La segunda edición de Bohemia Mía Filin Festival, evento presidido por Osdalgia Lesmes, se efectuará del 21 al 23 de junio. Entre sus principales propuestas se incluye la “ruta del filin”, en la zona del boulevard de la calle San Rafael, en los centros de Artex. El restaurante Monseigneur (O y 21, El Vedado) acogerá tres días con cenas de concierto. Además, tendrá lugar un coloquio que será presentado por este redactor.

Imagen: Cortesía Mincult

Antecedentes del filin

El filin, como casi todas las músicas, se alimenta de un antecedente. El movimiento de los muchachos del filin no estaba integrado por músicos calificados de escuela —eran empíricos— y se hallaba animado por voces pequeñas, con modestas guitarras. Simplemente cantores de sus propias canciones.

Según especialistas como Helio Orovio, Leonardo Acosta, Rosendo Ruiz Quevedo, Guyún y otros, los antecedentes de todo esto hay que buscarlos en los calificados pianistas compositores de canciones-boleros, repertoristas, directores de cuartetos y orquesta de las décadas anteriores. Fue una especie de intermedio entre la trova tradicional y el filin. Ellos sientan una nueva línea melódico-armónica con la cual llevan lo romántico a un estadio diferente. Algunos de sus principales exponentes fueron Orlando de la Rosa (No vale la pena), Pedro Junco (Nosotros), Isolina Carrillo (Dos gardenias), René Touzet (No te importe saber, Anoche aprendí, Conversación en tiempo de bolero), Mario Fernández Porta (Mentiras tuyas), Osvaldo Farrés (Toda una vida, Quizás quizás, quizás), Bobby Collazo (¿Qué te has creído?), Adolfo Guzmán (Al fin amor), Julio Gutiérrez (Inolvidable, Llanto de luna), Juan Bruno Tarraza (Soy tuyo), Ignacio Villa (Si me pudieras querer), Fernando Mulens (¿Qué te pedí?), Candito Ruiz (Ya es muy tarde) y Ernesto Duarte (¿Cómo fue?).

Después colaboraron arreglistas como el Niño Rivera, Rolando Raví y otros, quienes orquestaron para conjuntos como El Casino, Roberto Faz, Orlando Vallejo, y Alberto Ruiz con el Kubavana, creador de una escuela con todo un estilo dentro de ese conjunto.

También fueron relevantes voces como la de Laíto Sureda, Alfonsín Quintana, Carlos Querol, Nelo Sosa y Mario Recio; La Sonora Matancera y Bienvenido Granda, y después con Celio González; así como René Scull y Miguelito Cuní. Igualmente, sobresalieron Carlos Díaz, Tata Ramos, Fernando González, y Rolito Reyes con el Colonial.

Los iniciadores del filin buscaron nuevos giros que ampliaron las rutas y posibilidades armónicas.

En una nueva etapa, hay que incluir otras grandes figuras que se integran al movimiento: Frank Domínguez (Imágenes, Tú me acostumbraste, Un pedacito de cielo) y la compositora Marta Valdés (Palabras, En la imaginación); además, las enseñanzas de Guyún, las voces de Pepe Reyes, Miguel de Gonzalo, y después Pacho Alonso.

Por la vía mexicana, que es de mucha importancia, según el propio Portillo de la Luz, hay que mencionar a Agustín Lara, Guty Cárdenas, José Sabre Marroquín y otros.

Esta es una constelación de estrellas en los antecedentes del filin.

Los inicios del filin

La historia del filin ya se ha contado reiteradamente; para los que olvidan, les referimos que debe considerarse el año 1946 como el inicio de ese movimiento, por haberse creado en esa fecha aproximada las mejores canciones de sus paladines:

– César Portillo de la Luz:Contigo en la distancia, Noche cubana, Realidad y fantasía, Concierto gris, Estampa bohemia, Perdido amor (todas escritas en 1946).

– José A. Méndez, al igual que Portillo, tiene su gran momento a partir de 1947, cuando escribe obras como La gloria eres tú, Soy feliz, Cuando lo pienses bien, Por mi ceguedad, Tú mi adoración, Tú mi amor divino, Y decide mi amor.

Los muchachos del filin se fueron reuniendo en peñas y tertulias en la zona céntrica de La Habana; el cuartel general era el Callejón de Hamel 1108 (altos), entre Soledad y Marina, dentro del barrio de Cayo Hueso, en la casa de la familia de Tirso Díaz, natural del pueblo de Güira de Melena.

Según datos de Ñico Rojas, los iniciadores fueron varias personalidades: Ángel Díaz (hijo de Tirso), César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Rosendo Ruiz Quevedo, Ñico Rojas, Armando Peñalver, Niño Rivera, Pablo Reyes, Armando Guerrero, Luis Yáñez, Rolando Gómez, Tania Castellanos, y Frank Emilio.

César Portillo de la Luz, uno de los monarcas del filin. Foto: Tomada de la Uneac

Aportes del filin

Es cierto que el filin se separa del bolero en alguna medida; buscaron nuevos giros que ampliaron las rutas y posibilidades armónicas, alimentados del impresionismo musical de Debussy, y por la vía del jazz. También tuvieron influencias del beguine y el slow foráneo, dentro de una descarga como factor esencial.

