Dominic Miller es un afamado guitarrista y compositor angloargentino, que ha tocado el cielo con sus manos. A pesar de su amplia carrera y disímiles colaboraciones musicales durante más de 40 años con estrellas del pop y del rock mundial, aún hoy no se considera un virtuoso, y sí un hombre con mucha suerte.

Gracias a la colaboración de la Oficina En Directo y a su presidente, Antonio Martínez, Miller participó en el finalizado Festival Jazz Plaza, además de ofrecer clases magistrales a estudiantes y músicos cubanos. También En Directo hizo posible este encuentro, el cual ponemos a consideración de todos ustedes.

El guitarrista y compositor angloargentino Dominic Miller junto a Oni Acosta. Foto: Cortesía del autor

Dominic, estuvo invitado por Antonio Martínez y la Oficina En Directo al Festival Jazz Plaza. Hábleme de esta experiencia.

Es mi tercera visita a La Habana. Y como músico, al igual que todos los que conozco, si alguien de Cuba te invita a venir, no hay excusas. Todo el mundo viene, porque todo el mundo quiere venir acá, todos los músicos que conozco en el mundo entero quieren venir a tocar a Cuba. Así que cuando Antonio llamó a mi manager no hubo de parte nuestra ninguna objeción, al instante aceptamos, así de simple.

De esas visitas a Cuba se destaca también una colaboración musical con Manolito Simonet iniciada en Europa, cuando grabaron el CD Hecho en Cuba. ¿Cómo surgió esa idea?

Conocí a Manolito en Europa. Yo estaba de gira con mi grupo y él también, con su orquesta. Antonio Martínez había llamado a mi manager para decirle que había un eminente músico cubano y que nos invitaba a su concierto. Así que fui a verlo tocar e hicimos un jam session logrando una conexión, porque la música es así, estamos todos conectados. Me divertí mucho tocando con su grupo, hicimos dos temas y un bis de 20 minutos, y así empezó todo.

¿Qué conocimiento tiene de la música cubana? ¿La había tocado antes o llega a ella gracias a esa colaboración con Simonet?

La verdad es que esa fue mi primera experiencia con músicos cubanos. Pero como todo el mundo, yo había escuchado mucha música cubana, especialmente la salsa porque esa es la más conocida en el mundo. También Ry Cooder hizo muy popular a la música cubana gracias a Buena Vista Social Club, y eso cambió muchas cosas para el mundo y para mí también. Hay muchos grupos aquí, incluyendo al propio Manolito, que es muy popular; pero pienso en la Aragón, los Van Van, con una altura musical enorme y que son muy conocidos. Como músico europeo, quiero venir y compartir la experiencia de ver cómo tocan, escucharlos, etc. No solamente tocar con ellos, sino sentir la química porque cuando escucho la música cubana es como oír un instrumento. Si sacas algún elemento de los instrumentos entonces algo falta, por eso es que funciona como un solo instrumento y eso me fascina. Cómo el bajo trabaja con la percusión, y esta con el piano, por ejemplo. Ahora veo y entiendo que aquí el piano es muy importante, y hay muchos pianistas virtuosos aquí y no lo podía creer.

“Mis oídos están abiertos, al igual que mi alma, para nuevas experiencias con artistas cubanos”.

¿No lo sabía?

Sí lo sabía, claro, pero a ese nivel, pues… Por ejemplo, estuve en el concierto de Rodrigo García, increíble músico, y me sorprendió ver a tantos pianistas virtuosos juntos en una noche, ¡no era posible! (Risas). Yo y mi manager decíamos que no era posible… porque es que yo nunca había escuchado música así en una noche. Y luego me fui al Hotel Nacional a disfrutar de la Aragón, y era un milagro todo aquello. Por eso estoy tan contento de estar aquí.

¿Pudiera hablarse de futuras colaboraciones suyas a partir de esta visita?

