“La fortaleza de las armas es la causa de su derrota”
Lao Tsé [1]

VII

El neoimperialismo mueve a Trump, y este, a sus seguidores. ¿Qué ley detrás del neoimperialismo la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonías?[2] La ley del capital. Entonces vale preguntarse: ¿Puede la humanidad actual sobreponerse a esta ola ultraconservadora? ¿Cómo combatir el trumpismo? ¿Desde adentro o desde afuera? Enfrentados a él, ¿qué hacer: describirlo o descubrirlo? Respuesta: si queremos sobrevivir, hay que combatir el trumpismo de todas las maneras posibles, aunque su enfrentamiento principal pase por el desarrollo del pensamiento revolucionario. Ante todo, el de Karl Marx.

“La crítica al capitalismo y al imperialismo, así como la actualización de esta última con la teoría del neoimperialismo, son una plataforma para desmontar el trumpismo”.

La teoría de Marx y Engels —me refiero a su filosofía, su política y su economía, no a los manuales— es correcta en lo fundamental por su esqueleto dialéctico, y es insuficiente porque de dicho esqueleto no hay ni una radiografía fiable. No obstante, es un hecho poco resaltado que, como en un juego de matrioskas, El capital contiene el Manifiesto del Partido Comunista, lo mismo que este lleva dentro las Tesis sobre Feuerbach. Ahora bien, si el pensamiento de Marx es una economía que contiene una política que lleva dentro una filosofía, ¿por qué no suponer que su dialéctica es un arma que contiene una ideología que porta en su seno una ciencia? Heredar a Marx es comprender para tomar partido, y tomar partido para transformar el mundo.

La crítica al capitalismo y al imperialismo, así como la actualización de esta última con la teoría del neoimperialismo, son una plataforma para desmontar el trumpismo. Lo importante es enfrentar al trumpismo en todos los frentes. Siempre existe una alternativa al mal, y si no existe, hay que inventarla. Lo primero es estar atentos a las señales que indican resquebrajaduras en su hegemonía, grietas en su coraza.

VIII

Cuenta Ramonet[3] que, desde 2017, se regó en los Estados Unidos un lema: “Los pájaros no existen” (Birds aren’t real). Era una campaña orquestada por Peter McIndoe, un joven de 23 años, y su amigo Connor Gaydos, quienes afirmaban, al estilo del conspiracionismo, que los verdaderos pájaros se habían extinguido por el calentamiento global y que lo que hoy vemos son drones con apariencia de aves que vigilan a la población. Batido norteamericano de dos ingleses, Orwell y Hitchcock: el Gran Hermano multiplicado, no en pantallas, sino en millones de pájaros. Sobre la base de esta narrativa, los jóvenes alquilaron vallas para difundir su eslogan, dieron conferencias de prensa, presentaron pruebas falsas, inventaron estadísticas, revelaron estudios anatómicos de robots con apariencia de palomas y contrataron a actores para simular experiencias, ya fuese como exagentes de la Agencia Central de Inteligencia que confesaban su uso para el espionaje o como víctimas del mismo.

“Los inventores del bulo apostaron por la risa como herramienta política y como arma de resistencia”. Imagen: Tomada del New York Times.

Sin embargo, resume Ramonet en la página 164 de su libro:

Todo era una broma, una parodia para ridiculizar las teorías conspiranoicas reales. Los inventores del bulo apostaron por la risa como herramienta política y como arma de resistencia. En su guerra simbólica contra el conspiracionismo, eligieron la caricatura y la exageración como acción militante para contrastar mejor la realidad: “Se trataba —explicó McIndoe— de colocar un espejo frente a Estados Unidos en la era de Internet. Dado que los intentos por contar la verdad no convencen a los que prefieren creer en las mentiras, solo quedaba como solución propagar mentiras cada vez más delirantes para ponerlos en evidencia”.[4] “Era el único modo —confesó otra de las responsables del movimiento— de desmantelar teorías que no se pueden desmontar de otra manera. Decidimos combatir la locura con más locura”.[5]

¡Conspiración versus conspiración! Ridiculización del trumpismo con las armas del trumpismo. Caricatura del caricaturista. Exageración de lo aparente para revelar lo esencial. Pero hay otro modo de combatir el trumpismo, y es desde afuera.

IX

Puede que a la izquierda más rancia Ramonet le parezca demasiado burgués, y que a la derecha recalcitrante le resulte demasiado izquierdista. Para mí, él es un ejemplo de intelectual, de eso que llamo izquierda diestra, capaz de pelear a favor del socialismo con las armas teóricas creadas por la burguesía. ¿Qué si no hizo el propio Marx? La izquierda diestra es dialéctica porque supera (al capitalismo) preservando (los métodos más avanzados de pensamiento) para transformar el mundo (en función de lo mejor de la humanidad). Es una izquierda inclusiva, no excluyente. Sintética, no antitética. Ramonet comunica, y comunica bien. Y eso es clave en ideología. Usa con agilidad, limpieza y precisión el lenguaje. Y no es un secreto: la destreza de la izquierda se mide hoy por su capacidad para influir, la cual depende, ante todo, de su capacidad para comunicar. Información no es per se poder: hay que saber comunicar. Quien no sabe comunicar, por mucha información que posea, carece de poder. En el universo de las redes sociales, un meme impacta más que un discurso. Hoy es tan necesario el discurso que enriquece un meme como el meme que resume un discurso.

