Descansa en guerra, viejo Guille

Fernando León Jacomino
23/5/2017

Ha muerto Guillermo Rodríguez Rivera, poeta, ensayista y profesor universitario cubano nacido en 1943, en Santiago de Cuba. Doctor en Ciencias Filológicas, profesor titular de la Universidad de La Habana y fundador del Caimán Barbudo, Rodríguez Rivera viene de una estirpe de patriotas, amantes de la canción cubana y devotos profundos del imaginario colectivo que esa canción encierra.


Guillermo Rodríguez Rivera, con la sabichería de un bardo y la erudición de un catedrático

Como salido de un paisaje remoto donde señorease el genio de nuestros grandes trovadores, Guillermo se manejaba en su (nuestra) cotidianidad con la sabichería de un bardo y la erudición de un catedrático; articulando una mezcla de jovialidad y rigor ajena a toda pose y dispuesta siempre a la interacción y la polémica. Había que oírlo hablar de su natal Santiago de Cuba, destrozando al paso todos los mitos que aun se tejen sobre esa región, tan querida por él, o desgajando chistes sobre cómo deberían llamarse instituciones que destacan por su ineficiencia y que, sin embargo, llevan nombres de gloriosos patriotas cubanos.

Nos deja una exquisita colección de textos poéticos, la mayoría compilados en su antología Canta, publicada en 2003 por Ediciones UNION, varios textos narrativos de gran valía, numerosas crónicas y artículos sobre asuntos medulares y diversos y ese monumental ensayo que es Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos; pero sobre todo nos deja su transparente hilaridad, su inigualable gracejo intelectual y su capacidad infinita de fabular sobre la realidad sin el menor asomo de pedantería, con la elegancia de quien lo ha leído todo y la tranquilidad de saber que la sabiduría profunda está en el pueblo, en su incesante trasiego hacia la construcción de ese misterio que llamamos Patria y que, al decir de Cintio Vitier, alcanzaríamos a vislumbrar a través de las páginas de su fabuloso ensayo.

Descansa en guerra, viejo Guille y sigue dando batalla, ahora a través de tu valiosa obra, en esta inconmensurable tarea de llamar las cosas por su nombre. Ese es el recuerdo que prefiero guardar de ti, hoy que tu muerte es un hecho inevitable.