No es lo mismo una reunión de escritores que una reunión entre estos artistas. El carácter oficial de una no tiene ninguna semejanza con la otra. Me explico: Si la asociación de escritores nos convoca, acudimos con la intención y el propósito que dicha oficialidad requiere, y debatimos asuntos relacionados con nuestra actividad. Entiéndase que expresamos criterios concernientes a la creación, a las nuevas tendencias literarias, a temas de editoriales, de nuevas posibilidades de publicación y difusión de lo que hacemos, de las ventajas y desventajas del formato digital, de jurados para concursos, del reglamento que rige nuestra organización, y proponemos espacios y oportunidades de debate y análisis entre todos los colegas. Todo esto sucede en una asamblea de escritores.
En la otra, en la reunión con escritores que son amigos, cómplices y colegas, ocurre lo mismo que cuando se reúnen personas que viven la cotidiana rutina con sus múltiples obstáculos y dificultades. En otras palabras: somos tan iguales a los demás, aunque haya matices, detalles que nos identifiquen como literatos. Al empezar a comentar la carestía de la vida actual añadimos que para imprimir un texto, por ejemplo, si antes debíamos abonar un peso o dos por cada cuartilla, ya vamos por ocho o diez por la misma cantidad de páginas. Engargolar un libro, por muy pequeño que sea, el costo se ha triplicado con respecto al anterior, para no hablar de lo rotundamente imposible que resulta conseguir tinta para impresoras y hojas de papel. Otro aspecto que nos distingue es el referido a la necesidad que tenemos de ser leídos por amigos. En otras palabras: se cumple el viejo chiste entre narradores que dice “Si me lees… te leo.” Porque necesitamos la opinión de un colega, quien a su vez, requiere que leamos lo que acaba de escribir. Esto lleva implícito una ansiedad, un apuro, un desasosiego que solo los escritores conocemos. Solemos hacernos preguntas como ¿Por cuál página vas, qué te va pareciendo hasta ahora, qué opinas del capítulo catorce, del chiste de la página 132, y del guiño que hago en la 150?
Mientras vamos leyendo lo que nos ha enviado el colega, también queremos saber si él, a su vez, analiza nuestro texto más reciente, por lo cual, las preguntas, el acoso, las interrogantes son muy parecidas, y en ese vaivén de lecturas, siempre entre amistades, insisto, los materiales se corrigen, se perfeccionan, se enriquecen, porque siempre se aceptan, o en la mayoría de los casos se admiten los señalamientos. Es una colaboración amistosa. Gratuita, y de muy buena fe. Solemos admirar a Borges, a Carpentier, a Hemingway, y detestar a Paulo Coelho.
“(…) somos tan iguales a los demás, aunque haya matices, detalles que nos identifiquen como literatos”.
Es común que en nuestras conversaciones nos digamos citas de grandes clásicos, pero sin pedantería, como algo natural. Por ejemplo para comentar que una actividad estuvo aburridísima, decimos que fue algo “municipal y espeso”, como homenaje a Rubén Darío. También nos proponemos ideas para que alguien escriba, (otro ejemplo) lo conveniente que sería promover turismo de catástrofes naturales en Cuba. “Tú pudieras promocionar”, le dice una cronista a otra, “Visite la isla con un pequeño bolso que incluya linternas, velas, capas de agua y latas de sardinas. Prepárese para vivir la emoción de un huracán, y el desastre que deja, algo muy emocionante porque usted estará una semana reviviendo el modo de vida cavernícola.”
No es cierto que solo nos ceñimos a asuntos escriturales, también nos pedimos ayuda como gente monda y lironda que somos. Preguntas como Por favor, necesito un plomero, o… ¿conocen a algún dentista?…o ¿tienen contacto en la oficina de licencia de conducción que me pueda resolver? también forman parte de nuestras conversaciones, y nos ayudamos unos a otros como hace todo el mundo. Hablando en plata: por muy geniales y divertidos que sean los textos que nacen del ingenio de (últimos ejemplos) Senel Paz, Ricardo Riverón y Eduardo del Llano, nadie imagina que al primero le hace falta pienso para la comunidad de gatos que mantiene en los bajos de su edificio, que River anda buscando salbutamol para su asma, y que a Eduardo hace más de una semana que no le llega agua a su casa. Sí, somos personas normales. Buenos amigos que nos tendemos las manos cuando hace falta. En fin, como todos los demás.