El fenómeno Mamdani
La victoria de Zohran Mamdani en Nueva York el martes 4 de noviembre no sorprendió a nadie. Desde hace tiempo las encuestas lo daban como un claro ganador y, sobre todo, las apuestas, que suelen ser mucho más certeras en esos temas. La tarde del 4 de noviembre, el 98 por ciento de los apostadores de la Gran Manzana había puesto su dinero en Mamdani.
Cuando se mira en el mapa de la ciudad, vemos que el candidato “socialista democrático” ganó en cuatro de los cinco condados de la ciudad, obteniendo una abrumadora mayoría en las zonas donde predomina la clase trabajadora y la pequeña burguesía. Así, se pintaron de azul Harlem, el Bronx, Brooklyn e importantes zonas de Queens. Andrew Cuomo solo ganó en Staten Island y en algunos distritos de Manhattan y Queens, sobre todo los de clase acomodada.
Aparejada a la victoria de Mamdani, los demócratas recuperaron también las gobernaciones de New Jersey y Virginia, lo que da señales alentadoras en un partido que aún se recupera del descalabro de Joe Biden y la aplastante derrota de Kamala Harris en las presidenciales de 2024.
En su discurso de victoria, la propia noche del 4 de noviembre, el recién electo alcalde de Nueva York retó a Donald Trump, quien a última hora apoyó la campaña de Cuomo, quien fuera su rival en su anterior mandato, con tal de evitar que la “amenaza comunista” ganara en su ciudad natal. Mamdani reafirmó su programa social y anunció su voluntad de mantener a New York como un santuario para la migración.

La victoria de Mamdani, en este momento político de Estados Unidos, abre numerosas posibilidades para el análisis, sobre todo para entender a qué reaccionaba la masa de votantes que lo apoyó y qué implicaciones tiene esta victoria en el corazón simbólico y económico del capitalismo norteamericano.
Mamdani es un inmigrante, musulmán, con un programa social mínimo que ha calado mucho en la clase trabajadora neoyorquina, precisamente por su sencillez: guarderías universales y gratuitas, transporte público gratuito y contención de la burbuja especulativa en los precios de los alquileres en la ciudad, que han alcanzado montos desproporcionados para el bolsillo del trabajador. Todo esto será cubierto con una subida de impuestos a los ricos, lo cual tiene todo el sentido en una ciudad donde se estima que tienen su residencia varias decenas de miles de millonarios de todas partes del mundo.
Pero lo que ha movilizado a su electorado trabajador es precisamente lo que escandaliza a las élites de la ciudad y la nación. El programa de Mamdani propone subidas de impuestos a los más ricos, mientras el presidente Trump no ha hecho otra cosa que aliviar sus compromisos fiscales. Además, atenta directamente contra la especulación inmobiliaria y el proceso de gentrificación de Nueva York, del cual es propio Trump es, también, un entusiasta beneficiario. Esto, por supuesto, escandaliza a las élites, no solo por sus implicaciones inmediatas, sino también por su potencial ejemplo. Y ni hablar del gasto social, visto por estas mismas élites como un desperdicio flagrante de dinero. Y ya sabemos que a estos sectores el único gasto que les gusta es el masivo gasto militar y los masivos subsidios públicos a sus negocios.
“Mamdani, al igual que Bernie Sanders, movilizó con un programa social mínimo a importantes sectores del electorado, incluyendo numerosos jóvenes, que creen que un cambio en las dinámicas sociales y políticas públicas del país resulta urgente y necesario”.
Mamdani, al igual que Bernie Sanders, movilizó con un programa social mínimo a importantes sectores del electorado, incluyendo numerosos jóvenes, que creen que un cambio en las dinámicas sociales y políticas públicas del país resulta urgente y necesario. Como suele suceder, este programa social mínimo le ganó la acusación de comunista, una ofensa terrible que reservan en Estados Unidos para todo aquel que aspire a redistribuir un mínimo de la riqueza en beneficio social. Adicionalmente, Mamdani ha sido crítico del sionismo y el genocidio en Gaza, lo cual también fue explotado por la propaganda para presentarlo como antisemita.
El nuevo alcalde viene de una práctica política de vinculación social, lo cual pone muy nervioso al stablishment demócrata, pero no es en ningún caso un comunista ni un revolucionario radical. Esto no es una crítica, solo un señalamiento objetivo, que permite hacernos una idea de su alcance y límites. Si bien, por un lado, es poco probable que vaya sustantivamente más allá de su programa social mínimo, el impulso social que él canaliza representa a numerosos sectores de la población que están rebasados por la dinámica de acumulación del capitalismo norteamericano contemporáneo.
Uno de los mayores riesgos para los sectores con perspectivas más radicales es que Mamdani acabe siendo lo que en la terminología de la política norteamericana se conoce como un “pastor de rebaños”. Políticos con un discurso progresista que acaban captando y acomodando importantes sectores sociales dentro de la lógica de funcionamiento del Partido Demócrata. Permite convertir en votos para el partido a sectores que de lo contrario se abstendrían o irían con otros partidos más pequeños.

Su victoria en Nueva York coloca a Mamdani en el mapa electoral nacional con mucha fuerza. Aunque la élite del Partido Demócrata preferiría más candidatos del tipo de Gavin Newsom, el actual gobernador de California, de origen acaudalado, con matices progresistas cosméticos y capaz de enfrentarse a Trump, Mamdani no es una opción a descartar en un futuro no tan lejano. Sobre todo si logran disciplinarlo y convertirlo en un marco progre del stablishment. Y ya Mamdani ha dado señales de que puede ser domado. En una entrevista con un medio de la Florida pagó el precio ideológico de desmarcarse críticamente de Cuba y Venezuela. Por supuesto, pudiera argumentarse que esto era fundamental para la victoria, pero lo cierto es que para el electorado latino de Nueva York, Cuba y Venezuela no son un tema ni tan problemático ni tan presente como para los latinos en la Florida. Estas declaraciones parecen más orientadas en el sentido de enviar ciertas señales tranquilizadoras a sectores del poder que pudieran considerarlo un paladín del terrible “castro-chavismo”.
A un nivel un poco mayor, Mamdani, al igual que Trump, reflejan el cansancio del electorado con la política tradicional y su apuesta por candidatos que parezcan estar fuera de este molde. En el caso de Trump, canaliza el descontento de la clase media blanca, mientras Mamdani el de importantes sectores de la clase trabajadora. Por supuesto, el mapa clasista del electorado de ambos es mucho más complejo y diverso, expresando las contradicciones de la sociedad norteamericana.
Trump anunció al principio que reduciría el presupuesto federal a la ciudad al mínimo y podría militarizarla, como ha hecho con otras ciudades en los últimos tiempos, pero luego pareció dispuesto a entenderse con Mamdani. Los ricos han amenazado con retirarse de la ciudad y la clase trabajadora espera a que se materialicen las promesas de una ciudad que esté al alcance de sus bolsillos. Mamdani tiene hoy algo que es muy valioso, pero a la vez muy peligroso para cualquier político: la atención de todas y todos.

