Desde los años noventa del siglo pasado viene esta tendencia, —mientras más evidente es el declive del imperialismo, es decir, del capitalismo, se hace más fuerte—: el cinismo como recurso mediático, como lámina de acero que impida e incluso rechace la explicación de los hechos. Nada es cierto, o todo es cierto, no existe la verdad, ni la izquierda ni la derecha existen, ni la justicia es posible; el cinismo convierte el saber en literatura, o en cine de ficción; no hay que probar o fundamentar lo expuesto, basta con susurrar una hipótesis que se parezca a otras, que iguale todas las intenciones, las que nos defienden y las que nos condenan. El lector-espectador, perdido, atormentado, cederá su derecho a pensar, y creerá, no obstante, que piensa. No solo desaparecerá la verdad, también lo hará la ética.

“El cinismo, el desprecio por la verdad —incluso por la verdad de una hermosa relación como la que Fito y Cuba tejieron—, no tiene valor, tiene precio”.

De Juan Pin se decía que era un creador inteligente. En su documental sobre el cantautor Fito Páez (mera excusa, a pesar de las excelentes imágenes de archivo que las instituciones cubanas le cedieron) descontextualiza la historia, solo concede la palabra a quienes no lo contradicen o a quienes siguen su lógica y repite un discurso burdo que sus autores construyeron en los sesenta, y luego abandonaron por imposible, hasta que el descreimiento lo trajo de vuelta como los desechos plásticos que aparecen en la arena.

No sé si Juan Pin lo cree cierto, probablemente ni siquiera haya meditado en ello: hay demasiado ego en él, y demasiado interés en el mercado de la política, donde lo que vende no es precisamente la verdad. La apuesta que cotizaba el producto era la posible censura. Se apresuró en escribir una carta pública al Presidente de la República. Pero el documental se exhibió en la televisión nacional. Entonces quedó en evidencia que la motivación no era la “libertad de expresión”, sino el mercado: y la exhibición del filme en un medio de alcance masivo en Cuba depreciaba su esfuerzo. El cinismo, el desprecio por la verdad —incluso por la verdad de una hermosa relación como la que Fito y Cuba tejieron—, no tiene valor, tiene precio.

Tomado del perfil de Facebook del autor

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