De Magdalena y entre mujeres, Roxana y Patricia en Santa Clara
3/2/2017
La quinta edición de Magdalena sin Fronteras, el encuentro de mujeres de la escena que tiene lugar cada trienio en enero en Santa Clara, organizado por Roxana Pineda y esta vez con la cuarteta “Vidas, grupos, teatro, realidad” como guía, involucró a más de un centenar de artistas de 14 países en intenso intercambio de teatralidad y pensamiento, convivencia y solidaridad.
Para quienes no han oído hablar de este evento, se trata de la variante cubana de una iniciativa que da vida regular, desde distintos puntos del mundo, a The Magdalena Proyect, creado por la galesa Jill Greenhalhg y la inglesa Julia Varley en Gales en 1986. El proyecto engloba una red internacional de mujeres del teatro contemporáneo, con el objetivo de facilitar la discusión crítica, el apoyo y la capacitación de las artistas, con el compromiso de garantizar la visibilidad su actividad profesional. Defiende un principio de comunidad y unidad, al reunir grupos, artistas y pensadoras individuales, multiplicados en núcleos y presencias autónomas en muchos países, de acuerdo con las necesidades locales, para consolidar una estructura más allá de fronteras internacionales y generaciones. Muchos núcleos producen eventos regulares como el nuestro, fundado en 2005 sobre la base de un gran intercambio a través de una programación de espectáculos, conferencias, talleres, presentaciones de publicaciones y materiales audiovisuales, visitas a instituciones de interés en la localidad y encuentros con comunidades.
Inauguración del V Magdalena sin fronteras. Foto: Cortesía Roxana Pineda
Además de Greenhalgh y Varley, nos acompañaron otras habituales como Patricia Ariza, Geddy Aniksdal y Cristina Castrillo; y llegaron participantes nuevas como Margarita Espada, Gwynn Mac Donalds, Suzon Fuks, Silvia Káter y muchas más.
Este año tuve el privilegio de abrir el espacio de reflexión y comencé aplaudiendo la naturaleza de la cita, “un evento que es para mí de los más orgánicos y entrañables de la escena en Cuba, porque desde que nació en 2005, se sostiene desde la necesidad de comunicación y el empeño por compartir un espacio fecundo, por parte de una artista genuina y honesta como Roxana Pineda, y porque ha logrado multiplicar sus influjos para cada vez reunir maestras y mujeres de gran valía, activas en la creación teatral a través de muchas disciplinas, que lo han hecho suyo cada vez”.
La magia singular de este evento genera así una suerte de acuerdo tácito, no escrito pero firme, de defender un clima grato y fecundo de convivencia y aprendizaje permanente.
Magdalena sin Fronteras privilegia siempre una confraternidad femenina que, sin ser excluyente de la participación activa de los hombres —y hasta eso está comprendido en la amplitud que enuncia su nombre—, garantiza un ámbito de expresión para muchas creadoras, analistas, activistas, mujeres de distintas disciplinas relacionadas con la escena y más allá, a quienes abre espacios diversos bien organizados y ponderados. La magia singular de este evento genera así una suerte de acuerdo tácito, no escrito pero firme, de defender un clima grato y fecundo de convivencia y aprendizaje permanente, pues es palpable cómo cada una de las asistentes, a su modo, contribuye y participa de esa atmósfera amigable que, por cerca de 16 horas al día, se emplea en actividades colectivas, variadas y dinámicas, para que nunca se instalen el ocio o la rutina.
La inauguración tuvo lugar en la tarde, en los jardines del Palacio de la Danza, con una acción performativa que reunió a actrices, bailarines de ambos sexos y estudiantes de arte de Santa Clara contra la violencia de género, un tema de dramática universalidad en estos tiempos. Fue la primera escala para los saludos y el conocimiento, a plena luz bajo la arboleda cercana al Tren Blindado descarrilado por el Che.