“Usa con agilidad, limpieza y precisión el lenguaje”. Imagen: Internet.

El libro La era del conspiracionismo toma como botón de muestra el asalto al Capitolio, para abordar el trumpismo, que es un fenómeno actual, complejo y retador. Ramonet ha cumplido su labor como analista y comunicador. Toca a otros proseguir su análisis y llevarlo a un escalón superior, de manera que, del esfuerzo conjunto, nazca una crítica poliédrica y revolucionaria.

Cierto que, a veces, se filtran en los criterios de Ramonet conceptos ya superados por el método de Marx.[6] Pero, ¡que lance la primera piedra el intelectual de izquierda que siempre haya sido consecuentemente dialéctico! ¡Ni Marx lo fue! Para eso está la dialéctica: para superarnos preservándonos. Por eso es un método crítico y revolucionario, porque sirve para conocernos y cambiarnos a nosotros mismos, que es el primer paso para conocer y cambiar el mundo.

“Un pensamiento esférico es la filosofía de una izquierda diestra, y una izquierda diestra es una alternativa política al trumpismo”

La izquierda diestra ha de armarse de un pensamiento esférico: debe superar los puntos de vista con líneas de pensamiento capaces de articular los planos teórico y práctico en una esfera. Tiene que heredar el espíritu dialéctico de Marx, no rumiar sus textos. Un pensamiento esférico es la filosofía de una izquierda diestra, y una izquierda diestra es una alternativa política al trumpismo, que no es más que una expresión muy norteamericana del neoimperialismo. Economía (teoría del neoimperialismo) que lleva dentro una política (izquierda diestra), que incluye una filosofía (pensamiento esférico): ¡ese es el espíritu de Marx aplicado a nuestra época histórica!

La izquierda diestra ha de ser una orquesta en la que cada músico debe dominar su instrumento y contribuir a la armonía del conjunto. Su sentido del equilibrio será la clave de su belleza, de su verdad, de su justicia y de su revolución, es decir, de su conversión en alternativa al trumpismo. El capitalismo es la lucha por la existencia, y nosotros, los partidarios de la izquierda diestra, representamos la cooperación, la simbiosis, la solidaridad, que son fuerzas más productivas y nobles en la evolución de la vida.

Hay una diferencia clave entre la derecha siniestra y la izquierda diestra. Para la derecha siniestra, lo que viene después de la verdad es la “posverdad”, o sea, la mentira. Para la izquierda diestra, lo que sigue a la verdad es la revolución, es decir, el mejoramiento humano. La partida está planteada.

Todo perece, hasta el universo. El gran problema del capitalismo es que no sabe morir con dignidad. Tanto es así que, cuando le toque caer al basurero de la historia, intentará llevarse consigo a la humanidad toda, como el Santísima Trinidad hizo con los barcos ingleses que lo remolcaban vencido, tras la batalla de Trafalgar. La tarea de los que aman a la especie humana es evitar que esto suceda.

Notas:

[1] Tao Te King, LXXVI.

[2] Paráfrasis de la última estrofa del poema “Ajedrez”, de Jorge Luis Borges.

[3] Ob. cit., pp. 162-165.

[4] La Vanguardia, Barcelona, 11 de diciembre de 2021, cf. Ramonet, ob. cit., p. 164.

[5] Taylor Lorenz: “¿Los pájaros no son reales? En las entrañas de una teoría de la conspiración de la generación Z”, The New York Times, 9 de diciembre de 2021, cf. Ramonet, ob. cit., p. 164.

[6] Al referirse al terraplanismo, como parte del “clima de desconfianza epistémica hacia cualquier verdad establecida” (p. 97), Ramonet habla de las “verdades alternativas”, según las cuales dos verdades contradictorias son igualmente válidas. “Lo cual —concluye— es exactamente lo contrario de un razonamiento científico”. Y esta conclusión suya es defectuosa, dialécticamente hablando. El terraplanismo y la esfericidad de la Tierra no son tesis contradictorias sino excluyentes: si vale una, la otra no vale. La esfericidad terrestre es una verdad científica porque ha sido verificada sensorialmente, explicada racionalmente, demostrada prácticamente y porque es compatible con otras verdades ya verificadas, explicadas y demostradas. Eso convierte al terraplanismo en una mentira probada.

En dialéctica, no obstante, las verdades esenciales de la ciencia son necesariamente contradictorias. Y no se trata de un presupuesto metafísico, sino de una conclusión física. La luz, por ejemplo, aunque se manifiesta en algunos experimentos como onda y en otros como partícula, es ambas cosas, al mismo tiempo. No es un hombre o un caballo: es un centauro. Dos cosas complementarias forman una relación esencial, altamente probable, necesaria. Las verdades complementarias no son excluyentes, se oponen a la vez que se presuponen. Enfrentado a estos problemas fundamentales de la materia, el físico danés Niels Bohr, uno de los fundadores de la mecánica cuántica, postuló el principio de complementariedad, según el cual toda verdad profunda de la naturaleza implica una relación de complementarios. Toda ley, por eso, es una paradoja.