Una inesperada noticia llenó de tristeza la mañana del jueves 13 de abril, cuando conocimos la muerte de Eduardo Heras León, eminente periodista y Premio Nacional de Literatura 2014. El Chino Heras, como cariñosamente era conocido por todos, fue para el ballet cubano una figura muy cercana, por estar vinculado siempre al quehacer del Ballet Nacional de Cuba, desde muchos ángulos: como crítico, con una extensa obra en publicaciones tan prestigiosas como los diarios El Mundo y Juventud Rebelde, las revistas Revolución y Cultura, Cuba Internacional y Cuba en el Ballet, entre otras; como teórico, en inauguraciones de exposiciones, presentaciones de filmes sobre nuestro arte; y de manera muy especial como personalidad de nuestras letras, rindiendo homenaje a las más eminentes figuras de la Escuela Cubana de Balleten importantes aniversarios. Entre ellos fueron notables sus elogios a Josefina Méndez, Loipa Araújo y Aurora Bosch en 1985, 1986 y 2009, respectivamente. Para todos devino inolvidable su oración fúnebre para despedir el duelo de Josefina Méndez, el 27 de abril del 2007 en la necrópolis de Colón. Siempre amigo cercano, el Chino Heras estuvo con nosotros en las noches de estrenos, en presentaciones de exposiciones alusivas a nuestro Ballet, y a nuevos números de la revista Cuba en el Ballet, desde su fundación en 1970.

El Chino Heras fue un profundo admirador del arte de Alicia Alonso. Fotos: Cortesía del autor

Sus testimonios sobre la obra pedagógica de Fernando Alonso y la labor coreográfica de Alberto Alonso, son de incalculable valor para la historiografía de la Escuela Cubana de Ballet. Nada de nuestro acontecer balletístico le fue ajeno, y especial connotación tienen sus trabajos sobre las llamadas Tres Gracias (Amparo Brito, Ofelia González y Rosario Suárez), así como del resto de otras jóvenes figuras que fueron surgiendo en años posteriores. Su aguda pupila arrojó luz en sus ensayos y artículos sobre temas tan diversos como la visita a Cuba de la bailarina rusa Maya Plisetskaya, la puesta en escena de Giselle por el Ballet de Camagüey, sus teorizaciones sobre las relaciones entre la literatura y el ballet, la técnica periodística y la crítica danzaria y sus certeros análisis de más de 70 títulos del repertorio de nuestro principal conjunto danzario. Admirador profundo del arte de Alicia Alonso dedicó a ella numerosos trabajos, entre los que figuran con especial relieve: “Alicia, la danza, el misterio”, “Alicia, la historia, el futuro”, “Alicia una leyenda viva”, “La Diva, esa joya”, “Alicia, imágenes de una plenitud” y “Alicia y sus maravillas”.

“Nada de nuestro acontecer balletístico le fue ajeno”.

En el plano personal, su partida física deja en mí un profundo vacío afectivo, pues larga y fecunda fue nuestra amistad, en un camino de creación compartida.

Yo había leído sus escritos y me sorprendía su manera especial de acercarse al ballet como crítico, pues no lo hacía, como otros, llenando las cuartillas con términos franceses del lenguaje académico como pas de boureé, entrechat, arabesque, fouetée, etc.… Él iba a un análisis que ponía énfasis sobre todo en la calidad expresiva, en la corrección técnica y la musicalidad de los intérpretes, en total concordancia con las demandas del estilo. Lo sentía un observador profundo, agudo y culto, y sobre todo, sin fanatismo por ningún intérprete. Un día Fernando Alonso me citó a una reunión en el Ballet Nacional de Cuba porque quería crear un equipo que ayudara a la divulgación del ballet cubano que se desarrollaba rápido y exitoso. Contaba conmigo porque me conocía de mis trabajos investigativos sobre la carrera de Alicia y la compañía, especialmente luego de mi conferencia en la sala Talía, el 25 de septiembre de 1968, con motivo del 20 aniversario de la fundación del BNC. A esa reunión fue citado también un joven mulato-chino, delgado, de hablar pausado, modales refinados y mirada sincera. No era otro que mi admirado crítico. Ese día nació una amistad entrañable, basada en el respeto y la mutua admiración, que ha durado hasta su partida de este mundo terrenal. Juntos estuvimos en celebraciones balletísticas y en presentaciones de títulos que han recogido nuestras labores como servidores del maravilloso arte de la danza. Lo admiré mucho más cuando lo vi resurgir, sin rencor, sin un reproche de la noche oscura en que quisieron sumirlo las fuerzas atroces de la contracultura y la maledicencia.

“Siempre amigo cercano, el Chino Heras estuvo con nosotros en las noches de estrenos, en presentaciones de exposiciones alusivas a nuestro Ballet, y a nuevos números de la revista Cuba en el Ballet (…)”.

Me concedió el honor, en 2010 de presentar en la Calle de Madera su texto Desde la Platea en un Sábado del Libro, y conmigo estuvo para presentar junto con otro ilustre colega, Roberto Méndez, mi libro El ballet en Cuba. Apuntes Históricos, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz. Nunca olvidaré aquella mañana del 16 de febrero del 2012 en que dijo palabras inolvidables sobre mi modesto quehacer en la investigación dancística cubana. Durante la Feria Internacional del Libro del 2019 me invitó a participar en un panel sobre su obra, junto a Víctor Casaus y Francisco López Sacha, que fue cita para testimoniarnos la lealtad y el cariño de tantos años. Juntos colaboramos con el hermoso empeño de la Universidad Para Todos y en los Talleres Vocacionales surgidos del entusiasmo y la mirada futurista de Fidel. Vi deteriorarse su salud, pero nunca imaginé tan rápido y triste desenlace. Cuando oí la noticia de su partida, y hasta hoy, una profunda tristeza me invadió, la que queda siempre cuando un verdadero amigo se va. Pero sé que él se fue por un sendero de luz y que su obra nunca dejará de ser útil, no solamente para el mundo del ballet sino también para la cultura cubana toda.