El alma de la fiesta femenina es Roxana Pineda, quien al frente de un equipo de jóvenes artistas locales, cuida que la agenda sea nutrida y balanceada, y no se desperdicie tiempo ni ocasión para lograr los objetivos previstos. Pero como ella es, ante todo, actriz, prevé también reservar energías para programar su trabajo y mostrar a sus colegas cómo, desde la cita anterior, se ha mantenido activa en la ejercitación de su oficio. Además de programar el montaje de presentación de su nuevo grupo Teatro La Rosa, Apócrifas o todas somos María, unipersonal de Eylen de León, ella misma estuvo en escena en dos de las puestas que abrieron este Magdalena; y sobre Las venas abiertas y Hojas de papel volando comparto mis apreciaciones.
En la noche inaugural, el concierto performático Las venas abiertas, creado y dirigido por Roxana con la compañía de los músicos Alejandro Yera (clarinete, voz y asistencia de dirección) y Juan Manuel Campos (piano, violín, voz, arreglos y producción musical), conectó a los asistentes en un estado de reflexión y disfrute a través de los agudos textos de Eduardo Galeano y el bellísimo cancionero latinoamericano, vertebrados en elocuente urdimbre. Fue esta la primera vez del espectáculo en Santa Clara, pues aunque se gestó en esa ciudad, tuvo su estreno en agosto de 2015 en Bogotá, como parte del XXIV Festival Mujeres en Escena por la Paz que organiza la Corporación Colombiana de Teatro. En ese entonces se presentó en la sede de Teatro La Candelaria, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán y en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, y ha viajado por otras ciudades de Colombia; se vio en La Habana dentro de la cartelera de Mayo Teatral 2016, así como en el primer Festival Internacional de Artes Vivas Loja 2016, y en la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, en noviembre pasado.
Las venas abiertas. Teatro La Rosa. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Roxana Pineda
Hermosa y estremecedora es esta propuesta interdisciplinaria, que a la par que incursiona simultáneamente en los caminos de la escena, la música y la poesía con inteligencia y depurado gusto, afirma un ideario revolucionario y emancipador en el que no falta el examen crítico, con la fina ironía como escalpelo implacable, ni la apelación a la conciencia de los espectadores, rebatiendo a quienes piensan que poner sobre las tablas ideas como dignidad y antimperialismo ha pasado de moda. Los textos de Galeano evocan diversas instancias humanas y sociales, exaltan pequeños y grandes actos heroicos de pequeños y grandes héroes y heroínas, fustigan esquematismos y demagogias, y reinstauran la utopía necesaria para conquistar un mundo mejor, desde referentes cotidianos que eluden la grandilocuencia y lo panfletario, en la honestidad de acciones cotidianas que, por su esencia, rezuman grandeza de espíritu [1].
El sentido de los breves textos, viñetas y fragmentos escogidos con eficacia, alterna con un cancionero que va de temas de Sindo Garay, María Teresa Vera y Alberto Villalón a Marta Valdés y Silvio Rodríguez, y de Consuelo Velázquez a Violeta Parra y León Gieco. Confabulaciones y guiños se hacen visibles entre los tres, quienes brindan por el arte y la vida con vino tinto, disfrutan y nos hacen disfrutar del sentido y la sensibilidad que comporta su entrega.
Este singular espectáculo es deudor, sin proponérselo, de una modalidad poco frecuente entre nosotros por estos tiempos.
Este singular espectáculo es deudor, sin proponérselo, de una modalidad poco frecuente entre nosotros por estos tiempos, aunque tiene antecedentes en recitales cubanos de los años 70 y en uno más cercano, pero también distante, como Balada del bienestar (1986), de Teresa Ralli y el músico Pepe Barcenas, bajo la dirección de Miguel Rubio, sobre poemas de Brecht y canciones de Kurt Weill, parte del repertorio de Yuyachkani; como otro que los mismos artistas estrenaron en 2016 con similar motivación, Un caballo se lamenta.
Las venas abiertas se amplificó, como casi siempre, en espontáneos coros del público. La atmósfera transmitida de voz en voz y de cuerpo en cuerpo, de algún modo, ya definió el curso del encuentro todo.
