El hombre que fabrica jonrones
18/9/2017
En esa especie de laboratorio que es su carpintería, Claudio Roba trabaja desde hace tiempo en la confección de un bate que haga que la bola salga siempre hacia atrás.
Así, como se lee. Desafiando a la física, este artesano de calle, como se define a sí mismo, cree que un implemento de ese tipo sería de utilidad en el entrenamiento de los receptores.
En un primer momento, pensó que también podría servir para la preparación del primera y el tercera base, pero no ha habido manera de que las conexiones vayan en esa dirección.
“Hay cosas que se conciben de una forma, y cuando las llevas a la práctica, no resultan como esperabas”, dice Roba. “Es lo que me ha pasado con este bate. Por eso me he demorado”.
En su carpintería, Claudio Roba podría producir todos los bates de la Serie Nacional.
Fotos: Cortesía del autor
En cambio, asegura que con este curioso implemento, si se giran correctamente las muñecas, se saca un elevado en zona del receptor. El secreto radica en hacerlo con fibras de madera, que se ubican de forma rotatoria, parecido a las aspas del ventilador.
Aunque la explicación tal vez no parezca del todo convincente, al cabo de casi dos años de ajustes, Roba tiene su propia teoría al respecto, y afirma que el proyecto se encuentra prácticamente terminado. “Ya hay algunas áreas deportivas donde lo están probando. Espero tener el resultado a más tardar en el mes de mayo”.
De concretarlo, el bate con el que las conexiones salen hacia atrás, para entrenar a los catchers, se sumaría a la lista de inventos que este pinareño de 55 años ha patentado. Entre ellos, el primer bate cubano de fibras de madera, destinado también a la preparación.
Su confección le tomó alrededor de seis años. “En el mundo hay muchas ligas que utilizan bates de fibras de carbono o de bambú en las prácticas, por su durabilidad, así que me propuse hacer una versión que fuera ciento por ciento criolla”, explica.
Los bates de fibras se hacen a partir de finos listones de madera,
que se unen con pegamento, hasta conformar una pieza compacta
A grandes rasgos, el proceso consiste en sacar listones finos de madera, que se unen con un pegamento hecho por él mismo a base de resinas, hasta conformar una pieza compacta que se “cocina” a más de 100 grados de temperatura y luego se tornea.
Mediante la técnica, asegura que es posible incorporar nuevas especies de árboles como el marabú, el eucalipto o la acacia, y en lugar de depender de grandes volúmenes de maderas preciosas, la producción se puede llevar a cabo con la recortería que dejan otras actividades.
“En nuestros bosques, las maderas tradicionales para bates se han ido agotando, pero esta técnica abriría otras posibilidades”, señala Roba.
Los jugadores de la categoría sub-18 que han probado el invento en la EIDE de Pinar del Río, y sus profesores, coinciden en que resulta muy apropiado para los entrenamientos porque no se parten.
En un juego de pelota, a un atleta le corresponden tres o cuatro turnos ofensivos, pero durante las prácticas tiene que hacer decenas, e incluso cientos de swings.
Por eso, aunque a nivel competitivo no estaría avalado, Roba considera que sus bates de fibra tendrían gran utilidad en las sesiones de preparación, donde con frecuencia los maderos llegan a escasear.
Roba y Diosflex
Licenciado en Cultura Física, Claudio Roba se inició en la carpintería haciendo esculturas. Pero su vocación por el deporte hizo que terminara dándole forma a los palos que los niños del barrio usaban para jugar a la pelota.
A partir de esa primera experiencia decidió probar suerte con los adultos. En poco tiempo las ligas locales se volvieron asiduas a su carpintería, en las afueras de la ciudad de Pinar del Río.
Sus implementos fueron ascendiendo hasta llegar a la selección provincial en la Serie 45, tras ser homologados por la Comisión Técnica Nacional.
“A los equipos de otras provincias, al parecer les llamó la atención y comenzaron a visitarme”, recuerda.
