“Amo La Habana más que cualquier ciudad en el mundo”. Alejo Carpentier

El escritor y musicólogo Alejo Carpentier siempre nos aconsejaba mirar La Habana con toda la curiosidad posible: “No hay enfermedad peor que no tener curiosidad. Mucha gente, en La Habana, carece de curiosidad en extremo; porque La Habana tiene un privilegio que sólo conocen las grandes capitales del mundo. Y es que el aburrimiento no vive en sus calles. La calle habanera, bulliciosa y parlera, con sus pregoneros la música sonante por todas partes. Es un espectáculo perenne: teatro, drama, comedia, imaginería, gracia, encanto o lo que sea. Hay en ella materia viva, humanidad, contrastes que pueden hacer las delicias de cualquier observador. ¡Y no hablemos de ciertos suburbios capitalinos!… ¡No hablemos del puerto!… Porque en este caso penetramos en los dominios del cuento de hadas”.

“La calle habanera, bulliciosa y parlera (…) Es un espectáculo perenne (…) Hay en ella materia viva…”

Para Carpentier todos los elementos de la perfección coexisten en La Habana: un malecón, con esa fachada atlántica y cosmopolita de la ciudad. Ese malecón comparable únicamente con los de Niza y Rio de Janeiro. Contamos con una entrada de puerto celebrado por los viajeros de todas las naciones. Tal parece hecho con un cincel. El naturalista Alejandro Humboldt catalogó esa entrada de puerto “uno de los más rientes y de los más pintorescos que puedan gozarse en el litoral de la América equinoccial, al norte de Ecuador”.

“No se puede conocer la ciudad sin disfrutar de sus plazas, el Paseo del Prado sonriente (Campos Elíseos de Cuba)”.

Sobre su arquitectura, Carpentier la bautiza como la ciudad de las columnas, con una increíble profusión de columnas “selva de columnas”, y un estilo sin estilo, con un barroquismo peculiar que hace a veces de estilo ecléctico. “La ciudad posee columnas en número tal, que ninguna población del continente, en eso, podría aventajarla” —menciona el escritor.

Hay que disfrutar de La Habana, sus casas tradicionales (andaluzas, árabes), con ese espíritu barroco, legítimamente antillano, mestizo. Mansiones, palacetes, mansiones babilónicas como las llamaba Gabriel García Márquez.

“Hay que disfrutar de La Habana, sus casas tradicionales (andaluzas, árabes), con ese espíritu barroco, legítimamente antillano”.

El Centro Histórico de La Habana Vieja es Patrimonio de la Humanidad (1982), con las fortalezas mejor conservadas del continente. La ciudad se hizo a escala del ser humano, un urbanismo legible y visible, como dijo la especialista Sonia Chao.

Según el arquitecto-urbanista Nicolás Quintana: “No se puede conocer la ciudad sin disfrutar de sus plazas, el Paseo del Prado sonriente (Campos Elíseos de Cuba); la cuadrícula o retícula grecorromana de sus calles, parques y residencias; las fachadas continuas, las arcadas, pórticos y columnas públicas, los corredores (paseos, alamedas, avenidas), sus calles interconectadas, las famosas esquinas de la ciudad, sitios de reunión vecinal, los monumentos, fuentes, esculturas y murales, el adorno urbano, los parques arbolados con sus bancos y glorietas, la escala monumental inspirada en los castillos coloniales, la atmósfera alegre y creativa que ha permeado, y permeará en el futuro, la actividad urbana en Cuba”.

No debe dejar de disfrutarse y caminar zonas como El Vedado (ciudad jardín) y Miramar; con sus unidades vecinales de usos mixtos, avenidas circundantes y parques localizados a distancias peatonales con una modernidad sumamente adelantada a su época, que podría guiarnos en el desarrollo futuro, como aporta Nicolás Quintana.

“Es una ciudad que sobrevolándola o caminándola, se ve como una ciudad pensada. Como si esto hubiera sido una coincidencia de deseos a lo largo del tiempo”.

El Vedado lleva capítulo aparte, la poeta Dulce María Loynaz, en su libro Fe de Vida, escribe: “¡Cómo olvidar El Vedado en su esencia, un espíritu fundido en nuestro ser! ¡Cómo olvidar aquel trasunto de mármoles y jardines, de árboles umbrosos y verjas de hierro calado en filigranas! Y luego, aquel olor de albahaca y a romero que era su olor”.

Cada barrio de La Habana (antes eran 43), tiene su morfología específica, su potencial urbano y arquitectónico. No olvidemos que en cada calle habanera hay una historia, una memoria.

La Habana es una de las ciudades más importantes del mundo. Su Historiador, su amante más Leal, Eusebio, la cataloga entre las cinco más hermosas del planeta: “He viajado bastante y pude comparar ciudades. García Márquez ha expresado que acaso La Habana es una de las ciudades más bellas del mundo. Hemingway decía que solo Venecia y París eran superiores. A mí me fascina París, me gusta mucho Venecia. Pero no cambiaría ninguna de las dos por La Habana. La Habana es una ciudad que hala mucho, tiene sus propios misterios, su propia maravilla, su propio encanto, sus propios secretos. A través de una sola avenida, desde el Castillo de la Fuerza hasta los confines de Miramar, por el Malecón y la Quinta Avenida, se puede ver toda la historia de su asentamiento, su desarrollo. Es una ciudad que sobrevolándola o caminándola, se ve como una ciudad pensada. Como si esto hubiera sido una coincidencia de deseos a lo largo del tiempo. No es un caos reunido, sino que tiene la gracia de las grandes ciudades. La Habana tiene muchas cosas”.