Contrario a lo que suele pensarse y hasta decirse, el expediente de la natación cubana contado a partir de la década del veinte del pasado siglo y hasta nuestros días, contiene varios pasajes de gloria que es necesario rememorar.

El primer gran nadador cubano, con resultados internacionales, es Leonel “Bebito” Smith (1909-2000), a quien muchas madres recuerdan con agradecimiento por haber sido quien sostuvo a sus hijos entre los brazos para enseñarles, muy pequeñitos aún, cómo dar las primeras brazadas en la piscina del Centro Deportivo Camilo Cienfuegos en El Vedado capitalino. “Bebito” fue un extraclase para su época y es hoy una leyenda. Pero, ojo: no se confunda, porque el Bebito que seguramente viene a sus mentes —el de un fornido hombretón bien entrado en la tercera edad—, nada tiene que ver con el Bebito joven, auténtico tritón de Varadero en los años veintitantos, un atractivo y fuerte mocetón que conquistaba corazones con su presencia  fuera y dentro del agua.

Bebito durante su juventud/Tomada de Internet

“Bebito” Smith es la gran estrella de la natación en el área, gana tres medallas de oro en los Primeros Juegos Deportivos Centroamericanos celebrados en México en 1926 y repite con otros tres títulos dorados, además de un subtítulo, en los Segundos Juegos Deportivos Centroamericanos de La Habana, en 1930. Entonces nadie lo supera, ni en velocidad ni en popularidad. En su honor se escogió la fecha de su natalicio, el 30 de junio, como Día de la Natación Cubana.

No es hasta inicios de los cincuenta que se retoma la senda de los triunfos con las brazadas de Manuel “Manolito” Sanguily Betancourt (1933-2022), quien domina por casi una década la natación cubana y es el principal o mejor dicho único representante con nivel internacional.

“Manolito” compitió en las Olimpíadas de Helsinki y de Melbourne, en 1952 y 1956, siempre en la distancia de 200 metros estilo pecho. En las de Melbourne fue abanderado de la delegación cubana y clasificó para la final en su disciplina, terminando en séptimo lugar.

“Tardó bastante para que surgiera otro nadador de renombre”.

Asistió a los Juegos Panamericanos de México 1955 y Chicago 1959. En México ganó medalla de plata y en Chicago bronce, igualmente en 200 metros estilo pecho. Antes, en los Juegos Centroamericanos de México 1954 alcanzó medalla de oro en su especialidad. En Cuba fue largo su reinado y grande su popularidad.

Tardó bastante para que surgiera otro nadador de renombre por lo que los triunfos a nivel centroamericano y panamericano fueron cayendo solo poco a poco.

Resultados notables alcanzan Pedro Hernández, quien se corona en los 200 metros de estilo pecho y gana plata en los 100 durante los Juegos Centroamericanos y del Caribe que tienen por sede a La Habana en 1982, y Mario (Mayito) González Montesinos, quien saca de la piscina la medalla de oro en 200 metros estilo pecho en los Juegos Panamericanos efectuados en La Habana, 1991.

En los Juegos Centroamericanos de Ponce, Puerto Rico, 1993, la natación cubana se alza con varios títulos en uno y otro sexo, actuación que constituye una formidable clarinada.

Pero no es hasta la Olimpíada de Atlanta ’96 que Rodolfo Falcón gana la medalla de plata en una final olímpica, seguido por su compatriota Neisser Bent en tercer lugar y medalla de bronce, todo en el estilo espalda a 100 metros. Uno y otro, juntos en el podio olímpico, representan el momento de mayor gloria de la natación cubana, si bien Falcón conquista otros primeros lugares en eventos de categoría mundial y asiste a tres citas olímpicas consecutivas, las de Barcelona ’92, Atlanta ’96 y Sídney 2000.

El multicampeón Rodolfo Falcón ha dedicado sus esfuerzos al entrenamiento de jóvenes prospectos/Tomada de Radio Reloj

El abogado Rodolfo Falcón pone hoy todo su saber en entrenar prospectos, entre ellos su hijo Rodolfo Falcón Jr., por lo que esperamos más temprano que tarde la irrupción de otros campeones, en uno y otro sexo.

Y aunque no se inscribe dentro de la natación, muy significativos han sido los resultados de dos apneístas ya retirados que fijaron cotas a nivel mundial. Nos referimos a Déborah Andollo y Francisco “Pipín” Ferrera. Una y otra vez, los nombres de Déborah y Pipín, así como de alguno otro, acapararon cintillos en la prensa internacional en un deporte que además de clasificado de alto riesgo y hacer comerse las uñas a quienes lo siguen en vivo como espectadores, demanda requerimientos físicos excepcionales y resulta muy costoso por el equipo técnico encargado de garantizar la seguridad del apneísta tanto durante el descenso a las profundidades oceánicas como en su ascenso de regreso a la superficie.