En el entrenamiento del conjunto que asistió a los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007, se usaron 10 de ellos. “Cuando terminó la preparación, habían resistido 22 800 impactos sin romperse”, afirma el artesano.
Poco después, con el aval de atletas y entrenadores, los especialistas de la Industria Deportiva y la Dirección Nacional de Béisbol, nacerían sus marcas Roba y Diosflex.
La diferencia entre una y otra radica en el grado de flexibilidad (el de Diosflex es ligeramente mayor), una cualidad indispensable para que el madero no se parta.
Las marcas Roba y Diosflex nacieron hace años, con el aval de atletas y entrenadores,
los especialistas de la Industria Deportiva y la Dirección Nacional de Béisbol
Cuenta que una vez, en una peña deportiva, se los mostró al estelar exjugador Rey Vicente Anglada, por aquel entonces al frente del equipo Industriales. Para comprobar su resistencia, Anglada garró uno de los maderos por los extremos, y trató de partirlo haciéndole presión con la rodilla.
“El bate se jorobó como un arco, pero no se quebró. Anglada, sorprendido, me preguntó si era plástico, así que le contesté que si quería, podía cortarlo con un serrucho, para que viera que era de madera”.
¿Cómo lo logra? Es el secreto de su pequeña industria, un kowhow que le tomó largos años de trabajo y que, por tanto, se resiste a revelar.
“Cuando empecé, mis bates se partían con frecuencia, así que me vi obligado a estudiar mucho. De hecho, todavía lo sigo haciendo”.
Esperando un swing
En total, ha fabricado implementos de 16 tipos distintos de madera. Todo el proceso es a mano, algo que considera una virtud porque le permite tener en cuenta la posición de las fibras antes del torneado, para que sean más duraderos.
José Dariel Abreu, Alfredo Despaigne, Yoenis Céspedes, Yosvany Peraza, William Saavedra, Yoandri Urgellés… La lista de grandes jugadores que han empuñado sus bates en el campeonato cubano es extensa.
“Imagínese que en 2008 llegué a hacer 800 para la Serie Nacional”, dice Roba.
Muchos, incluso, los ha moldeado teniendo en cuenta la talla, el peso y el tamaño de las manos de los atletas que los van a usar. “Así debería ser siempre, de acuerdo con las características físicas y mecánicas del jugador, para que luego no lo veamos haciendo gestos en el cajón, como si se sintiera incómodo”.
Diez años después de que sus primeros bates llegaran a la Serie Nacional, se sigue emocionando cada vez que descubre a un jugador empuñando un Roba o un Diosflex.
“Ese es mi mayor regocijo. No importa si lleva el uniforme de mi provincia o si es un contrario”, confiesa.
Por eso la sangre le hierve cuando le escucha decir a las autoridades deportivas cubanas, que los bates que predominan en el torneo se compran en el exterior a más de 100 dólares cada uno.
“Tanto que se habla de la necesidad de sustituir importaciones, y no se va a la génesis del problema. Se prefiere pagar miles de dólares en el extranjero, que darnos esa tarea a los productores que trabajamos en el país”.
A principios de 2008, lanzó el reto públicamente, y llegó a confeccionar la mayoría de los bates que se utilizaron en la temporada. Un año después, subió la parada, asegurando que además de los de la Serie, también podía garantizar los de la Liga de Desarrollo (en la actualidad Torneo Sub-23).
Sin embargo —a pesar de que atletas y entrenadores reconocen la calidad de sus implementos—, nunca más se le ha vuelto a entregar la madera que necesita para producir a gran escala.
Para subsistir, a Claudio Roba no le ha quedado más remedio que dedicar parte de su tiempo a elaborar repisas y abanicos. Aun así, en esa especie de laboratorio que es su carpintería, sigue soñando con poder ayudar a crear una industria de artículos deportivos, en la que se obtengan los implementos que hoy se compran a precios altísimos en otros países.
“Tenemos los hierros y el capital humano, que es lo más importante”, dice. Solo hace falta que quienes toman las decisiones, le hagan swing.