Asumir que vivimos en un país tropical incluye aceptar que estamos sometidos constantemente a fenómenos climatológicos, a la rebeldía del mar, ya que permanecemos en una isla, y también al azote de epidemias debido a vectores. Negarlo o minimizar estas condiciones es no solo una ilusión, sino una tontería.

Otra cosa, elemental, por cierto, es prevenir mediante acciones epidemiológicas que (si no puede impedirse del todo) al menos reduzcan el impacto que las enfermedades tienen en nuestra población. El caso que nos ocupa ahora mismo es la propagación de cuatro arbovirosis en Matanzas, también conocida como La Atenas de Cuba. Es inusual que tantos gérmenes proliferen al mismo tiempo, pero la naturaleza es así, impredecible, y por lo mismo, además de mantener permanente vigilancia en términos médicos, se impone que la higiene comunitaria sea prioridad.

“Desde mi más profunda solidaridad, abrazo cordialmente a todos esos colegas, segura de que nos veremos en tiempos de buenaventura (…)”.

Diversas condiciones adversas propiciaron el actual desastre que sufren nuestros hermanos matanceros, con quienes nos solidarizamos. Desde hace varias semanas, comenzaron a llegar vía internet reportes de enfermos, cuyas cifras aumentaban por día, hasta llegar a límites francamente alarmantes. El hecho de que no existan fallecidos por alguna de las cuatro enfermedades que circulan a gran velocidad, aunque apacigüe un tanto la alarma, no disminuye la intensa gravedad de cuanto sucede.

Obviamente, preservar la vida es el propósito prioritario: nada es más importante. Por desdicha, (aunque comprensible) son muchas las actividades culturales que quedan relegadas a un segundo plano, sin que pueda saberse con exactitud el momento en que puedan llevarse a cabo. Es muy desafortunado, lamentable, que resulte imposible (por el momento, postergados) eventos como la celebración por el aniversario de la fundación de Matanzas, cuya preparación fue esmerada, con premios literarios incluidos, y el Festival internacional de poesía que con tanto empeño organizó Alfredo Zaldívar y su imbatible equipo de trabajo.

“(…) preservar la vida es el propósito prioritario: nada es más importante”.

Muchos (por no decir “todos”) colegas han sufrido o sufren los malestares típicos de las enfermedades virales, de manera que no podría decirse la conocida expresión “las tropas están diezmadas”, ya que realmente no se trata de un diezmo sino de la totalidad.

No es vergonzoso solicitar ayuda, ni que entre todos podamos colaborar haciendo llegar a la provincia y a la ciudad de Matanzas paliativos como analgésicos, antipiréticos, antinflamatorios, repelentes antivectores y mosquiteros. Soy de la opinión de que siempre en colectivo se atenúan los males. Sabemos, porque experiencia tenemos en estas lides, que será imposible evitar que se propague a toda la isla el embate del dengue, del zika, del chikungunya y del oropouche, pero ahora mismo, mientras permanecemos libres de síntomas, tender la mano a los hermanos y hermanas de Matanzas, más que un gesto solidario, es un deber. Desde mi más profunda solidaridad, abrazo cordialmente a todos esos colegas, segura de que nos veremos en tiempos de buenaventura, y retomaremos los proyectos que por ahora, y según ordenanzas impostergables, han quedado suspendidos en el aire. ¡Fuerza, amigos, no permitamos que el desánimo se nos pose, como el ave negra de la melancolía!

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