que persisten retos, como la diversificación temática y el equilibrio entre soportes digitales y tradicionales. “Ninguna editorial ha cerrado, pero debemos trabajar para que obras científicas, investigativas y de otros géneros lleguen a más públicos”, afirmó.

“La digitalización, la promoción innovadora y el fortalecimiento de equipos creativos son hoy pilares para sostener la difusión literaria”, explicó Juan Rodríguez Cabrera, presidente del ICL. Foto: Tomada de ACN

El encuentro subrayó la capacidad de adaptación del sistema editorial cubano que, a pesar de las presiones externas, sigue garantizando la circulación de ideas y el diálogo cultural. “Se trabaja muy duro para lograr un acompañamiento y el esfuerzo colectivo de todas las editoriales, con el objetivo de que la obra científica, investigativa, o de cualquier otra temática, tenga una expresión en cada uno de los eventos y se conozca nuestra realidad en el mundo”, dijo Rodríguez Cabrera.

Durante seis décadas, el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba se ha mantenido como el embargo más prolongado de la historia moderna, trascendiendo al ámbito político para convertirse en una herramienta de castigo colectivo. Esta política, carente de fundamento legal y moral, ha sido diseñada con un objetivo claro: socavar el bienestar del pueblo cubano mediante la escasez, el deterioro sanitario y la presión económica extrema.

Lejos de flexibilizar estas medidas, el gobierno estadounidense ha intensificado su marco legal y administrativo, perfeccionando mecanismos de coerción que dificultan el acceso de Cuba a alimentos, medicamentos, tecnología y recursos básicos. Cada ajuste a esta política no hace más que reafirmar su carácter deliberadamente lesivo, contradiciendo reclamos internacionales y evidenciando su naturaleza como un acto de guerra económica no declarada.

Mientras organismos globales como la ONU condenan año tras año esta violación del derecho internacional, Washington persiste en una estrategia que prioriza el sufrimiento de civiles sobre cualquier supuesto interés geopolítico. El bloqueo no es un vestigio de la guerra fría, sino un instrumento activo de dominación, diseñado para estrangular el desarrollo de una nación soberana. Su permanencia sigue siendo, hoy más que nunca, un crimen contra los derechos humanos.