Vamos a ver qué pasa. Esa es la filosofía, el concepto del jazz, el juntarse con diferentes músicos. No quiero venir solamente a Cuba a mostrar lo que hago; estoy aquí para agarrar algo y mostrarlo al mundo, y por eso tengo que colaborar con otros músicos cubanos. Así que mis oídos están abiertos, al igual que mi alma, para nuevas experiencias con artistas cubanos. Hace pocos días que estoy en La Habana y ya tengo una idea de con quién me gustaría trabajar, pero eso depende de lo que ellos y yo estemos haciendo en el futuro. Yo trabajo mucho con Sting, al que llamo “mi cantante”, porque como todos me dicen que yo soy su guitarrista, entonces cariñosamente yo lo llamo así (Risas).

Usted es argentino de nacimiento, pero vive en Europa desde hace muchos años, y ha tocado con mucha gente. ¿Cómo llegó allí?

Nací en Argentina pero estuve allí solo hasta los 11 años; mi influencia de la infancia fue la música de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y otros cercanos. Mientras otros niños escuchaban a los Beatles o a los Rolling Stones yo oía zamba argentina, milonga, bossa nova y también un poco de todo, pero fundamentalmente eso. Ese es, en resumen, mi ADN musical. Después me fui a Estados Unidos y luego a Inglaterra, y por eso tengo incorporada esa parte de rock, folk, jazz y más. Por eso creo que me funciona bien sobre todo con artistas con los cuales trabajo mucho, como Sting, por ejemplo.

¿Siempre con la guitarra, nunca estudió otro instrumento?

Sí, porque en Argentina cada casa tenía una guitarra, es como un instrumento obligatorio en cada hogar, y casi todos tocan un poco de zamba, de tango y otros géneros de tipo folclórico, y yo crecí con eso.

¿Cómo entonces se inserta en el circuito del jazz o el rock, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra?

Creo que fue una combinación de casualidad y de pasión, porque ya a los 11 años sabía lo que quería ser, fue normal para mí. Yo tengo hijos, y ahora veo a jóvenes que con 14 años no saben lo que quieren y esa no fue mi experiencia. Ya con 12-13 años empecé a practicar seriamente, y luego tuve un profesor de guitarra clásica porque es una de mis pasiones desde esa edad. Ahí es cuando descubro a Bach, Villa-Lobos, Tárrega o Poulenc. Ese repertorio para guitarra clásica no es muy grande, pero quise estudiarlo, inclusive escuché a Julian Bream y a John Williams, y me fascinaron, como también Segovia, quien dijo que la guitarra es como una orquesta pequeña, y siempre me identifiqué con esa idea suya. Porque es cierto, tienes una caja con seis cuerdas con las que puedes narrar algo: hay bajo, acordes, melodía y ritmo. Así que al tiempo que escuchaba música de mis raíces argentinas, además de otras cosas, quise hacer algo especial con la guitarra donde fuera posible hacer eso precisamente, narrar algo con un solo instrumento.

En su carrera no solo hay colaboraciones con cantantes, sino con guitarristas como Pat Metheny. ¿Qué puede decirnos de esas y de otras etapas creativas?

Cuando tenía 27 o 28 años, con hijos además, entendí que era el momento de “trabajar” y ganar algo de plata (Risas), así que me puse de a lleno en el mundo del rock y de muchas sesiones de grabación. No sé por qué, si fue una casualidad o una oportunidad, pero así fue. El tema era que yo tenía muchos estilos y era conocido en Londres como alguien que podía ir a un estudio a grabar y a tocar cualquier cosa, y pasé mucho tiempo así, pero grabando mucho rock. Después de eso fui más conocido y empecé a tocar con músicos famosos como Phil Collins, aunque mi sueño era tocar solamente música instrumental como Pat Metheny, Baden Powell o Egberto Gismonti, a quienes considero también mis “héroes”. Para mí ellos son lo más alto del género a nivel mundial, pero tuve que trabajar con artistas de rock y folk mucho tiempo para poder ser conocido y poder tocar y grabar con ellos, específicamente con Pat.

¿Cómo llegaron entonces las canciones?

A partir de ahí es que comienzo a escribir canciones, en esa etapa de mi vida, de hecho era más conocido como autor que como guitarrista. Para mí la guitarra es solamente un instrumento, y no me considero para nada un virtuoso, sino un músico con la mayor suerte del mundo. En realidad mis oídos son mi mejor instrumento.

