El paraíso en primavera
Dante es a la poesía italiana lo que Botticelli a la pintura del Primer Renacimiento. No llegaron a conocerse. El poeta ya había pasado por este mundo, cuando el pintor llegó a él. De ahí que siempre me haya parecido que Botticelli se inspiró en el “Paraíso”, tercera parte de la Divina Comedia de Dante, para pintar la “Primavera”. A tal conclusión llegué luego de una experiencia personal de juventud: ya conocía por láminas la gran obra pictórica de Botticelli, cuando inicié la lectura del citado texto poético. Mi primera impresión fue ver la pintura cual si fuera una ilustración del primer canto del “Paraíso”, cuando por sus florecidos campos Beatriz hace de guía del poeta. Ese amplio andar de la “Beatriz” de Botticelli sobre florecillas silvestres recién germinadas, me pareció la estampa viva de lo que acontecía en el comentado canto.
“Dante es a la poesía italiana lo que Botticelli a la pintura del Primer Renacimiento (…)”.
De hecho, entre los dos primeros cuerpos del inmortal libro de Dante, el “Infierno” y el “Purgatorio”, y el tercero y último, el “Paraíso”, se produce un enlace metafórico o contra-canto entre la agresividad naciente de la cultura urbana, por entonces, representativa de una nueva época de las relaciones comerciales y financieras, que trajo consigo la aparición de la moneda como valor de cambio, y los alrededores campestres que rodeaban —y rodean— a la ya ciudad Estado a orillas del Arno. La campiña florentina fue entonces, y lo sería siempre, el remanso espiritual entre el cristianismo y el paganismo reinante en la ciudad, donde todo inspiraba a la conciliación entre un pasado presente y un nuevo tiempo por venir. No fue capricho poético de Boccaccio mantener “en sana distancia” a la juventud protagonista de su Decamerón, al ubicarla en una quinta cercana a Florencia, durante una de las tantas pandemias que la ciudad padeció.
El destierro de Dante no se produce fuera de Italia, sino de Florencia. Cuando Miguel Ángel se establece en Roma para llevar a vías de hecho las obras artísticas solicitadas por el papado, habita en el barrio florentino de la Ciudad Eterna (antecedente del barrio latino de Nueva York). El “Paraíso” de Dante y la “Primavera” de Botticelli, en consecuencia, son expresiones de esta realidad política y económica, todavía en ciernes, pero ya con valores y poderes suficientes como para determinar los cauces de una nueva visión del mundo conocido y por conocer.
No deja de ser sintomático, que el nombre de nuestro continente le viniera por las cartas geográficas de Américo Vespucio, navegante al servicio de Florencia, primero en reconocer que las tierras descubiertas por Colón pertenecían a un Nuevo Mundo. También fueron de origen florentino las primeras imágenes grabadas de oídas en interpretar tal hecho histórico, y su generalización a partir de la recién inventada imprenta, en franca comprensión de la importancia de la información visual para legitimar tanto los intereses políticos como los vanos propósitos expansionistas del Estado florentino.
La inspirada musa de Dante, así como la bella representación primaveral de Botticelli, por más de dos siglos escondida en los sótanos de la Galería Uffizi, serían las damas llamadas a flanquear las puertas de entrada a un nuevo sistema económico y social, donde la evolución de la poesía y la pintura fluctuarán cada vez más entre la evasión y la crítica social, entre el individuo y el poder, en aras de su permanente defensa de la verdadera cultura y autodeterminación de la persona humana.