Ernesto Daranas: De aventuras está hecho el cine

Ana María Domínguez Cruz
30/7/2018

Incertidumbre, temores, curiosidad. Ernesto Daranas tuvo que sortear todas esas sensaciones contradictorias que al principio le generó la idea de llevar a la gran pantalla la historia real en la que se basa su más reciente entrega, Sergio y Serguei.


Foto Película Sergio y Serguei

 

Pocos saben que él abordó por primera vez el tema de la película en el programa SOS Planeta de Radio Taíno, en el que funge como guionista desde 1994. Ni siquiera pensó llevarla al cine en aquel entonces y sin embargo, ahora recibe los aplausos de diferentes públicos en Cuba y otros países.

Fue muy difícil, me cuenta. “No solo se trata de una película compleja desde el punto de vista de la realización. Para mí era también un gran reto asumir un tono más ligero en esta película, a diferencia de mis anteriores. Quise sonreír y lograr que las personas sonrieran sin que por ello se subestimara su inteligencia o se omitiera la profundidad que conlleva cualquier análisis de un momento tan duro de la historia como lo fue el Periodo Especial en Cuba”.

¿Cuán satisfecho se siente ahora?

Te confieso que nunca veo las películas después de terminadas. He entrado a los cines cuando se proyecta, escucho los comentarios, y eso es lo que al final queda. Uno nunca satisfecho completamente con el resultado, pero siempre digo que hago las películas para la gente y si a la gente le funciona entonces yo estoy feliz. Hasta ahora parece que ha funcionado y por eso agradezco tanto los elogios que he recibido.

Volver a la década de los 90 ha sido un tema reiterado en las películas cubanas… ¿No le abrumó la idea de querer hacerlo de una manera diferente?

Uno nunca quiere repetirse ni parecerse a los demás. Lo que me motivó fue acercarme a ese tiempo desde la mirada de los jóvenes. Mis hijos, por ejemplo, nacieron en esa década y para ellos fue muy bonita porque tienen los recuerdos de su infancia.

Trato de combinar en la película esa mirada de los más jóvenes con mi percepción y con la percepción de los de mi generación de aquel periodo. Por eso quise que la mejor manera de contar la amistad que surgía entre un radioaficionado cubano y un cosmonauta soviético en el contexto del derrumbe del campo socialista fuera desde la narración de la hija de uno de los protagonistas. Los dos, Sergio y Serguei, son dos náufragos de la historia, y la parábola se abre paso desde el recuerdo de una niña.

Con los niños tuve una experiencia previa en la película Conducta y aprendimos mucho con Mariela López, la directora de La Sombrilla Amarilla, quien hizo el casting con más de 7000 niños. Seguimos ahora un modelo similar a ese y encontramos a esta niña de Guanabacoa con esa picardía increíble que se sale de la pantalla. Si hubiera sabido que sería así, hubiera escrito diez páginas para su personaje. Y eso es también muy enriquecedor porque lo más lindo que uno puede lograr de un niño es que siga siendo niño en la pantalla, sobre todo si no tiene experiencia actoral previa.

¿Sabías que Héctor Noas pensó en rechazarte el personaje?

Me enteré de su titubeo cuando se estrenó la película. Me lo confesó y me sorprendí porque siempre noté en él total seguridad. Realmente los dos nos enfrentábamos a algo que nunca habíamos hecho antes, pero tuvimos un excelente equipo y una intensa preparación previa.

Ni él ni Tomás ni yo hablábamos ruso, pero se prepararon para eso. Además, en la película nunca están juntos y eso también es raro para los actores que están acostumbrados a interactuar. Héctor filma en un set y Tomás en el otro, y esa empatía imprescindible que había que demostrar entre los dos la trabajaron durante esos estudios de ruso con los diálogos de la película.

Más allá de las actuaciones impecables de Noas y de Tomás Cao, la película motiva opiniones muy favorables por su factura.

Y me alegra mucho. Nuestro sueño era hacer toda la película en Cuba y el equipo era excelente para eso, pero los materiales necesarios para confeccionar la nave no los teníamos aquí, había que importarlos. Apareció la opción de reproducir en Barcelona la estación orbital a partir de las maquetas que teníamos y la extraordinaria dirección de arte con la que conté fue clave en ese proceso.