“Nada ha cambiado en mí, tengo la misma ambición, la misma sed para buscar cosas nuevas
y conceptos musicales”. Foto: Tomada de la página de Facebook de Dominic Miller

¿Qué puede decirle a un joven guitarrista sobre la música?

Le diría que cuando practique hay dos cosas muy importantes. La primera es el sonido, porque si no logran tener un buen sonido no llegarán muy lejos, no habrá progresión. Para eso deben estudiar a diario y despacio, para adquirirlo. Lo otro es usar los oídos más que los dedos, porque tocar en conjunto lleva eso, escucharse unos a otros. Por ejemplo, a la misma orquesta Aragón podemos verla como un instrumento, y sería imposible para un joven tocar a ese nivel sin usar su oído, su integración auditiva. Pienso que todo se trata de ego, por eso si un joven quiere ser un buen músico y trabajar a un nivel alto y de exigencia, debe dejar atrás su ego y progresará mucho más rápido. Ese es mi consejo.

Wynton Marsalis, cuando vino a La Habana, habló de algo parecido, llevado obviamente a una brass section, y de cómo tocar en conjunto en una banda, hacer un solo, etc. ¿Qué más agregaría Ud.?

Wynton tiene razón. Y añado que el músico tiene que saber cuándo acompañar, cuándo hacer un solo y cuándo no tocar nada, el silencio también es expresivo, un concepto también de Miles Davis. Miles y Coltrane inventaron esa idea del espacio: lo que no dices tiene la misma importancia de lo que sí tocas, como en la arquitectura.

Sus colaboraciones junto a Peter Gabriel, Sting, Pat Metheny y otros han aportado a su carrera pero también a la música universal. ¿Qué siente cuando mira todo eso?

Si me hubieran dicho cuando tenía 14 años que iba a tener esa discografía, pienso que hubiera dicho: “lo logré”. Pero soy el mismo, ahora, no soy diferente. Sí, claro que tengo una discografía importante y soy conocido, pero sé por qué, y ha sido a causa de todos esos músicos conocidos con los que he trabajado. Pero nada que ver conmigo. Estuve en muchas situaciones, muy buenas como dije antes, tuve esa suerte quizás por instinto. Pero eso no quiere decir nada para mí, no creo que haya “llegado”. Nada ha cambiado en mí, tengo la misma ambición, la misma sed para buscar cosas nuevas y conceptos musicales.

Para mí el jazz, como el buen rock, es la capacidad de conversar que tiene la música, y eso es algo que los músicos clásicos a veces no entienden”.

¿Cómo cree que es su trabajo hoy día? ¿Influyen su discografía y sus colaboraciones?

Definitivamente ahora mi trabajo es más fácil gracias a eso porque cuando veo a alguien que me gusta y quiero trabajar con él, tengo la capacidad de llamarlo y decirle que me agradaría tocar juntos. Ahí es cuando ellos dicen: “Ah, tú eres quien hizo esto o aquello” y las puertas se abren más fácilmente para mí, claro está.

Hablaba hace un rato de Coltrane, Miles, Baden Powell… ¿Lo siguen motivando?

Cuando estoy confundido, perdido, siempre vuelvo a Bach, porque pienso que toda “la verdad” está ahí, al igual que en Miles. Es curioso este último referente porque no soy fan del jazz, pero soy un enorme seguidor de la filosofía del jazz. Para mí el jazz, como el buen rock, es la capacidad de hablar, de conversar que tiene la música, y eso es algo que los músicos clásicos a veces no entienden. El intérprete clásico toca una determinada obra, pero muchas veces no habla a través de ella, no hay conversación porque no hay silencios. Cuando se conversa con alguien hay pausas, silencio, espacio para que otro hable, y eso es muy importante. Cuando tocas a los clásicos se debe pensar mucho en eso. Pero volviendo a tu pregunta, puedo decirte que Miles me gusta mucho, especialmente su álbum Kind of blue porque son como canciones, son especiales, creo que me hablan porque tienen un discurso muy fuerte. Por eso te digo que al trabajar tanto con músicos de rock, fue que aprendí cómo componer música instrumental, porque entendí el concepto de Miles.

