Estudios

Cira Romero
16/3/2016

Mensuario de cultura habanera aparecido en febrero de 1950, dirigido por Marcelo Salinas (1889-1976), dramaturgo y novelista, autor de, entre varias, la pieza teatral Alma guajira (1928), que fue representada y llevada al cine en 1929, y también de zarzuelas con música de Gonzalo Roig (Cimarrón) y Eliseo Grenet (La rosa de la vega). En su juventud Salinas había sido teórico y dirigente anarquista en Cuba y otros países y residió en España, Italia, América Central y EE.UU., donde fundó Liberación y El Corsario. A fines de la Primera Guerra Mundial sufrió prisión en este último país y también en España. De nuevo en Cuba, dirigió Nueva Aurora y Mañana. En 1920 fue secretario del Congreso Obrero celebrado en La Habana y, al acusársele de terrorista, volvió a ser encarcelado. Hombre de vida políticamente convulsa, concluyó sus días en Miami.

En el aludido primer número se presentó una larga lista de participantes cubanos y extranjeros, destacándose, entre los primeros, Fernando Ortiz, Herminio Portell Vilá, Enrique Labrador Ruiz, Samuel Feijóo, Enrique Serpa, Emilio Ballagas y José Z. Tallet, aunque, contradictoriamente, de casi ninguno de ellos aparecieron colaboraciones.

Aunque Salinas se retiró de la revista en el número dos, y se incorporaron Abelardo Iglesias y Luis Dulzaides, la  publicación continuó reflejando la confusión estética, política e ideológica de la época. Vinculados a la tendencia anarquista, aparecieron trabajos dedicados a publicitar, a escala mundial, las posibilidades y actividades de tal corriente de pensamiento y acción, que en Cuba había ganado adeptos, con mayor impronta a partir de los primeros decenios republicanos.

En el terreno propiamente artístico y literario dio preferencia a trabajos de índole crítica, aunque dedicó espacio a la poesía y al cuento. Colaboraron en sus páginas el poeta surrealista José Álvarez Baragaño, de quien, por cierto, acaba de aparecer, por ediciones Unión, un excelente libro que reúne todos sus libros de poesía publicados, poemas dispersos en revistas y una selección de sus ensayos. Se titula Una cita informal y constante con la muerte. Sus editores, Jamila M. Ríos e Ibrahim Hernández Oramas hicieron un excelente trabajo como tales y también como investigadores. En el prólogo, igualmente notable, expresa su autor, Marcelo Morales: a Baragaño “[] se le puede acusar de todo menos de no ser arte. Su poesía inicial es una respuesta a ese mundo que sentía fatuo, mediocre. Negar primero para firmar después. Con el triunfo de la revolución, de pronto, tenía un sitio en la realidad. No lo sabía; pero por un breve espacio de tiempo, Poesía, revolución del ser; ser y revolución poética iban a tener un espacio en su vida”.  

Valga este paréntesis para agradecer que la poesía de este colaborador de Estudios esté de nuevo a disposición de todos. Allí publicó dos poemas: “Zona de infancia” y “Sonetos por Narciso”. De este último escojo el primero:

Quedó la musa que al peinar movía

la toda flor hilada en agua muerta,

contra el silencio su rumor vencía

el rostro fresco de la sangre cierta.

 

Tocó el cogollo ante la blanca puerta

que entre los prismas su color dormía,

porque la cuna se brindara abierta

con su fuego podado en poesía.

 

Así la vena del espejo vasto

de Narciso pasaba a tallo casto

anunciando su verde en primavera

 

y de su cáliz volaron mariposas

que en su fijeza de signos consumiera

suicidando su llanto entre las rosas.

 

Otros colaboradores fueron Eduardo Manet, novelista y crítico de cine y el también novelista y escritor radial Miguel de Marcos. Valga destacar que dos expresiones artísticas fueron las más favorecidas en las páginas de Estudios: las artes plásticas y la música. Las primeras a través de artículos críticos y polémicos y de reproducciones de pintores cubanos: Lam, Carmelo, Mijares, Feijóo, Antonio Vidal, dibujantes de la revista. La música se favoreció con críticas y otros trabajos de músicos como José Ardévol y Edgardo Martín.

La escasa duración de Estudios —apenas seis números, el último correspondiente a septiembre de 1950— no le resta significación a esta revista, que dio cabida a expresiones del arte y de la literatura y acogió a firmas de notable valía en el panorama de la Cuba republicana.