Para obtener la gravedad cero tuvimos a un equipo de trabajo con las cuerdas, muy parecido al que usa el Circo del Sol. Fue una combinación entre construcción escenográfica, tecnología, trabajo de cuerdas y una gran paciencia por parte de Héctor Noas durante dos semanas porque tenía que actuar en condiciones muy difíciles. Normalmente el set de cine, el gran cine que conocemos, tiene otras posibilidades para recrear esto. Ciertamente lo que tuvimos a la mano, al final, fue esta técnica, bastante rudimentaria para lograr la gravedad cero que implicaba un esfuerzo adicional sobre Héctor y sobre los efectos que iban a tener que borrar las cuerdas, entre otros detalles.

¿Recibieron asesoramiento para recrear la MIR?

Tuvimos la asesoría de técnicos cubanos que trabajaron en el programa espacial soviético antes y después del vuelo de Tamayo. Además, intercambiamos con los museos del espacio en Moscú y en París, de los más importantes del mundo, donde hay réplicas de la MIR.

Orgulloso debe sentirse por el reconocimiento del público y los premios obtenidos en diferentes festivales…

No quise que fuera una película de festivales, pero la realidad ha sido otra. Ha tenido un buen recorrido en este tipo de eventos, de la mano de Héctor Noas, quien la ha llevado por varios países. Ha tenido estrenos comerciales en casi 20 países, lo que es muy difícil para el cine en nuestra región.

Uno hace las películas para que se vean, para que se conozcan y esta va por ese camino. Tiene varios premios ya, pero valoro mucho de manera especial el Premio del Público otorgado en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Gibara.

¿Por qué la singularidad de estrenar la película en La Habana y en Camagüey a la vez?

Lo más grave que pasa con nuestro cine es lo relacionado con la cantidad de salas que hemos perdido. Hay cines que se pierden, se usan con otros fines y es complejo mantener el estado arquitectónico, pero hay que encontrar fórmulas porque lo que no puede suceder es que perdamos el cine, ese paseo tradicional asociado al cine y las emociones compartidas en una sala.

Me llama mucho la atención que en Camagüey un grupo de colaboradores armaron todo un movimiento en torno al cine en una calle llamada La Calle de los Milagros, donde todo gira alrededor de la vida cinematográfica. La premier de Conducta fue allí y repetimos la experiencia ahora con ese público muy atento, ávido de ver buen cine y de intercambiar sobre él. Es un modelo de experiencia cultural para repensarlo y llevarlo a otras provincias.

Hace tiempo supe de una película que quería hacer con los códigos propios del conocido Oeste. ¿Qué ha pasado con ese proyecto?

Ese proyecto no ha tenido suerte conmigo ni yo con él. Cuando pude, no tenía el presupuesto. Luego, en dos ocasiones ha sido posible hacerlo pero he estado enredado en otra cosa, es justo lo que pasa ahora. Sin embargo, no abandono la idea porque me ilusiona hacerla en el Valle de Viñales al estilo de un western de guajiros, con un tono de comedia… espero que se disfrute.

Ahora trabajo, por primera vez, en una obra por encargo. La historia se ubica en el contexto de la Guerra de Intervención Norteamericana, en 1918, y nos acerca al romance entre un oficial norteamericano y la hija de un jefe rebelde de la zona. Es un proyecto de conjunto con República Dominicana, inspirado en una obra de teatro, y fundamentalmente se filmará en los preciosos entornos naturales de ese país. Tengo mucho miedo, te confieso, porque es una experiencia nueva para mí pero de aventuras está hecho el cine.

Estoy en pleno rodaje además de un documental que es una vieja deuda con Natalia Bolívar. Llevo tiempo queriendo reflejar su obra y la personalidad fascinante que tiene, su integridad, su carisma. Ha vivido desde la lucha clandestina de los 50 hasta el presente. Es una mujer que ha debido reinventarse muchas veces sin dejar de ser quien es y fiel a sus convicciones. Es polémica, lo sé… muy hermosa y me hace ilusión cumplir esa deuda. Estamos en pleno rodaje…

Quiero asumir también otro reto a partir de la obra teatral Diez Millones, por lo que llevo meses trabajando con Carlos Celdrán en su obra. Creo que puede ser muy interesante.

Tome de la mano ahora a quien quiera dirigir en el cine. ¿Qué le aconsejaría?

Lo primero es ser sincero, honesto, hablar de lo que uno conoce, no reinventarse, ser como uno es. A veces estamos detrás de la moda, de lo que se dice por ahí que es buen cine, y lo esencial es ser lo que somos. No podremos expresar nada si no partimos de nosotros mismos, y es un consejo aplicable para todas las esferas de la vida.

Esa honestidad se percibe, se nota, incluso aunque la obra no esté del todo lograda… eso se siente, cuando la obra no es impostada, no es forzada. Uno tiene algo que decir en tanto sea capaz de hablar de lo que conoce.