He podido seguir Las venas abiertas en varias de sus escalas y siempre me parece notable cómo la creadora y sus cómplices saben balancear tonos, filiaciones genéricas y estados de tensión. El tema “Te recuerdo Amanda” evoca a la vez la belleza de una historia de amor en el Chile de la Unidad Popular y el martirio de que fuera víctima su creador, Víctor Jara, en las circunstancias primeras del ascenso fascista, y hábilmente es seguido por los acordes rítmicos y risueños del “Drume negrita” de nuestro Bola de Nieve, que abre un anecdotario simpático y chispeante recogido por Galeano del testimonio del músico simpar. No menos trascendente es que, a lo largo de año y medio de fogueo, la actriz cante cada vez mejor, con más amplios registros, y se le vea cómoda en sacar de cada giro melódico un caudal de expresividad, manejando los tiempos a su antojo, y que los músicos hayan madurado textos y acciones en apropiación orgánica.
Las venas abiertas se amplificó, como casi siempre, en espontáneos coros del público. La atmósfera transmitida de voz en voz y de cuerpo en cuerpo, de algún modo, ya definió el curso del encuentro todo.
Magdalena sin Fronteras nos permitió apreciar nuevamente esa otra joya que compuso la actriz y anfitriona en 2013, su primer trabajo en solitario, Hojas de papel volando, recreación escénica del libro homónimo de poesía firmado por la actriz y directora colombiana Patricia Ariza. Roxana compone una dramaturgia que es suya a partir del material contenido en el volumen por el modo en que edita, ordena y hace carne de las tablas, y con ella, rinde homenaje a la artista que es también activista feminista y luchadora social por la paz.
Presentación del libro Hojas de papel volando. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Roxana Pineda
El espectáculo recorre un amplio espectro de sensaciones que delinean la personalidad de Ariza, al elegir fragmentos de poemas de sesgo intimista: “Siendo mujer, me perdí/ y solo me encontré cuando lo supe.”; cuando habla del amor, de la relación erótica con el hombre amado, de gustos y obsesiones personalísimos: “De tu ombligo/ emanan sudores antiguos. / De allí baja un camino/ de pelos precisos hasta tu deseo. // Deja tu falo quieto/ no necesito que se levante. No te afanes/ que él es más hombre que tú”; junto con otros que se proyectan al mundo de afuera, con el recuerdo de amigos y compañeros cercanos, Bernardo, Pizarro, combatientes exterminados, o el hermoso texto con el que recuerda a María, la amiga asesinada, y evoca: “Habías dejado un pan en el horno/ Yesterday de los Beatles sonando a medio tono/ y una velita roja encendida en el escaparate viejo”. En metáforas e imágenes está la propia persecución que sufrió Patricia y que, a fuerza de amenazas, le hizo perder el miedo a la muerte. Con fragmentos como esos ensartados a su antojo, y con música de la que prefiere la artista, Roxana teje una trama que es homenaje a la amiga admirada, toma sus palabras y les pone su mente, su cuerpo y su energía más creativa.
Hojas de papel volando también ha cubierto rutas desde Santa Clara, en Mayo Teatral 2014, y más allá de la Isla, en varios escenarios colombianos y en Mestiza Chile 2016, en el segundo Festival y Encuentro Internacional de Mujeres en las Artes Escénicas, otro capítulo de The Magdalena Project, celebrado en julio del año pasado en Santiago y Valparaíso.
El colofón de esta saga fue la presentación en Magdalena de una edición cubana de Hojas de papel volando, el libro por encargo que con un conjunto de fragmentos, presentaron los artífices del Proyecto Cultural-Editorial Callejas, de Trinidad. Adriana Rivero Martínez y Darién O. Peña Prada, graduados de actuación, y Aldo E. González Calero, informático, idearon hacer libros manufacturados, en tiradas de 300 ejemplares únicos, para distribuirlos gratuitamente a personas que ellos elijen y a otros que tienen una gran necesidad de poseerlos. En este caso, diseñados en un rojo predominante, con hojas secas de árboles en intervenciones irrepetibles, cada libro objeto complementó las palabras que volaron y se suspendieron en el calor de la representación.