Las melodías eran más elaboradas que las anteriores, de aquellos temas rebuscados, retóricos, altisonantes, idílicos y tremendistas. Los filineros buscan imágenes y estilos conversacionales, declamantes, en la línea de lo que hacía el mexicano Agustín Lara. Una manera nueva de decir la canción con lenguaje coloquial, no escolar; aunque con una carga emocional. Cantar de manera directa, sencilla, amable, con un fraseo musical, un rubateo, intimista, romántico, a veces cerca de lo surrealista.

Uno de los monarcas del filin, Portillo de la Luz, declara a Félix Contreras: “Los integrantes del movimiento querían hacer una canción distinta, menos trágica, más amable, íntima, sentida, en una especie de refugio sentimental; más bien coloquial, pero de modo espontáneo, más libre. Lo esencial era buscar el buen decir, la magia de la palabra, el recitativo, la calidad en las letras. Armonías novedosas, influidas por el impresionismo francés, a través del pragmatismo de los jazzistas. Todo esto muy intuitivo, siguiendo la tradición oral de los viejos trovadores, nunca fuimos iconoclastas”.

Ellos habían dejado atrás aquellas canciones al estilo tremendista, teatrales. Buscaban otra línea, “nunca se cantaban igual las canciones —explica Ñico Rojas—, dependía de los sentimientos personales de los intérpretes. Eso era ponerle filin a la canción”.

Leonardo Acosta consideraba al filin como una “descarga” en la puesta en escena. “El filin es una manifestación del bolero —explica Rosendo Ruiz—, resultado de una época de gran intercambio de influencias, de entrecruzamientos de expresiones y armonías que llegaban al bolero. Le adjudicamos una “marca” para siempre a la canción dentro de los conjuntos, las orquestas y los grupos vocales. Algunos nos catalogaban de compositores evasivos, utópicos, dentro del caos de la historia; pero no evadíamos la lucha, el momento en que vivíamos”.

“Lo esencial era buscar el buen decir, la magia de la palabra, el recitativo, la calidad en las letras”.

Para el especialista Cristóbal Díaz Ayala “el filin no tiene explicación. El plan del filin era darle un nuevo aire a la canción cubana y al bolero, a ambos porque al final el filin es ‘una forma de bolero’, al decir de algunos porque para mí no es cierto. Lo que pasa es que el filin pude adoptar formas de canción o bolero; pero no necesariamente tiene que ser lo uno o lo otro. Entonces de ahí que fue luego de que surgieran nuevos compositores, cuando empezaron a revelarse sus adecuados intérpretes porque no bastaban aquellos cantautores, sino que hubo que traer voces que esgrimieran un cierto garbo muy especial, y que por ello ‘pegaran’ en el gusto y favor del público… Automáticamente casi, aparecen entonces extraordinarios cantantes masculinos como Pepe Reyes, quien gustó fuertemente en Colombia, y Miguel de Gonzalo, quien fue considerado por la crítica un ‘fuera de serie’, y voces femeninas —añado— de primer orden, entre las que se destacaban como pioneras Omara Portuondo, aún vigente, y la siempre recordada Elena Burke”.

A su vez, José A. Méndez me indica que “hay que destacar la difusión de nuestras canciones a través de Olga Guillot (reina del bolero dramático y tremendista), quien fijó la manera esencial del filin, continuada y desarrollada creativamente por Olga Rivero, Bertha Dupuy, René Ferrer, Los Hermanos Bermúdez, Omara Portuondo, Elena Burke, Moraima Secada, Pepe Reyes, Reynaldo Enríquez, Leonel Bravet, el conjunto Casino, Nelo Sosa, Fernando Álvarez, Pacho Alonso, Lino Borges, Rolito Rodríguez, Roberto Faz, Frank Emilio, Francisco Fellove, Pepe Reyes, Miguel de Gonzalo, Roberto Ledesma, Doris de la Torres, Pacho Alonso, Frank Domínguez, Marta Valdés, Renée Barrios, Reinaldo Enríquez, Nelia Núñez, Roberto Jaramil, Luis García, Aurelio Reinoso, Ela O’Farrill, Leonora Rega, Fernando Álvarez, Salvador Levi, Ela Calvo, Pablo Milanés, Martín Rojas y Meme Solís”.

En la década de 1960 el filin se muda hacia la zona moderna de El Vedado (La Rampa), donde pululaban los clubs y cabarets de hoteles: Johnny 88´, con su menta frapé; Bar Celeste, en Infanta y Humboldt, donde la Freddy era la dueña de la noche; el Sherezada, refugio de Pacho Alonso y Elena Burke; Club 21 con Aida Diestro y Las D´Aida; el Pico Blanco del hotel Saint John´s, donde brilló José A. Méndez; y el bar-restaurante El Gato Tuerto, inaugurado el 31 de agosto de 1960, a partir de un proyecto de Felito Ayón, personaje con mucho carisma, animador y uno de los fundadores de La Bodeguita del Medio. Se conforma un nuevo aire para el movimiento, en la bohemia citadina.

Las canciones del filin ya pertenecen a la antología de la canción cubana, ellas siguen interpretándose en los centros nocturnos habaneros y en algunos recintos en el exterior. Como decía Helio Orovio, lo único que no se permite en Cuba es “no tener filin”.