¿Por qué?

Muy sencillo. Las canciones tienen forma, pero cuando colocas esa estructura musical dentro de un tema instrumental, es una explosión. Logras conectar con la gente, así de simple.

¿Qué piensa de Bach?

Grandioso, adoro su música. Por ejemplo, si escuchas la canción “A whiter shade of pale”, popularizada por Procol Harum, notaremos que hay mucha influencia de Bach porque no es un secreto que existen muchos músicos que son seguidores de su música, y se han apropiado de ella para sus propios temas. No hay un solo músico que yo conozca, uno bueno, que no sea fan de Bach, como Pastorius, John McLaughlin, Pat Metheny, todos lo escuchan y practican continuamente sus obras. Yo también lo hago pero muy mal, aunque me fascina. Pienso que si alguien escucha a una niña de ocho años practicando algo de Bach, inclusive mal, nunca vas a escuchar algo más bello que eso porque la composición es perfecta. No es necesario interpretarla, con solo tocarla se nota su belleza. Al mismo tiempo hay algunos compositores para los que la interpretación sí es importante, como el caso de Chopin.

¿En qué obras suyas cree que haya influencias claras de los clásicos?

Cuando te hablaba de música clásica, también es importante señalar no solo la que fue compuesta para guitarra, sino también para piano. No soy un virtuoso, la verdad es que no estudio todos los días porque tengo una vida, seis hijos y además toco rock, pero siempre escucho música para piano. Uno de mis preferidos es Chopin, y hay una especie de código, de secuencia en una obra suya, que utilicé en una canción llamada “Shape of my heart”; en esa idea fue que me inspiré para escribirla junto a Sting. Me sucede algo muy curioso, y es que en Estados Unidos hay muchas versiones de ese tema, y cuando los escucho me da un inmenso placer saber que sin saberlo, están tocando a Chopin, están haciendo música clásica europea.
También hay otra canción que tiene muchas influencias, como “Fragile”, que la escribió Sting hace muchísimos años, pero el arreglo es completamente mío. Para eso me inspiré en mis raíces latinoamericanas, obviamente. Te cuento algo curioso, y fue cuando hice mi audición con él hace más de 30 años. Ese fue el tema que nos unió, por la versión que le hice.

“No puedo decirte como músico lo que soy porque en realidad hago un poco de todo. Tal vez el común denominador
haya sido trabajar con Sting por 30 años”. Foto: Tomada de la página de Facebook de Dominic Miller

¿Cómo ha sido esa colaboración musical con Sting durante tantos años?

Fabulosa, y esa canción nos hizo cercanos, porque él la había escrito algunos años antes y quería renovarla, darle otra mirada, y le gustó mucho mi versión “argentina”. Sting tiene un sentido musical muy latinoamericano, le gusta mucho la música de este lado.

Tiene una obra instrumental importante y conocida. ¿Se considera jazzista?

No, nada que ver, no soy jazzista. En realidad no sé lo que soy, no puedo decirte como músico lo que soy porque en realidad hago un poco de todo. Tal vez el común denominador haya sido el de trabajar con Sting por 30 años.

¿Cómo lo lleva?

Hay gente y algunos periódicos que me califican como “el guitarrista de Sting”, y muchas veces me preguntan si no me enoja que me llamen así. Y la verdad es que ahora, después de 30 años, no me molesta porque esa ha sido mi vida y desde entonces me ha parecido bien, he hecho lo que he querido. Repito, he sido un músico con mucha suerte.

¿En qué anda trabajando en estos momentos?

Ya voy por mi tercer álbum con un sello alemán, llamado ECM Records, con el mismo productor con quien también han grabado Keith Jarrett, Pat Metheny, Gismonti. Hay quienes me dicen que hago world music, pero creo que es jazz europeo, más que jazz norteamericano. Estoy muy feliz de trabajar con ECM porque entienden mi concepto del silencio, del espacio a la perfección.

¿Se concretarán entonces esos planes con músicos cubanos?

Todo depende, pero hay algunas ideas ya en mi cabeza.

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